viernes, septiembre 24, 2010

Instrucciones para caminar.

Lo primero que habrá de tenerse en cuenta a la hora de caminar es la superficie por la cual se deberá ejaecutar dicha acción. Se comprobará previamente la solidez de la misma, su estado de conservación, así como que la distancia que le separe a uno de dicha superficie no rebase la longitud de sus piernas. Una vez posado sobre esa area que pongamos por caso sea el enlosado del pasillo de su casa el cuyas características se adecuan perfectamente a la iniciación en el arte de la caminata tanto por su oblonga extensión como por la seguridad atañente a un domicilio. Con lo que no se recmienda acometer los primeros tanteos en lugares tales como calles abiertas al tráfico, superficies resbaladizas, bordes de precipicios sin barandillas o, también, cualquier lugar público en el que se encuentre expuesto al ojo crítico del prójimo, a comentarios ajenos e, incluso, a la más cruel burla.
Así que situese en uno de los extremos del pasillo. Mantenga su cuerpo erguido, situe los dos pies en paralelo, suelte los brazos, otee un horizonte imaginario y respire acompasadamente. Pero antes que nada sepa que aunque el objetivo final del ejercicio es caminar, lo primero que se debe conseguir para ello es ejecutar un paso. En el caso que nos ocupa, el más difícil de todos: el primer paso. O sea, el que no va precedido por ningún paso anterior y que antecede a todos los pasos restantes.
El primer paso debe darse con decisión, pues carece de la inercia propia del caminar que caracteriza los restantes pasos, pero también con precaución dado que el porcentaje de traspies y resbalones es sustancialmente mayor en dicho paso que en el resto. Pero, sobretodo, no piense en ello, evada de su mente las imágenes de trompicones del cine mudo, abstraigase de las pieles de plátano y no sienta empatía por las posíbles hormigas que pueda aplastar con la monstruosa decisión de desplazar su pie desde su punto de inicio hasta unos dos palmos más adelante. Hágalo como si fuera el primer hombre en pisar la Luna otra vez, como si diera un paso al frente para una misión suicida, con la convicción de los heroes, de los valientes, de todos aquellos seres humanos que antes de ud enfrentaron su destino dando un primer paso. Luego, solo debe repetir la ejecución del mecanismo de un paso en los subsiguientes pasos consecutivos de forma alterna con cada pierna ad infinitum o hasta que tope con la pared del final del pasillo.
Cuando lo logre, a pesar del mérito irrefutable de su éxito, tan solo habrá desmostrado que en la escala evoluiva ha alcanzado ud el nivel de homo erectus. Pero no se preocupe y concentrese en mantener el equilibrio, siga respirando rítmicamente y mueva cada brazo al unísono que su pierna contraria. Este movimiento de balanceo será fundamantal a la hora de bascular las sinergias de su cuerpo y es lo que le conferirá la elegancia a su caminar o le hará prescindir de ella.
Habiendo en todo caso muchas formas de caminar se recomienda templanza. No abrir ni cerrar el angulo en perpendicular del pie respecto al cuerpo en demasia. Para evitar así el efecto patizambo al cerrar el paso y el efecto andar de pato al abrirlo. También es importante la cadencia del paso, aunque luego esta puede ser adecuada a las diferentes situaciones del mundo exterior, no efectuará el mismo ritmo de pasos si está le está a ud persiguiendo un tipo sospechoso por un callejón oscuro a altas horas de la madrugada que si forma parte ud de la comitiva de un entierro. Otra caracteristica que se deberá ajustar es la longitud del paso, pero aquí encontramos una agria polémica entablada entre los filosofos peripatéticos griegos y los pitagóricos que mientras unos aseguraban taxativamente que la longitud de un paso corresponde exactamente a la largaria de dos pies del propio transehunte, los otros proponían que el paso ideal de cada persona viene dado por la ecuación correspondiente a la longitud de la tibia multiplicada por la raiz cuadrada de la longitud del torax dividido todo ello por la edad del caminante menos pi.
Sin embargo, a día de hoy la forma de caminar de cada individuo una vez se domina el arte suele ser más flexible y refleja connotaciones sociales y aspectos de su personalidad. Y a la vez, también cada ser humano deberá, a veces, variar la ejecución de sus pasos según convenciones sociales y protocolos. A modo de ejemplo, si uno se está dirigiendo al altar para contraer sagrado matrimonio deberá olvidar parte de lo aprendido en ese pasillo para adecuar longitudes, cadencias y ritmos a las costumbres existentes. No obstante, que uno sepa caminar correctamente en nada le asegura que el destino de sus pasos sea siempre el correcto.

lunes, septiembre 20, 2010

LA INSOLITA Y GLORIOSA HAZAÑA DEL CIPOTE DE ARCHIDONA.

