lunes, enero 31, 2011

El reloj que atrasaba tiempo.

Su reloj atrasa, atrasa tiempo. Y lo primero que se deriva de ello es un leve decalaje que va del instante en que escucha algún chiste y su risa tardía que llega demorada en un par de segundos. Lo siguiente que se aprecia es que siempre pierde los autobuses por apenas cinco segundos y de nada le vale el último sprint para llegar a justo a tiempo porqué el conductor recio e inexpugnable cierra la puerta sin mirar tan siquiera por el retrovisor si llega corriendo por la acera algún rezagado. A partir de ahí la enfermedad acucia y empieza a hablar en delay: moviendo los labios sin emitir ningún sonido, para que luego de un instante se empiecen a oír las palabras antes pronunciadas cuando su boca ya está articulando otros sonidos inconexos o puede que incluso ya haya acabado de hablar y se queda con los labios cerrados mientras se termina de escuchar lo relatado anteriormente. Los signos empiezan a ser preocupantes y ya no puede llegar al cine sin que haya empezado ya la película hace no menos de cinco o diez minutos sino, incluso, un cuarto de hora o más. No cabe decir que al trabajo siempre llega unos veinte minutos tarde. La enfermedad se agudiza y, mientras su reloj va -paulatinamente- atrasando de a poco cada día un poco más, este hombre ya llega un promedio de casi una hora tarde a las citas. Sus amigos se impacientan, el comité ejecutivo está de mal humor, las mujeres con las que a veces queda para algún encuentro de carácter romántico se desengañan, su reloj sigue atrasando tiempo sin importarle nada.
El hombre que lleva un reloj que atrasa tiempo va demorando su cita con la vida y ya no llega a fin de mes. La enfermedad que le acecha hace que procrastine sus obligaciones, que postergue sus sueños, que posponga estaciones, que se demore el calendario y deba aplazar su cumpleaños una vez mas. La enfermedad se vuelve crónica e incurable y, al final, siempre llegará tarde a su cita con la muerte. Con lo que el hombre que lleva un reloj que atrasa tiempo puede ser que no muera jamás.