sábado, diciembre 26, 2009

De gemelos separados en el parto.

Dos hermanos gemelos fueron separados en el parto. Crecieron sin conocer la existencia el uno del otro. Pero, a veces, se veían inmersos en extraños fenómenos sensoriales. Pues, a pesar de la distancia que les separaba, cuando uno lloraba el otro se sentía triste sin motivo y cuando uno de los dos reía se sentía feliz el otro sin más. Debido a ello empezaron a sospechar -cada uno por su parte- de la posible existencia del otro hermano como posible fenómeno explicativo de sus síntomas. Así que interrogaron a familiares, indagaron en la burocracia de hospitales y orfanatos y, en definitiva, investigaron sus propios orígenes hasta dar, casi al unísono, el uno con el otro.
Quedaron un miércoles por la tarde para conocerse en persona en una cafetería del centro de una gran ciudad. Al verse fue como mirar un espejo, eran idénticos y apenas se les podía diferenciar por su vestimenta y su peinado. Se acercaron el uno al otro con parsimoniosa emoción y se abrazaron. Y uno se sintió muy feliz por no saberse único y no saberse solo en la vida por lo que lloró de alegría. El otro, en cambio, se sintió triste por saberse duplicado y no ser único en el mundo. Y es por eso que lloró de tristeza.
Luego, ninguno de los dos sabía si era el que se alegraba o el que se entristecía o si, en realidad, había sentido el sentimiento del otro. En todo caso, saberse único o saberse solo son polos de una misma cosa. Por lo que es lógico pensar que ambas lágrimas pudieran ser una mezcla a partes iguales de felicidad y tristeza como a veces en la vida sucede.

lunes, diciembre 21, 2009

El Mejor Equipo de Fútbol del Mundo (o más).

El F.C.Barcelona, después de haberlo ganado todo este año, ha conseguido que pueda ser declaradopor muchos: El Mejor Equipo de Fútbol del Mundo. Y, sin embargo, para ser estrictos tendría, en realidad, que ser catalogado como mucho de Campeones del Planeta Tierra. Y, siendo más precisos aun y teniendo en cuenta toda observación que indica la no existencia de vida inteligente en los planetas que lo componen como: Mejor Equipo del Sistema Solar. Con lo que, en el caso de que fueramos visitados por seres provenientes de alguna otra parte del universo en la que también existiera un deporte con normas similares al futbol, este Barça se habría ganado el legítimo derecho a enfrentarse al mejor equipo de fútbol de cada planeta con el que entremos en contacto. Y así poder aspirar a uno de los pocos retos que aun se les puede plantear: ser los Mejores del Universo.
Por otra parte, también se podría dar el caso de que alguien descubriera como viajar a través del tiempo. De este modo, el Barça 2008-2009 podría enfrentarse a algún equipo proveniente del futuro que hubiera podido igualar sus exitos. O, en todo caso, disputar una competición contra los grandes equipos del pasado como el Madrid de Di Estefano, el Ajax de Cruyff, el Milan de Van Basten, el Dream Team, el Madrid de los Galacticos de Zidanne, el Manchester del triplete o el mismo Barça de Rijkaard y Ronaldinho para poder conseguir, así, oficialmente el título de Mejor Equipo de la Historia.
A pesar de que todo esto pudiera acarrear consecuencias desastrosas si, por ejemplo, en un partido entre el Barça campeón de la champions del 2006 y el Barça actual pudiera darse la circumstancia de que el Messi del futuro lesionara al Messi del pasado provocando su retirada prematura del fútbol. Esto hubiera hecho imposible que el Messi futuro jugara este partido y convertiría el hecho de que el mismo se hubiera lesionado a sí mismo en una paradoja irresoluble de esas que podrían destruir el continuum espacio-temporal. Una lástima, sobretodo ahora que, a pesar de estas dificultades por comprovar la extensión real en el espacio y el tiempo de este título, muchos consideremos igualmente a este Barça: El Mejor Equipo de Fútbol del Universo de todos los Tiempos.
O más.

miércoles, diciembre 09, 2009

Historia de amor eterno eterna.