(Correspondencia entre Camilo José Cela y Alfonso Canales a raíz del insólito

CARTA DE ALFONSO CANALES A C. J. C. (3/2/1972)

Querido Camilo José:

Con mucho gusto te relataré el incidente a que te refieres en tu carta.
La cosa ha acaecido en Archidona, muy cerca de donde se halla la célebre Peña de los Enamorados. Una pareja -no consta que fueran novios formales- se encontraba en el cine, deleitándose con la contemplación de un filme musical. La música o las imágenes debían ser un tanto excitantes, porque a ella, según tiene declarado, le dio -no sabe cómo- el volunto de asirle a él la parte más sensible de su físico. El cateto debía ser consentidor, pues nada opuso a los vehementes deseos de su prójima. Dejóla hacer complacido, sin previsión de las consecuencias que habría de tener su regalada conducta.
Según parece, el manipulado, hombre robusto por demás, era tan virgen como López Rodó o, al menos, llevaba mucho tiempo domeñando sus instintos. El caso es que, en arribando al trance de la meneanza, vomitó por aquel caño tal cantidad de su hombría, y con tanta fuerza que más parecía botella de champán, si no geiser de Islandia.
Los espectadores de la fila trasera, y aun de la más posterior, viéronse sorprendidos con una lluvia jupiterina, no precisamente de oro. Aquel maná caía en pautados chaparrones, sin que pareciera que fuese a escampar nunca. Alguien llamó airadamente, identificando el producto e increpando con soeces epítetos al que lo producía en cantidades tan industriales.
Se hizo la luz. El cateto pensó que la tierra, en eso de tragarse a los humanos, obra con una censurable falta de oportunidad. Doblemente corrido, trataba en vano de retornar a su nido la implacable regadera. Su colaboradora ponía cara de santa Teresita de Lisieux, aunque con más arrebol en las mejillas. Ambos fueron detenidos y conducidos a la presencia judicial, lo que ocasionó que se incoara el oportuno sumario por escándalo público, a falta de otra tipificación más especificadora.
El juez hizo el ofrecimiento de acciones a los poluídos, quienes no sólo quedaron enterados, sino que presentaron justificantes de los daños y perjuicios. Un prestigioso industrial incorporó a los autos la factura del sastre que había confeccionado su terno, que devino inservible. Y una señora, de lo más granado de la sociedad archidonense, presentó la cuenta de la peluquería donde, al siguiente día, hubo de hacerse lavar el cabello (el Fiscal no acaba de explicarse cómo pudo pasar la noche sin un lavado casero de urgencia).
De forma cilíndrica, o quizá levemente troncocónica, el cipote de
Archidona da, en estado de lucimiento y descapullez, las siguientes medidas:
diámetro de la base, 8,5 cm.; longitud, 42 cm.; diámetro de la cúspide, 7,6
cm. ¡Que los clementes dioses lo bendigan! El mozo archidonero se corrió de cuchara, esto es, hacia atrás y por encima de la cabeza, como chutaba Zarra, y su engrudo vital, en el suceso que nos ocupa, describió una trayectoria parabólica de 2,40 m. de alcance. Como verá se trata de un problema de balística y opino que quizá fuera prudente que consultara usted a un artillero. Acostumbra a autocascársela tres veces al día, al despertarse, de postre del almuerzo y al acostarse para adecuar los buenos sueños, salvo moza propicia a la que, claro es, no desaira. Su ritmo es rápido y breve y no suele pasar más allá de los primeros compases del pasodoble El Gato Montés. Le zurra con la derecha porque, dada su edad y prepotencia, no precisa cambiar de mano. La despiadada catarata se produjo al quinto vaivén profundo, tras no más de dos de tanteo. Rugió ¡Viva España! Y se fue. ¡Angelito! Según informes de la Guardia Civil, ni babeó ni bizqueó.

