lunes, abril 25, 2011

Ftak

Justo esta mañana la oía por primera vez. Ftak. Se lo decía un joven a otro en medio de una conversación en el parque. Parecía uno de esos nuevos aforismos que suelen usarse durante algún tiempo en el argot juvenil y luego desaparecen sin dejar rastro. No pude deducir su significado por el contexto y, en realidad, habría olvidado esa palabra muy pronto sino fuera porque un rato después la volví a oír.
Fue en la cola del supermercado donde sonó en boca de la cajera mientras se esmeraba en pasar sin exito un paquete de galletas por la máquina que lee los códigos de barras. La clienta a la que atendía -que estaba justo delante mio- asintió. Con lo que ese vocablo parecía ser de uso vagamente común y algo tenía que ver con asentir o dudar o quizá plantearse algo a uno mismo en voz alta o algo así.
Yo, inmerso en las rutinas automatizadas del día a día, no me animé a preguntar a la cajera ni a la clienta por el significado de la palabra ftak.
Luego, mientras volvía a casa llevando las bolsas de la compra y, a la vez, iba haciendo una lista mental de las cosas que se me habían olvidado comprar, me topé de nuevo con esa misteriosa palabra que no había oído nunca antes hasta hoy y que ahora parecía perseguirme. Estaba escrita en el cartel publicitario de la marquesina de una parada de autobús. En ella se podía leer en letras inmensas: La Gran Ftak. Y anunciaba lo que parecía ser un gran evento o una ftak que alguien hubiese organizado. Por lo que parece que a una ftak se podía asistir, fuese lo que fuese una ftak.
Más tarde, al llegar a casa dejé las bolsas sobre la encimera de la cocina y, exhausto, me tumbé en el sofá a ver la tele. Pensé que eso distraería mi mente de buscarle significado a esa cruel palabra, pero mientras cambiaba de canal haciendo zapping volví a oírla de nuevo varias veces: en un anuncio de perfumes como sinónimo de glamour, ftak, en una noticia sobre un terremoto a modo de lamento, ftak, en el diálogo que mantenía el protagonista de una serie policial con un mafioso como una especie de amenaza, ftak, en la retransmisión de un partido de tenis a modo de elogio a un revés cruzado, ftak. En cada caso esa palabra aparecía poseyendo un significado distinto sino diatralmente opuesto. Además, también la oí pronunciar por la voz en off de una película antigua, con lo que se deducía que esa palabra que yo jamás antes de hoy había oído nunca en mi vida y ahora aparecía por todos lados, era un vocablo usado ya en el tiempo del cine clásico en blanco y negro ¿Cómo podía haber estado tanto tiempo siéndome esquiva la palabra ftak?
Decidí salir de nuevo de casa para que me diera un poco el aire e intentar dejar de pensar en la palabra ftak. Pero ya mientras bajo la escalera y me cruzo con la vecina del cuarto esta la murmura a modo de saludo:  ftak. Salgo a la calle y camino por la acera y veo a un hombre que llama a un taxi ¡Ftak! Las conversaciones de los transeúntes están compuestas en su mayoría por la palabra ftak: ftak esto, ftak lo otro, te noto un poco ftak…En la verdulería de la esquina el verdulero vocifera a su clientela: ¡compre ftak, señora, que está de oferta! En el kiosco las noticias de las portadas de los periódicos contienen todas la palabra ftak, un niño le llora a su madre pidiéndole insistentemente ¡¡¡quiero ftak, quiero ftak, quiero ftaaaak!!! Su madre lo hace callar diciéndole ¡Ftak!
Más allá veo un policía y me acerco a él con la intención de explicarle lo ocurrido. Que por la televisión y los diarios, por la calle y en todas las conversaciones se ha inmiscuido como un virus una extraña palabra sin sentido que todo el mundo está usando sin que parezca darse cuenta de que lo hace. Pero nada más presentarme delante suyo el guardia me atiende muy cordialmente diciéndome ¿Ftak?
Me alejo de él sin decirle nada y una sospecha empieza a cernirse sobre mi cabeza. Porque si las autoridades tampoco parecen percibir la palabra ftak como intrusiva, en ese caso tampoco podrán advertir que algún fenómeno extraño está sucediendo. Y entonces podría ser que estuviéramos en peligro. Toda nuestra sociedad desmoronándose a través de la incomunicación colectiva. Peor aún, ya que todos siguen hablando creyendo entenderse los unos a los otros a pesar de estar prácticamente repitiendo la misma palabra sin sentido todo el rato.
Y entonces estaríamos a punto de convertirnos en una sociedad vulnerable, adormecida e indefensa a través de la letanía del sonido de una palabra. Con lo que nuestros enemigos podrían atacarnos en cualquier instante una vez que probablemente ellos mismos han conseguido inutilizar la principal arma de nuestra especie: el lenguaje. Y sean quienes sean -algún país rival o una sociedad secreta que pretende dominar el mundo o tal vez los extraterrestres- estamos a su merced. Sumidos en la inútil cadencia de la palabra ftak.
Aunque también puede que sea yo quien está perdiendo la cabeza y oigo siempre como ftak la pluralidad de palabras que parece entender como diferentes la gente. En realidad, eso sería lo mejor. Que ftak solo estuviera en mi mente y ahí afuera el mundo continuara igual que siempre. Ajeno a un peligro inexistente.
Llego a casa de nuevo y me encierro en el cuarto de baño dispuesto a pronunciar en voz alta delante del espejo la palabra que creo oír y ver por todos lados. O quizá la palabra que algún enemigo de nuestra sociedad ha inmiscuido como un virus dentro del lenguaje de la gente sin que nadie más que yo parezca darse cuenta. La digo:
Ftak.
Es una palabra tan sencilla ftak. Y no parece significar nada en especial. Quizás un fatk o la ftak, aquella ftak o ftak esto o lo otro. No parece ser nada peligrosa ftak. Pero muy pronto seremos destruidos por aquellos que introdujeron ftak en nuestro lenguaje. O, en todo caso, yo estaré en un centro ftak recluido como el loco ftak que solo oye la palabra ftak y que, además, solo ftak esa palabra. Y en este ftak, con mis últimos ftak de semiconsciencia de lo que ftak, me doy ftak de que -lleguen los ftak a la frontera o yo esté ftak- en cualquier ftak, ya es tarde…