Tumbado junto a ella sobre la cama justo después de declararle tu amor, conseguías, por fin, olvidarla para siempre. Para lograr, tiempo después, no haberla conocido nunca aun. Y eso que en un principio de todo, antes de declararle tu amor, antes de olvidarla para siempre, antes, incluso, de haberla conocido, te enamoraste. Para al poco darte cuenta de que el amor aun no había sido inventado. O sea, que en la evolución de los seres vivos todavía no había aparecido el protocolo del apego en ninguna especie. A pesar de eso te empeñaste en conquistarla. Por lo que primero le hiciste el amor, luego le tocaste una teta, después la besaste por primera vez y más tarde le preguntarías su nombre. Aunque antes de todo eso ya le habías declarado amor eterno y un instante después era el Big-Bang y el mundo acababa de empezar. Al poco de eso, un día tu le fuiste infiel porque ella te había sido infiel porque tu le habías sido infiel porque ella te lo había sido porque tu lo habías sido y así infinitesimalmente. Posteriormente, enfadados, os separasteis, no sin antes haberos perdonado mutuamente, habiendoos previamente a ello reconciliado y anteriormente a tod eso haber vuelto juntos. Y justo entonces era el día en que la viste por primera vez y, apenas un efímero instante de tiempo después, ella estaba muerta y tu también. Y el mundo había ya desaparecido y después ahí estabas tu aun tumbado junto a ella sobre la cama dclarandole amor eterno ¿te acuerdas? a pesar de que ya ninguno existía o de que no habíais empezado a existir ninguno de los dos.

domingo, noviembre 22, 2009

jueves, noviembre 19, 2009



La biblioteca total. (Borges)

El conjunto de tales variaciones integraría una Biblioteca Total, de tamaño astronómico.
Lasswitz insta a los hombres a producir mecánicamente esa Biblioteca inhumana, que organizaría el azar y
que eliminaría a la inteligencia. (El certamen con la tortuga de Theodor Wolff expone la ejecución y las
dimensiones de esa obra imposible).
Todo estará en sus ciegos volúmenes. Todo: la historia minuciosa del porvenir, Los egipcios de Esquilo, el
número preciso de veces que las aguas del Ganges han reflejado el vuelo de un halcón, el secreto y
verdadero nombre de Roma, la enciclopedia que hubiera edificado Novalis, mis sueños y entresueños en el
alba del catorce de agosto de 1934, la demostración del teorema de Pierre Fermat, los no escritos capítulos
de Edwin Drood, esos mismos capítulos traducidos al idioma que hablaron los garamantas, las paradojas
que ideó Berkeley acerca del Tiempo y que no publicó, los libros de hierro de Urizen, las prematuras
epifanías de Stephen Dedalus que antes de un ciclo de mil años nada querrían decir, el evangelio gnóstico
de Basílides, el cantar que cantaron las sirenas, el catálogo fiel de la Biblioteca, la demostración de la falacia
de ese catálogo. Todo, pero por una línea razonable o una justa noticia habrá millones de insensatas
cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias. Todo, pero las generaciones de los hombres pueden
pasar sin que los anaqueles vertiginosos -los anaqueles que obliteran el día y en los que habita el caos- les
hayan otorgado una página tolerable.
Uno de los hábitos de la mente es la invención de imaginaciones horribles. Ha inventado el Infierno, ha
inventado la predestinación al Infierno, ha imaginado las ideas platónicas, la quimera, la esfinge, los
anormales números transfinitos (donde la parte no es menos copiosa que el todo), las máscaras, los
espejos, las óperas, la teratológica Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espectro insoluble, son articulados en un
solo organismo...
Yo he procurado rescatar del olvido un horror subalterno: la vasta Biblioteca contradictoria, cuyos desiertos
verticales de libros corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo
confunden como una divinidad que delira.

