domingo, agosto 27, 2006

Pestañeo nº 2:

Y ahora me gustaría ser viejo. Juguetear con un palillo entre los dientes, tener la cara arrugada, sobretodo con la zona de los carrillos bien acentuada de tanto haber reido. Irme a dormir cada día con la incerteza de no saber si despertaré al día siguiente.
Visto lo visto, me gustaría ser viudo. No tener descendencia y enterrar a todos mis amigos. A mis enemigos no, para que se lleve a cabo El Gran Baile de Fin de Vida de todos los que van a bailar sobre mi tumba (estás invitado).
Me gustaría que me prohiban la sal y tener un horario de pastillas. Contar anecdotas de hace cincuenta años y haber vivido, al menos, una gran guerra. Que alguien se enfade en mi repartición de bienes.
Calar mi boina negra apelfada a modo de rosca quedando así mi cabeza de digna calva de sabio a salvo de las inclemencias del viento.
Hacer jueguecitos sexuales con el cateter a mi niñera. Poder hacerme las necesidades encima y que me cambien los pañales unas delicadas manos femeninas que huelan a
lejia y polvos talco. Chochear y no recordar tu nombre. Ni el de nadie. Oler a flores mustias, a pollo pasado de fecha en el frigorífico. No entender ni el último chiste, ni el último chisme. Besuquear a los niños hasta babear su cara para que se jodan.

Parpadear tiempo.

Abres los ojos. Estás en el jardín de infancia llorando debajo de una mesa en tu primer día de guardería. Sin poder entender porqué tu madre y tu tía te han dejado solo en ese lugar lleno de otros niños que no conoces. Pestañeas.
Tienes vinti-tantos años y estás en medio de un trabajo cualquiera rodeado de otros niños que también fueron abandonados y también se han he3cho mayores.
Pestañeas.
Eres un anciano meciendose en su balancía con o sin una vida que haya valido la pena a sus espaldas. No has perdido la capacidad de llorar.
Pestañeas.
Eres un cuerpo inerte (putrefacto) yaciendo en una tumba o en el mejor de los casos polvo intergaláctico esparciendose a merced de los vientos.
Pestañeas.
Estás enfrente de un espejo intentando ver ese efimero bagar de la vejez a la niñez, de ahí al polvo de estrellas pasando fugazmente por este presente en que, paradójicamente, cada hora de tu horario laboral parece hacerse eterna.
Pero, pestañeas.

martes, agosto 22, 2006

H3QZ

El H3ZQ era un virus portador de la desdicha. Se contagiaba por via oftalmológica, a través de influjos similares a como se contagia la risa o los bostezos, y lo podías pillar con tan solo una miradita. Solo con cruzar tu mirada fugazmente por la calle cuan cualquier otra mirada triste portadora del virus podías quedar impregnado y no te servía de nada llevar gafas de sol. Su efecto secundario más ostensible era la tristeza.
Todo parece indicar que la cepa originaria provenía de un señor muy desdichado al que le mutó el virus de la soledad. Sin embargo, y a pesar de la incongruencia de este acto, ese tipo sentía una cierta felicidad al poder contagiar el virus a los demás y quizá fuera por eso siempre que siempre te miraba fijamente a los ojos.
Las causas de contagio más comunes eran varias y de esta forma lo podías pillar viendo fotografías antiguas donde sales tu, pero también durmiendo en una habitación donde alguien pasó la noche en vela sumido en su tristeza (entendida como sintoma) . Otra forma de contagio era oyendo música compuesta por alguien en proceso de incubación del H3ZQ, además de por contacto con pañuelos usados para secar lagrimas derramadas por adioses y hastanuncajamases. Y, sin embargo, misterios de la ciencia, no se podía contagiar con un beso, ni por mantener relaciones sexuales con personas afectadas por el virus, tampoco por transfusión sanguínea y mucho menos por donación de órganos. A no ser que se donara un corazón.
Dado el caso singular de que te fuera transplantado un corazón infectado con el virus H3ZQ de la desdicha perderías de golpe la facultad de reír, también, por ende, la de llorar, dejarías de tener la capacidad de albergar esperanzas de futuro y perderías el don filogenético de poder arquear cada ceja de forma individual. A no ser que ya lo hayas perdido.

Preguntas más frecuentes: ¿Se puede curar? ¿Como?
Se cura haciendote una dialisi completa de sangre, cambiandote el nombre y los apellidos por otros inventados o pertenecientes a personajes de dibujos animados y alterando tu identidad en un plan de protección de testigos contra la Mafia. También con la lobotomía y con el uso masivo de drogas duras. Apelando al porvenir y al azar, por quiromancia y acupuntura, con una aspirina y también esperando pacientemente el paso de siete años desde tu última contaminación cuando por fin todas las celulas de tu cuerpo hayan sido renovadas por completo.
Se es immune si se es pelirojo.
Pero en realidad el H3ZQ no se acaba de curar nunca porque la tristeza es infinita e irreductible, siempre está ahí, latente, esperando maldita agazapada en un rincón.

lunes, agosto 14, 2006

Contado de reojo.

Esta historia sucedía en el rabillo de mi ojo. Estaba protagonizada por un Oso Panda Milenario que comía orzuelos. Había alguien más que se safó de miraditas y chismorreos y por eso no se habla de él en la epópeya de la historia universal. Solo salió en la prensa el día que publicaron la esquela de su entierro.
Pero en esta historia había un alfiler viciado a pinchar globos de cumpleaños y un huracán que lo envidió y arrasó todo un país para tan solo apagar las velas de un pastel. En esta historia también se conocieron una mancha de petroleo y un vestido blanco de novia por estrenar. Y todo el oro del mundo se volvió a fundir para fabricar tan solo dientes de oro y tu sonrisa ahora era tan perfecta que parecía la dentadura de un caballo de carreras. El Sol, por su parte, era una chispa aunque esto también sucedía en el resto de historias conocidas, además, de estar dermatológicamente testado por el color blanquecino de tu piel. En esta historia había incluso una mosca aplastada en el parabrisas de un avión, como un escupitajo de mascar tabaco no era más que una pequeña mancha diminuta en un cristal, como un antojo en forma de mosca aplastada, como una mancha en la mirada ultrasónica de un avión o un bichito de esos que flotan en tu retina, casi como que te salga un orzuelo en un ojo.
Y se la comió el Oso Panda.

lunes, agosto 07, 2006

Escrito a mano como una paja.

Con un boligrafo en la mano era capaz de escribir las más delicadas palabras de amor pero también podía sacarte un ojo.
Con su punta retráctil afilada como la uña de un gato raspa sobre el papel como arañazos en el interior de una tumba, con el desgarro y la claustrofobia de la imminencia de la muerte. Haciendo gala de una caligrafía que raya el jeroglífico, digna del médico de cabecera de un Faraón, se estremecían las palabras de su puño y letra haciendo del papel un lienzo, una partitura o talladas en aristas en la xilografía del marmol de una lápida. Y su última frase siempre era su epitafio.
Entroncandose en la tradición sumeria de escribanos que cincelaban sobre tablillas cuneiformes de cerámica letra a letra blasfemaba de Gutenberg y maldecía la New Times Roman.
Pero, sin embargo, él jamás escribió -como petulantemente pregonan otros- para sí mismo, ni tan siquiera para ella. Él escribió siempre para los analfabetos o para los fanáticos que queman libros en piras.
Sujeta el boligrafo como un pincel o como el pene de un mono y con el dedo indice y pulgar juega a hacerlo aletear como si fuera un colibrí. Luego, a veces, lo consigue domar en la cetrería indómita de sus altos vuelos. Y otras veces no.