martes, abril 19, 2011

Historias y sucesos de guerras y paces en un mundo regido por la ley de efecto-causa.

Él se enfada, ella le grita, él la ignora, ella le recrimina, él la engaña, ella le pregunta, él llega a casa.
Empieza la guerra, superan el ultimátum, se dan el ultimátum, imposible ponerse de acuerdo, se intentan poner de acuerdo, están en desacuerdo, se intentan limar asperezas mediante los mecanismos de la diplomacia, aparece la discrepancia.
La mata, la encañona con el arma, le susurra una amenaza apenas inaudible, la asusta, aparece de sopetón por detrás de su espalda, se abalanza sobre ella, la persigue sin que lo vea, la ve entrar en el oscuro callejón.
Observa su negro futuro en el pozo de la taza, toma el café de un sorbo, remueve bien el azúcar con la cucharita, hecha el azúcar al café, rasga el sobrecito de azúcar, aletea el sobrecito de azúcar, coge el sobrecito de azúcar con su mano, observa la taza de café humeante sobre la mesa, pide otro café, ella parece que no va a llegar.
Se queda dormido junto a ella, la abraza, le dice que la ama, le besa la cara, le mesa suavemente los cabellos, la mira con ternura, se corre sobre sus tetas.
Miles de muertos y heridos, devastación y caos, casas destruidas y pueblos arrasados, trombas de agua arrastrando todo, el mar entrando tierra adentro, llega el tsunami, hay un terremoto mar adentro, una mariposa bate sus alas.

domingo, abril 17, 2011

Morirán.

Morirán los arboles y los pájaros que en ellos anidan, morirán los ríos y las montañas, morirán los planetas y las estrellas. Morirán los viejos y los jóvenes, los moribundos, pero también los recién nacidos. Mueren los días y las horas, los años, los siglos y los milenios. Morirá el universo y la mosca que revolotea en el cristal de tu ventana. Morirán los gestos y las lenguas. Morirá esta frase y también la literatura universal al completo. Morirán los amaneceres y los atardeceres y cada uno de sus crepúsculos.
Morirán los hombres y mujeres del futuro como murieron los hombres y mujeres del pasado. Morirán las células que nos componen y morirán -a pesar de ser eternos- los átomos de que estamos hechos. Morirá el universo y sus aledaños. Morirás tu y moriré yo. Morirá la memoria de las cosas y morirá todo. Incluso, hasta la muerte morirá.
Y, luego, solo quedará un déjà vu de que todo esto habrá sucedido.
O, quizás, haya sucedido ya.

martes, abril 05, 2011

Historias de cronopios y de famas.

Afectación de la lluvia sobre un cronopio.

Cada vez que llueve los cronopios se ponen contentísimos y hacen bailes de la lluvia -aunque a posteriori- y recitan alabanzas a las metereólogos por haberse vuelto a equivocar de nuevo y cantan enardecidos por el maná que cae des del cielo en forma de gotas de agua. Luego, algunos de ellos vuelven de su frenesí y notan con frecuencia que la lluvia torrencial les ha pillado atrapados dentro una cabina de teléfono y no trajeron paraguas.

El andar repentino de los cronopios.

Al cronopio de a pie le sucede que a veces sin motivación aparente mientras va caminando por la calle empieza a saltar de una pata, de una pata, de una pata, de dos, de una y de dos. Tal y como si hubiera dibujada en tiza sobre la vereda una rayuela imaginaria.


Gustos del cronopio.

A los cronopios les gusta mucho el color azul marino y no tanto por el color en sí mismo sino por su clara referencia al mar. Pues un cronopio siempre está en consonancia con su faceta acuática debido a que en algún lugar recondito de su psique o de la memoria de su piel aun guarda recuerdos de cuando en la escala evolutiva fue un animal anfibio que se quedaba largas horas en la orilla mirando el mar meditando la cruel decisión de abandonarlo para siempre. Aunque, finalmente, esta no fuera una decisión definitiva pues muchos de los cronopios de hoy en día son ingenieros navales, patrones de barco o buzos o al menos soñaron con serlo de mayores cuando eran niños.


Lectura en el metro.

Siempre que leen algo que les gusta mucho los cronopios lo hacen en voz alta e interpretando el pasaje con ostensibles aspavientos sin importarles estar en el metro rodeados de tristes y grises famas con cara de estar observando un cactus y de alguna esperanza que despistada ha tomado la linea en sentido contrario. Y entonces los famas empiezan a proferir graves miradas de soslayo que vienen a dictaminar que en el metro el silencio, porque las personas decentes, porque las buenas costumbres y los manuales de viabilidad soterrada. Mientras que la esperanza empieza a darse cuenta que su norte es el sur y su izquierda su derecha.

J.C.