De libro de libros; de Borges.

domingo, noviembre 08, 2009

Abuelo precognitivo.

Empotrado en su sofá el abuelo le cumple horas a la muerte. Cada hora que pasa es una hora ganada, aunque la pierda, cada día que pasa es un día más, a pesar de que quede uno menos. Pero él resiste sin apenas moverse de su sofá enfrente del televisor del que tan solo se levanta para ir, no sin dificultad, al lavabo o de vuelta a la cama por la noche transcurrido el día.
Así que desde que sus facultades físicas mermaron hasta llevarle a este sedentarismo domiciliario su comunicación con el mundo quedó bastante mernada reduciendose esta a las cotidianas visitas de familiares directos y las cada vez menos frecuentes de los amigos. Pues llegado a cierta edad el circulo de amistades cohetaneas va aproximandose irremediablemente a cero. Por lo que se pasa horas y horas sin otra cosa que hacer que mirar el televisor llevandole esto a convertirse, a su manera, en un experto en información metereológica, en un erudito en prensa del corazón, en alguien que, aunque desconoce lo que acurre más alla de la esquina de su calle donde ya no alnanza a llegar la vista des del balcón, está muy bien informado de las noticias de alcance mundial que suceden en la otra punta del mundo. Y, además, le ha sobrevenido, de repente, una tardía afición, escondida o latente durante toda su vida, por el mundo del fútbol.
Y si bien pudiera ser que este interés sobrepticio sea por mero aburrimiento o no fuera más que una estrategia, quien sabe si evolutiva, por conseguir que abuelo y nieto puedan superar el doble vacío intergeneracional que los separa y compartir así algún interés común, la realidad es que no se pierde ningún partido que den por televisión y está perfectamente enterado, a su modo, de toda la actualidad futbolística de alcance nacional e internacional.
De este modo, el primer comentario y, en realidad, apenas único tema de conversación que desarrolla una especie de diálogo entre ambos cuando voy a verle por las tardes, es la actualidad de las noticias futbolísticas. Que quien juega hoy, que cuanto quedaron ayer, que si se ganará el partido, que si jugaron bien o mal. Todo ello sin entrar en demasiados tecnicismos tácticos pues tantos años de indiferencia hacia este deporte hacen que carezca de demasiada comprensión del mismo.
Así que el otro día, como tantos, me dirigí a casa de mi abuelo para ver junto a él el partido del domingo. Llegué un rato antes del inicio y al sintonizar el canal por el que iban a emitir el partido estaban pasando, para rellenar la franja horaria, un partido repetido del día anterior. Al ver que en la tele hay futbol me pregunta que quien juega. Cuando acabe este juega el barça le digo sin hacer referencia a que el partido que están poniendo ahora es en diferido y sin decirle tampoco que el resultado final fue de dos a dos con dos goles del equipo que perdía en el último minuto. De algún pienso que si no le digo el desenlace final podrá disfrutar del asombro de ver una remontada tan inesperada y sorprendente como son dos goles en minuto final.
Pero entonces, él me dice muy serio, con la sabiduría que le otorga no tanto la edad sinó el poder de haber visto no menos de cuatro noticiarios desde anoche, que el barça jugó ayer. Y sumido en una aurea de mística mientras se reclina serenamente en su sillón añade: perdieron: dos a uno. Y un frio escalofrío recorre mi médula osea.
