domingo, enero 29, 2012

Instrucciones para posar en las fotografías.

Cuando uno posa para una fotografía deberá esmerarse en conseguir salir incólume para la posteridad. Así, teniendo en cuenta que una fotografía puede ser el reflejo de uno mismo fijado en el tiempo, aquel que posara para salir en una debe atender a los preceptos básicos para legar una buena imagen de sí mismo ante los observadores futuros.
De este modo, la primera precaución a tener en cuenta será si se quiere o no aparecer en dicha fotografía. Uno debe calcular la idoneidad o no de dejar nuestra apariencia plasmada en un formato gráfico que la postergue de forma más o menos duradera. Así, dependiendo del estado anímico, la indumentaria, el tipo de peinado o ausencia del mismo, así como el estado facial de nuestro rostro se debe valorar la conveniencia de dejarse retratar o, en cambio, declinar amablemente dicha opción.
No obstante, si uno se siente con la suficiente entidad estética para acometer el acto de dejarse fotografiar, entonces:
Por una parte, deberá el retratado adoptar tanto una pose como un perfil. Este último vendrá dado por la experiencia acumulada a través de la observación de los resultados obtenidos en anteriores fotografías. Debe entonces seleccionarse el perfil con el que ud. suela aparecer más favorecido en anteriores fotografías o, tanto si ud. no ha sido nunca fotografiado con anterioridad como si habiéndolo sido no ha salido favorecido en ninguna ocasión, deberá entonces elegirse un perfil al azar.
Al mismo tiempo se habrá de adoptar una pose característica que le defina como ser humano. Hay que posar para las fotografías como lo que se es o, al menos, como lo que se quisiera ser. Para conseguirlo deberá adoptar la postura que ud. crea conveniente asegurándose al mismo tiempo que esta pueda ser sostenida durante varios segundos.
No de saltos, ni haga aspavientos, ni improvise na coreografía determinada. La esencia de la fotografía consiste en captar un momento estático en el tiempo. Y si no está ud. de acuerdo con esto puede, entonces, hacerse grabar en vídeo.
En cualquier caso, una vez adoptada la pose elegida se debe permanecer en la misma hasta que quien esté haciendo la fotografía de por terminado el proceso. Así que respire por la nariz, no se mueva un ápice y -muy importante- evite pestañear. La aparición de un pestañeo en el mismo justo instante en que se ejecute el disparo de la foto comportará que ud. aparezca en dicho documento gráfico con los ojos cerrados. Cada vez que alguien sale con los ojos cerrados en una foto muere una estrella en el firmamento.
Así que para no propiciar dicha catástrofe cosmológica se debe promover la desincronización entre quien ejecuta la fotografía y nuestro propio parpadeo. Por lo que para disminuir la posibilidad de coincidencia, habiendo estudios que aseguran que estadísticamente la mayoría de fotografías se llevan a cabo en segundos pares, se aconseja parpadear en segundos de índole impar.
Será de este modo como habiendo ud. elegido un perfil y una pose y procurando no pestañear en el preciso instante de ser fotografiado, tan solo le quedará por ejecutar la sonrisa preceptiva.  Así que por muy serio que ud. sea o por muy triste que se sienta deberá en cualquier caso esbozar una mínima sonrisa de fotografiado para la posteridad.
Para lograrlo intente pensar en algo gracioso que le hayan dicho o en algún hecho humorístico que haya podido observar. Si a pesar de eso la sonrisa no surge de forma espontanea, se debe entonces uno concentrar en tensar los músculos faciales que la posibilitan procurando hacerla aparecer de forma paulatina y consistente.
No sirve a este menester una risa hilarante, un tic nervioso en la comisura del labio o cualquier mueca indeterminada que solo vagamente pueda ser reconocible como indicio de dicha. Una sonrisa bien ejecutada dotará, en cambio, de un áurea de dicha y jubilo a sus más insignes retratos y es, a la vez, el estandarte con que cualquier buen posador rubrique para el porvenir la fotogenia de su felicidad.

sábado, enero 28, 2012

Breve historia del universo.

En una sutil distracción de la nada empezó el universo a través del Big-Bang. Ahí se formó el espacio-tiempo, las leyes físicas, los átomos. Luego, se expandió todo y en apenas un instante ya estaban formadas las galaxias, los planetas, los seres vivos y tu y yo.
Y, entonces, casi inmediatamente, tu y yo ya habíamos desaparecido. Y también los seres vivos, los planetas, las galaxias, los átomos, las leyes físicas, el espacio-tiempo y todo volvió a sumirse de nuevo en la nada sin más.

miércoles, enero 25, 2012

Derecho a fracasar.

Ciudadano anónimo reivindica el derecho a fracasar en la vida, a ni tan siquiera tener que intentar alcanzar el éxito, a darse por vencido de antemano, a salir derrotado a la calle anticipadamente.
A no tener objetivos que cumplir, a no tener sueños que anhelar, a no saber soñar. A estar conforme con lo que la vida le depara, a administrar aquello dado, a non creer en el destino, en la providencia, ni tan siquiera en el azar.
Y, así, ciudadano anónimo no juega a la lotería porqué no cree que jamás le toque, no ama por temor a no ser correspondido, no vive porqué sabe que ha de morir y no espera nada del futuro porqué ha constatado que este jamás llega.
Ciudadano anónimo transita el presente como quien deambula por la aceras. No ha de llegar a ningún sitio concreto, ni ha de llegar antes que nadie, ni ha de llegar en ningún momento preciso.
Se rige por el principio de incertidumbre de Heissenberg y se deja arrastrar por la fuerza de Coriolis que rige en cada encrucijada. A veces se pone a hacer una cosa y al mismo tiempo la contraria en estado de Tupac-amaru y bajo el síndrome de Estocolmo queda enamorado de su soledad.
Ciudadano anónimo, sin embargo, a veces es afortunado y es querido. Es exitoso y se ve inmerso en la felicidad. Es capaz de llegar al lugar justo en el momento exacto. Es vivido por la vida, viajado por el mundo, transitado por las calles, es esperado por la esperanza, esclavizado por el libre albedrío, soñado por un sueño y alcanzado por su destino. Y en esos casos ciudadano anónimo se deja ser.

