jueves, octubre 15, 2009

Instrucciones para vencer al olvido.

Para aspirar a la inmortalidad lo ideal sería que uno no se muriesa nunca. Pero dada la dificultad a la larga de dicho proposito podriamos enumerar ciertas acciones que pueden acometerse en pos de perpetuar nuestra memoria entre los vivos.
Una vez muerto, para no caer en el olvido, se habrá de vivir en el recuerdo de los otros. Para ello si se posee el suficiente presupuesto se puede acometer la construcción de una pirámide de tamaño medio como sepulcro en el que descansar nuestros despojos o, para que no olviden nuestro rostro, hacer construír una esfinge colosal con cuerpo de león y nuestro busto como cabeza.
Si uno no posee los medios suficientes para tamaña obra se puede empezar por que no nos olvide la gente de nuestro alrededor. Para ello siempre se aconseja deber dinero a cuantos más mejor. No devolverlo nunca y propiciar que estás deudas puedan ser heredadas de padres a hijos creando así estirpes de acreededores furibundos postergandose en el tiempo.
De esta forma vemos que para propiciar la permanencia de nuestra memoria resultará indiferente que el recuerdo sea bueno o malo. Lo que a efectos prácticos hará que sea lo mismo que a uno se le recuerde por haber descubierto la penicilina que por haber cometido un genocidio considerable. Que inventemos la cura para alguna enfermedad incurable o que uno se ponga enfermo de alguna enfermedad aun desconocida a la que pondrán nuestro nombre. El olvido no distingue a heroes de villanos y tan solo repudia lo anodino.
Así que seamos los primeros en inventar alguna ley que de explicación a algun fenómeno de caracter universal. O, en todo caso, finjamos un gran enojo por los largos años de dedicación que estaban a punto de llevarnos a exponer dicha ley en breve si alguien no se nos hubiera adelantado. Seamos los mejores en algun arte. Y si no poseemos el talento suficiente para ello, acabemos con la vida de algun genio famoso en la materia.
Porque para sobrevivir al olvido hay que pisar el cemento fresco de las aceras recien hechas o descubrir un cometa. Hay que sobornar a los historiadores venideros y escribir en los troncos de los arboles milenarios. Marcar con un redondel nuestra imagen en las fotos indicando quienes eramos o pintar de colores fluorescentes nuestra tumba. Descubrir algun continente o, si no quedan, idear alguna forma de saltar y ponerle nuestro nombre.