Un fuerte abrazo

____________________________________________

CARTA DE C. J. C. A ALFONSO CANALES (7/2/1972)

Querido Alfonso:

¡Bendito sea Dios Todopoderoso, que nos permite la contemporaneidad con estos cipotes preconciliares y sus riadas y aun cataratas fluyentes! Amén. ¡Viva España! ¡Cuán grandes son los países en los que los carajos son procesados por causa de siniestro! El suceso muy bien podría originar la aparición de una frase adverbial aún no nacida -“como el cipote de Archidona”- señaladora de óptima calidad y desaforada cantidad. Te ruego que transmitas a la Excma. Diputación Provincial de Málaga mi propuesta de que le sea atribuído un homenaje de ámbito nacional al dueño de la herramienta, honra y prez de la patria y espejo de patriotas. Podría levantarse en su honor un monolito granítico con una farola en la punta del haba -el falofaro de Archidona- visible desde las costas de Africa; podrían editarse tarjetas postales y fabricarse cipotillos de solapa; podría incluirse la contemplación de tanta gloriosa prepotencia en el programa de los cursos de verano para extranjeros.
¿Os dais cuenta los malagueños, mi querido Alfonso, de lo didáctico que resultaría? ¡A qué lindes insospechadas de progreso nos ha llevado el III Plan de Desarrollo y la sabia política de nuestros beneméritos tecnócratas, a quienes Dios guarde para mejor lección de todos! Entre nuestro común amigo don Lupercio Leonardo de Argensola y yo hemos compuesto, en loor del pijo histórico, el poema que paso a copiarte:

SONETO

Claro cipote, cuya frente altiva
cubre de nubes tan tupido velo
que nos hace creer que en ella el cielo
y en sus cojones su razón estriba.

En ti mostró su boca vengativa
el gran león, forzado de su celo,
y en ti de voluntad empieza el vuelo
del goterón de leche en lavativa.

Hoy proclama la gloria de Archidona
que anegas con tus huevos a su gente
por tu fluidora pija perseguida.

Hoy el mundo en tu justo honor pregona
que salvo incordio, chancro o accidente,
no hay pija cual tu pija en esta vida.

Un abrazo de tu emocionado y viejo amigo.

martes, septiembre 07, 2010

La Dinastía Ping (II).