lunes, enero 23, 2012


Poema Ajedrez de Jorge Luis Borges


I
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?



sábado, enero 07, 2012

La invención de la muerte.

La muerte no existe. Es tan solo una invención ideada por los más ancianos como motivación de los más jóvenes respecto a la vida. Y es por eso que la muerte fue inventada una tarde gris de otoño de hace mucho ante el desencanto vital de la gente.
Los seres del mundo habían quedado hastiados de tanto vivir y ahora tan solo persistían en una existencia baldía e inerte. Así que un día se reunieron algunos de los más sabios ancianos de entonces y acordaron idear un plan. Este consistiría en la ocultación definitiva de algunos de ellos y la posterior explicación a la gente de que estos habían muerto.
No obstante, no podrían usar estas palabras porqué la muerte aun no existía, así que tuvieron que explicar que era aquello que les había sucedido a esos venerables ancianos que no les permitía estar ahí presentes. Con lo que mediante metáforas fluviales, argumentaciones ad absurdum y mímica asociada lograron hacer comprender a la gente el lúgubre concepto. Unos -quizá aquellos que más lo comprendieron- no lo aceptaron de inmediato, a otros les dio absolutamente igual, algunos pensaron que todo era una invención ideada por los ancianos, pero la mayoría sucumbieron ante el misterio y la irrevocabilidad del acto de morirse y pronto valoraron más su propia vida.
A partir de entonces las personas vivieron con más intensidad. Se alegraban más, se entristecían con más esmero, lloraban, reían, pintaban cuadros y se besaban más. Hacían más el amor, bailaban más, cantaban más y mejor y también iban con más ímpetu a la guerra. Se esforzaban más en sus trabajos, amaban con más intensidad, se odiaban con más fuerza y luego recordaban más vivamente todo aquello que les había ido sucediendo. Porque ahora la vida tenía un final que le confería un destino contra el que revelarse de algún modo cada día.
Después, a medida que se hacían mayores les era revelada la mentira con la prerrogativa de que guardaran el secreto y que eligieran ellos mismos el día en que quisieran desaparecer. Y de este modo, llegado el momento deberían simular su muerte y esconderse para siempre en unas tierras lejanas que se habían predispuesto a ese fin. Allí se reencontrarían con aquellos seres amados que también tuvieron que partir algún día. Y allí esperarían a aquellos que dejaban en vida entristecidos por su muerte aun ignorantes de la oculta confabulación que se había pertrechado para promover la vida.
Sí alguno descubría el secreto demasiado joven no había más remedio que conminarle a representar una trágica e inesperada muerte temprana. Se alguien se negaba a mantener oculta la trama también era desplazado hasta esas lejanas tierras que muchos empezaron a llamar el más allá. Y así se inventaron años más tarde las religiones para proponer a través de estas equivocas interpretaciones de la muerte y falsos paraísos con los que confundir la verdadera ubicación de los finados.
Más tarde todo se fue volviendo más confuso cada día y ante la nueva dejadez vital de los que ya habían descubierto aquella trama tuvo que inventarse otro lugar al que partían aquellos que desaparecían en el más allá. Luego en las nuevas tierras se procedió del mismo modo y así sucesivamente. Ante tales complicaciones, en asamblea sumarísima dirigida por aquellos primeros ancianos, se acordó borrar la memoria e infundirle nuevos recuerdos a cualquiera que fuera desplazado de un sitio para empezar a vivir en otro. De este modo se infundió la certeza de que la muerte existía en todos y cada uno de los sitios que se habían ido habilitando a tal fin que ahora eran incontables lugares en los que se vivía y moría para ser luego trasladado al siguiente.
Así que, excepto aquellos primeros ancianos que mantuvieron la memoria para llevar a cabo el plan, ya nadie podía saber si había muerto con anterioridad o era aun su primera vida o había vivido ya múltiples existencias a lo largo de los sucesivos desplazamientos que había sufrido tras sus incontables muertes. Y, claro, mucho menos aun podían sospechar que la muerte era tan solo una mera invención.

jueves, enero 05, 2012

Siempre a destiempo y a deshora.

Te abandoné el jueves que viene y tu me querrás ayer. Y así andamos, besándome tu la próxima semana, mientras yo te diré que te quiero el martes pasado. Y ,luego, tu te enamorarás de mi hace unos días y yo hube empezado a aborrecerte dentro de un mes. Y seremos felices anteayer y fuimos desdichados el día de mañana. Y hace un rato dirás que lo nuestro no tiene arreglo y yo dije dentro de un rato que será mejor que intentemos olvidarnos. Lloraste próximamente y no hace mucho que yo me marcharé. Y así empezará todo aquel día o ha terminado ya cualquier día de estos.