Que no, que juegan ahora dentro de diez minutos. Alego yo, amparandome en la realidad. Que no, que ya jugaron ayer. Asegura él en tono algo enojado incluso. Que ha visto en el noticiario al entrenador diciendo que ha sido un partido muy duro y los jugadores salíendo de la terminal del aeropuerto camino a casa. Jugaron ayer. Y perdieron: dos a uno.
Aquí mi percepción de lo que está sucediendo se dualiza entre, por un lado, la posibilidad de que mi abuelo está ya un poco mayor y pasa demasiadas horas enfrente del televisor por lo que su entendimiento de las noticias a veces puede distorsionarse hasta el punto de confundir las expectativas del entrenador en la rueda de prensa del día anterior al partido con algo ya sucedido y el viaje de ida de los jugadores en el aeropuerto con el de llegada. Aunque está deducción más lógica no explique como está tan seguro de que ese mismo partido va a acabar dos a uno. Por lo que, por otro lado, no puedo evitar de algun modo dejar de conjurar la hipótesis alternativa y más remota de que el abuelo ha sido poseído misteriosamente por un fenómeno precognitivo por el que ve el día anterior a un partido un flash del mismo en el que se le revela el resultado.
Así que decido llevar a cabo dos respuestas encaminadas sopesar estas dos mismas posibilidades. Cubro la improbable sospecha de que el abuelo pueda predigitar el marcador final de un partido de futbol aun por disputar entrando en una casa de apuestas de internet para apostar cierta suma de dinero a dicho resultado. Por otra parte y preveyendo que voy a perder ese mismo dinero invertido por la tozudez de un anciano en asegurar reiteradamente que sabe el resultado de un partido de futbol que, en realidad, no sabe decido vengarme anticipadamente y de forma simbólica. Por lo que, al ver que en el partido que están pasando en diferido por la tele entrán en el último minuto en el que yo sí se, porque esto sí sucedió ayer, que van a conseguir empatar contra todo pronóstico marcando dos goles improvabilísimos en el último minuto, me enfundo en el halo místico de predigitación en que se ha sumido subitamente nuestra estirpe familiar para vaticinar dicha proeza: Hacen gol en esta jugada y consiguen empatar en la siguiente. De chilena.
Minutos después lo vaticinado por mi sucede, ante el asombro, de mi abuelo. Se acaba ese partido en diferido sin que el sospeche aun y a pesar de mis increíbles dotes vaticinadoras que lo era. Y empieza el partido en directo que ha de jugar el barça aunque él no pare de insistir que este partido ya se jugó ayer.
Pero pronto los goles que se van marcando desmienten la posibilidad de un marcador final de dos a uno y, de paso, que mi abuelo posea facultades psíquicas paranormales y, por tanto, corroboran la tesis contraría de que sus facultades psíquicas normales no sean plenas.
Con el pitido final decido que ha llegado la hora de marcharme de casa del abuelo por culpa del cual he perdido dinero aunque el lo ignore. De hecho también ignora que le digo adiós de mala gana des del recibidor desde donde aun le escucho celebrar la repetición al término del encuentro de cada uno de los goles del partido como goles a tiempo real. Mira, acaban de marcar otro gol. Y otro más. Y se oye un portazo desde la puerta de la calle.