Cuenta la historia que bajo el yugo creativo de la Dinastía Ping se simplificó el lenguaje hasta quedar reducido a la más pura de sus expresiones: la onomatopeya. Si los pictogramas chinos eran metáforas escritas de las imágenes que representaban, así mismo, las palabras dichas debían reflejar los sonidos concretos que las cosas nombraban.
Y es por eso que para decir sopa decían shuuuurp, mientras que para decir cuchara decían clinc y para decir que la sopa estaba demasiado caliente y se habían quemado la lengua dirían ¡¡fuuuu, fuuuuu!! La espada, a su vez, era nombrada como clanc, clanc y era la distinta entonación de la vocal lo que diferenciaba todo el muestrario posible de diveros tipos de espadas, formas y tamaños de las mismas, así como algunas veces el estado del filo y el material con que estaba hecha la empuñadura.
Nombrar los colores, por su parte, era una cuestión más dificil pues, a priori, carecían de sonido. No obstante, el gran filosofo y calígrafo Cancún - el resabido- resolvió con gran maestría dicha cuestión postulando que cada color debía ir asociado a un objeto que comúnmente lo caracterizara. De este modo, el rojo era la sangre y se pronunciaba slimp tal que una gota de sangre cayendo sobre el frio mármol del piso del palacio real. El amarillo, por su parte, fue pio, pio por referencia al color del plumaje de los pollitos. Circunstancia que intentaría ocultar minuciosamente siglos después con quema de pergaminos y amputaciones de lengua ejemplificantes el mismísimo Emperador Amarillo.
El color azul era representado, como no podía ser de otra forma, por el diáfano cielo primaveral. Aunque como este no solía por sí mismo emitir sonido alguno quedaron de acuerdo en otorgarle el sonido del ave azul del paraiso revoloteando por el cielo que no sonaba sinó flop, flop. El verde, por su parte, era el mar batiendo sus olas tal que xof. El blanco, a su vez, quedó identificado como el color de la leche, por lo que se permitio la licencia asociativa de atribuirle el mu que hace la vaca. En cambio, el negro no podía ser otra cosa que la noche y ante el sublime silencio que esta evoca para nombrar este color uno debía quedarse callado un instante con los labios cerrados como interpretando una hache con la mirada. Otros colores se nombraban , a veces, proponiendo la mezcla pictórica que los conformaba. Como, por ejemplo, decir mu y luego quedarse callado para decir que algo era gris.
Para poner nombre a la gente se utilizó, en cambio, el tradicional sistema de arrojar al suelo algun objeto metálico: un cucharón para las niñas y una cacerola en el caso de los niños. Toda la familia se congragaba alrededor a escuchar y segun el sonido que hiciese el cachivache arrojado se procedía a poner nombre al recién nacido.
También se atribuye al periodo en que reinó la Dinastía Ping el merito de haber sido inventado el signo de admiración, aunque, a la vez, también se les suele recriminar el abuso que de este hicieron. Esto se debe al hecho de que grandes eminencias de la época en el campo de la caligrafía postularon, so pena de fuertes represalias, que toda palabra que emitiera algún sonido al ser preonunciada debía inexorablemente para destacar este hecho ser escrita entre signos de admiración. De este modo, casi la totalidad de pictogramas iban acompañados por sendos signos de admiración a eccepción de aquellas palabras que no se pronunciaban como las consabidas noche o el mismo color negro, como la palabra silencio o el nombre de un vendedor de alfombras de Cantón al que, por orden de las autoridades pertinentes, se vetó pronunciar su nombre en voz alta a modo de castigo por sus constantes artimañas a la hora de devolver el cambio a sus clientes.
A pesar de este avance admirable en el mundo de la gramática durante la Dinastía Ping jamás fue reconocido el signo de interrogación por considerarlo inmoral y perverso. Por lo que para preguntar algo se debía recurrir a sutiles insinuaciones tales como: creo que a alguien le gustaría saber a que hora abre el templo; o: pienso que ching wu podría ser la concubina de chang ho esta noche en el pajar; o la tragicamente famosa: me parece que el que está último en la cola de la panadería es usted. dicha por el emperador regente al general de las huestes del norte que produjo tal terrible malentendido por saber de quien era el turno que acabó desencadenando la trágica guerra de los mil dias.
También hubo avances y retrocesos en el ámbito de la economía ya que al poco tiempo de instaurarse el imperio cayó en desuso la moneda y se empieza a retribuir en sonrisas. Este sistema no acababa de convencer a los mercaderes occidentales pues los chinos eran tipos muy risueños y pronto amasaron gran cantidad de bienes materiales mientras que los comerciantes occidentales tenían problemas al llegar a sus casas y justificar en los albaranes las retribuciones adquiridas. De este modo, pronto se derogó dicho sistema pecuniario y, a pesar de un último intento de los mandamases de la Dinastía Ping por substituír las sonrisas por palmaditas en la espalda que pronto fue rechazado también por los mercaderes de allende mares, se acabó finalmente asumiendo el gallo de corral como unidad básica de intercambio. Meses más tarde se desencadenaría por toda Asia la Guerra del Kikirikí.
Y es que la Dinastía Ping, a pesar de sus miras progresistas y sus avances consabidos en campos tan dispares como la moral, la ciencia y la apicultura no estuvo excenta de episodios más oscuros. Y también hay que admitir que se volvió una Dinastía opresora en algunos aspectos. El Emperador Ping, tan magnánimo como, a veces, cruel, instauró la obligación para todos sus súbditos de aparecer siempre en público portando sobre la cabeza un gorro con orejeras. Cronistas de la época escribieron en textos apócrifos rumores palaciegos que sugerían la posibilidad de que el propio Emperador Ping fuera poseedor de unas prominentes orejas de soplillo.
También se ordenó por real decreto la imposición de dejarse bigote como respeto a los dioses. En este caso, se hacía la salvedad en caso de barbilampiños, mujeres y niños de poder llevar uno postizo. Los mismos cronistas mostrarían, sin embargo, en un palimpsesto hallado siglos más tarde un pasaje en el que se describía como el bigote de la emperatriz quedaba enredado en un candelabro postulando así su autenticidad ya que hicieron falta varios sirvientes tirando unos del lado de la emperatriz y otros del lado del candelabro para soltarlo. Circunstancia descrita por los escribas como ¡¡¡rrrrrrrraaasss!!!

miércoles, septiembre 01, 2010

Mantra.

El monje budista pensó que si lograba concentrar su pensamiento en la repetición perpetua de un mantra concreto no moriría nunca.

No morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, mira una mosca AAAaaaaaaggggghhhh!!!!!
DIALOGO ENTRE ASMODEO Y EL RUSO SALZMAN

Asmodeo: Soy Asmodeo, inspirador de tahúres y dueño de todas las
fichas
del mundo. Conozco de memoria todas las manos que se han repartido en la
historia de las barajas. También conozco las que se repartirán en el futuro.
Los
dados y las ruletas me obedecen. Mi cara esta en todos los naipes. Y poseo la
cifra secreta y fatal que han de sumar tus generalas cuando llega el fin de
tu vida.
Salzman: ¿No desea jugar al chinchón?
Asmodeo: No, Salzman. Vengo a ofrecerte el triunfo perpetuo. Con sólo
adorarme, ganarás siempre en cualquier juego.
Salzman: No sé si quiero ganar.
Asmodeo: Imbécil...! ¿Acaso quieres perder?
Salzman: No. Tampoco quiero perder.
Asmodeo: ¿Qué es lo que quieres entonces?
Salzman: Jugar. Quiero jugar, maestro... Hagamos un chinchón.

Alejandro Dolina