jueves, octubre 15, 2009

Instrucciones para vencer al olvido.

Para aspirar a la inmortalidad lo ideal sería que uno no se muriesa nunca. Pero dada la dificultad a la larga de dicho proposito podriamos enumerar ciertas acciones que pueden acometerse en pos de perpetuar nuestra memoria entre los vivos.
Una vez muerto, para no caer en el olvido, se habrá de vivir en el recuerdo de los otros. Para ello si se posee el suficiente presupuesto se puede acometer la construcción de una pirámide de tamaño medio como sepulcro en el que descansar nuestros despojos o, para que no olviden nuestro rostro, hacer construír una esfinge colosal con cuerpo de león y nuestro busto como cabeza.
Si uno no posee los medios suficientes para tamaña obra se puede empezar por que no nos olvide la gente de nuestro alrededor. Para ello siempre se aconseja deber dinero a cuantos más mejor. No devolverlo nunca y propiciar que estás deudas puedan ser heredadas de padres a hijos creando así estirpes de acreededores furibundos postergandose en el tiempo.
De esta forma vemos que para propiciar la permanencia de nuestra memoria resultará indiferente que el recuerdo sea bueno o malo. Lo que a efectos prácticos hará que sea lo mismo que a uno se le recuerde por haber descubierto la penicilina que por haber cometido un genocidio considerable. Que inventemos la cura para alguna enfermedad incurable o que uno se ponga enfermo de alguna enfermedad aun desconocida a la que pondrán nuestro nombre. El olvido no distingue a heroes de villanos y tan solo repudia lo anodino.
Así que seamos los primeros en inventar alguna ley que de explicación a algun fenómeno de caracter universal. O, en todo caso, finjamos un gran enojo por los largos años de dedicación que estaban a punto de llevarnos a exponer dicha ley en breve si alguien no se nos hubiera adelantado. Seamos los mejores en algun arte. Y si no poseemos el talento suficiente para ello, acabemos con la vida de algun genio famoso en la materia.
Porque para sobrevivir al olvido hay que pisar el cemento fresco de las aceras recien hechas o descubrir un cometa. Hay que sobornar a los historiadores venideros y escribir en los troncos de los arboles milenarios. Marcar con un redondel nuestra imagen en las fotos indicando quienes eramos o pintar de colores fluorescentes nuestra tumba. Descubrir algun continente o, si no quedan, idear alguna forma de saltar y ponerle nuestro nombre.

lunes, septiembre 21, 2009

Mamouska otoñal.

Y llega el otoño cargado de maletas repletas de hojas en blanco llenas de vacio compuesto de horas perdidas rellenas de silencio preñado de melancolía saciada de ti.

viernes, septiembre 04, 2009

Reavilitacion.

Estoi intentando volber a aprender a leer i escrivir

martes, mayo 26, 2009

Mensaje des del espacio (traducción automática).

Cuando nosotros venidos cosmos aparte grite gritando en cielo quiebra lugar de fin o ínfimo grito. Quepa fuego de fuego donde o siempre volumen de lugar de fin o ahora. Luego mundo corrosiva aplique aplicado a ingravida estallido protón. Huídos corrupta a lejos de lejos llegando a fin de lugar antes o cuando pero muerte segura. Comprensión miedo intrusa sepulcro o entonces luego llegados nosotros espacio aparte cuando eclosión lugar de fin. Avisados quedan.


martes, mayo 19, 2009

Un nieverlunio cualquiera.

Estaba nieverluniamente vietulando el ornilopio cuando, de sumitón, esterfonió un fuerte petorato que provenía de la sumicalle. Se perspetó de un plondio y bilisinamente se turnió hacia la permuplafola de la sumicalle. Al arejonarse a través del arcamfato de la permuplafola vietuló a nimios diez metronios un altichocante de correcascotes. Instamenda, percocleó unos vituperios provinientes de la armagayola de correcascotes y bilisinamente se paticondujo hasta el altichocante sin plimparle lo más nimio vestienfundar el pergatinsofá a cuadripondios y las pangunfias.
Alejó! Alejó! Se esterfonía vociferar desde dentro de uno de los correcascotes donde esperteraban las oriflamas y se hiporfiriaba todo de tufimol. Pero, instamenda, de un fuerte estirpón consiguió destacalar la permuplafola del correcascote y entre cofias y jafidos salió de este una melundia jadelga.
Después de irjutos y posfimideos la jadelga fue mesedentandose un plimio y, mientras se arremelgaban vietuparlantes y cuchiesmirriosos, ella le vietuló de sumio a pecunio constitucionando que él vestiportaba pergatínsofá a cuadripondios y pangunfias. Y teleporfiriendole a los vietilunios le pamfletó: confraternulias.

viernes, mayo 15, 2009

Literatura inedita.

El escritor, ávido de posteridad aun después de su propia muerte, escondió en el falso fondo de una cómoda su mejor novela. Preveiendo con ello que después de su fallecimiento algun día alguno de sus allegados encontraría esos pepeles ineditos que componían su mejor obra. Cuidadosamente guardados dentro de un sobre con una única inscripción de su propio puño y letra donde ponía: publicadlos. Y así sería como de alguna forma tenía previsto resucitar para todo aquel que quisiera leerle en su futuro de ausencia.
Pero acaso si en vez de esconder ese libro lo hubiera llevado a la luz pública habría obtenido en vida el reconocimiento que ahora se le niega instalado en el ocaso de los escritores olvidados. Por lo que nadie se preocupa en buscar unos papeles escondidos de los que no se tiene constancia y en cualquier caso a nadie interesarían ya. Y se iran pudriendo, poco a poco, mustio alimento de ácaros y carcoma, sumidos en el olvido del fondo falso de una cómoda.

martes, mayo 12, 2009

Brenns.

Cuentan los que han pasado por ahí que hay un pueblo perdido llamado Brenns. Sucede que por un error cartográfico ostensible no sale en muchos de los mapas de la región que fueron editados. Ubicado entre montañas solo puede accederse a él desviandose en un cruce de la carretera en el que algun gamberro ha arrancado el único cartel indicatorio. Por todo ello, es bastante fácil pasarse de largo si uno quiere ir a Brenns, pues al hecho de su nula señalización habría que añadir la peculiar orografía del terreno que hace que dicho pueblo no pueda ser avistado desde zonas transitables. Además, tampoco hay que desdeñar el hecho de que resulta bastante extraño que alguien quiera por propia voluntad ir hasta Brenns. A Brenns no se suele ir a nada, no hay oficinas administrativas, ni monumentos históricos, ni se venden productos autóctonos con denominación de origen. No hay motivos para estar en Brenns a eccepción del hecho de haber nacido ahí.
Nacer en Brenns es una maldición transmitida de padres a hijos. Por ello, en algun momento de su juventud los descendientes reprocharán a sus progenitores el hecho de haber sido engendrados y criados en dicha población. Pero es demasiado tarde y ya estarán condenados a seguir viviendo en Brenns sin más destino que hacerse mayores y tener más hijos que algun día lleguen a reprocharles el haberlos traído al mundo en un lugar como Brenns.
Y es que a la gente de Brenns se le agria el caracter con la edad. Y a su poca sociabilidad tipológica cabe añadir la circumstancia de vivir en un lugar cuyo clima hostil e idiosincracia de pueblo de montaña les conduce a albergar mucha desconfianza y cierto resquemor por los forasteros. En realidad, tampoco se fían de sus convecinos y es muy posible que ni tan siquiera se gusten ellos mismos.
Quiza por ello si te plantas en medio de la plaza de Brenns a cualquier hora del día y miras en los cuatro puntos cardinales es posible que no veas a nadie. Y como a los habitantes de Brenns les gusta mucho estar en casa, cuando se ven forzados a salir para ir a sus trabajos o a comprar el pan sus pasos son ligeros y su zancada hancha. Caminan medio cabizbajos para no tener que saludar a nadie en la lejanía y si se cruzan con algun vecino por la acera de tal forma que resulte inevitable el encuentro lo despachan preferiblemente con un adiós antes que con un hola.
No obstante, cada uno de ellos suele tener sus propios recorridos fijados y hay calles por las que nunca se aventura e, incluso, a pesar de que el pueblo es relativamente pequeño, hay algunos lugares por los que uno no ha vuelto a pasar desde que era niño. Con lo que hay mucha gente que ni siquiera se conoce entre sí o que se conocieron de pequeños en la escuela y ahora si se cruzaran por la calle creerían reciprocamente que el otro es alguien forastero que se ha venido a vivir a Brenns. Por lo que se odiarían mutuamente al considerar al otro un intruso, además de un idiota.
Los mozos y las mozas de Brenns suelen conocerse todos por haber compartido escolarización. A pesar de eso no suelen congeniar mucho entre sí, pero el deseo de tener relaciones sexuales promtas y la presión ejercida sobre el estigma social de quedarse soltero hace que se apareen entre ellos en relaciones habitualmente monogámicas y longevas a muy temprana edad. Lo hacen, no obstante, por el método del descarte mediante el cual aquel mozo que sospecha que no le va a querer nadie se acerca a la presumible moza que parece tampoco no poseer ningún pretendiente y se rejuntan entre ellos. Entonces, al estar estos ya ocupados, los siguientes en la jeraquía del descarte al verse en la misma situación seguirán las mismas consignas. Y así sucesivamente hasta que la pareja más solicita de su generación ve que todos los demás se han apareado y, a pesar de no amarse al igual que no se aman las demás parejas, deciden hacer también lo mismo entre sí.
A consecuencia de todo esto, aunque no exclusivamente, los matrimonios ya consolidados en Brenns no gozan de felicidad. A pesar de eso, se esfuerzan bastante en intentar aparentarla. Su objetivo para ello es la constancia en el esfuerzo mutuo de permanecer juntos. No tan solo por el que dirán o por ser envidiados por los demás, sinó también porqué cren que lo que tienen en casa es tan malo que lo de fuera aun debe ser peor. Y de esta forma aguantan muchos años la gran mayoría de matrimonios por temor a que a la maldición de haber nacido en Brenns no se le añada la condena de la soledad. Ya que los habitantes de Brenns a pesar de ser condescendientes con su destino y conscientes de su maldición saben, sin embargo, que el mundo aun podría ser peor.
El gentilicio de Brenns es otro motivo de disputa entre paisanos y así mientras unos defienden ser brennianos, otros aseguran ser brennienses. Esto enardece muchas veces las juntas en la alcaldía y algunas tertulias furtivas. Es curioso, sin embargo, que ante tal fervor nomenclativo autoctono al encontrarse fuera de la localidad jamás suelan utilizar ninguno de esos términos por verguenza o precaución y prefieran, si se ven obligados a ello, hacer referencia a su origen como que viven en un pueblo cerca de tal o cual lugar.
A pesar de que los que viven en Brennssuelen profesar un marcado caracter taciturno y gris, la media de longevidad así como el índice de suicidio en la población son mínimos. Pues lo que mantiene sano y deseoso de vivir a cada vecino es la esperanza de ver morir antes a sus cohetaneos. El son de las campanas mortuorias de la iglesia de Brenns es recibido más que con preocupación con curiosidad. Y a sus habitantes no les interesa tanto el hecho de saber a quien no podrán ver ya más, sinó la efemeride de a quien han sobrevivido. No obstante, la gente de Brenns piensa que el infierno, si existe, tendrá que ser lo suficientemente riguroso como para no notarlo como una mejoría. O que ya fueron condenados y Brenns es el infirno de los que se portaron mal en otra vida.
A veces, la gente de Brenns cuando creen que no les ve nadie saludan al cielo al ver pasar allá a lo lejos algun avión. Y se quedan observando desde su ventana como se aleja hasta hacerse invisible, como desaparece poco a poco el rastro del avión desvaneciendose en la inmensidad azul del cielo hasta no quedar nada.
No obstante, y a pesar de odiar con todas sus fuerzas su lugar de nacimiento, piensan los de Brenns que no podrían vivir en ningún otro lugar. Se encierran en sus casas y se resignan a envejecer maldiciendo su sino. No se saben libres de elegir su destino y transitan sombrios por calles mil veces recorridas con la mirada triste, apesadumbrados. Hay quien dice que con el gesto deliberadamente torcido para no dejar resquicio a la duda de que se piense que en el fondo les gusta vivir aquí. Y esconden cualquier atisvo de felicidad para que nadie dude de su mala suerte, de la trágica promesa aceptada de quedarte a vivir para siempre que implica el hecho de haber nacido en Brenns.


jueves, abril 30, 2009

Sobre las dos de la noche en el Manhattam.

Eran sobre las dos de la noche en el Manhattam y la chica rubia con vestido rojo se acercó hasta donde estaba él para preguntarle si había venido solo. O eran sobre las dos de la noche en el Manhattam cuando la chica rubia que vestía, en realidad, un escotado vestido verde se le acercó y le preguntó: ¿has venido solo? O, quizá, se le acercó la chica rubia que lo había estado mirando desde hacía rato desde el fondo de la sala, llevaba puesto un elegante vestido marrón y al llegar junto a la barra donde estaba sentado él le susurró...La chica era morena, muy guapa y vestía de azul marino, al verlo sentado ahí en la barra decidió acercarse hasta él y preguntarle: me invitas a una copa. Pero no, esto no sucedió así, porque fue él quien se acercó hasta donde estaba ella que, en realidad, vestía un ceñidisimo vestido verde turquesa y al llegar a su lado le preguntó si podía invitarla a una copa. Tal vez, al acercarse él hasta la mesa donde estaba la chica morena que llevaba un precioso vestido color malva ella le dijo...
Eran sobre las dos de la noche en el Manhattam, sola en una mesa la chica morena que vestía un estridente vestido amarillo había estado haciendo miraditas al tipo de la barra y ahora veía como se acercaba hasta donde estaba ella para decirle alguna cosa cuando...En el Manhattam eran sobre las dos de la noche, una chica morena estaba sola en una de las mesas del fondo, vestía un llamativo vestido color rosa y al verla él se acercó hasta ahí para preguntarle si había sola o si podía invitarla a una copa y entonces eran sobre las dos de la noche y desde la barra del Manhattam un tipo se dirigía hacía donde estaba la chica morena del vestido ocre cuando, de repente, en el Manhattam eran sobre las dos de la noche y una chica peliroja...

viernes, abril 17, 2009

Ping, el hombre que hablaba tan solo con onomatopeyas.

Ping, criado en la cultura china donde toda palabra escrita es un pictograma, creyó conveniente que del mismo modo toda palabra dicha en voz alta solo podía ser así mismo una onomatopeya. Comentó su convinción entre sus más íntimos y allegados y desde ese día tan solo habló utilizando onomatopeyas.
Entonces, para decir gato decía miau, para decir perro decía guau y así sucesivamente. Con el tiempo descrubió que gracias a esta simplificación del lenguaje que también ejecutaba a nivel de pensamiento la vida se volvía en sí misma más sencilla. Las cosas ya no se complicaban aun más por entre los entresijos de la retórica, su pensamiento, compuesto de imagenes y sus correspondientes sonidos asociados en forma de onomatopeyas, le llebaban a razonamientos puros que solían aportarle más soluciones concretas que las divagaciones banas en las que se veía sumergido cuando pensaba en todo tipo de palabras.
La complejidad de los sentimientos antagónicos que antes solía sentir por su bienamada chun-li quedaban ahora resumidos en pum-pum, la angustia por el paso del tiempo quedaba tan solo en tic-tac, por su parte, el hecho inexorable de existir se reducía a ta-ta-ta-chaaan y la irremediable inevitabilidad de la muerte no era nada más que ¡chim-pom!
Pasaban los días y era feliz tal que campanitas en el cielo tilín-tilín, pajaritos que cantan pio-pio al compás de viento fiuuu sobre el campo en el que una gota de rocío resbalando por el pétalo de una flor a través del aguacero del amanecer resonaba sobre la tierra húmeda tal que: plim. Que, a la vez, podía designar el universo entero.

jueves, abril 16, 2009

Declaración de amor infinito.

Y, entonces, cuando la amada esquiva le preguntó cuan grande era su amor, el amante anhelante respondió: mi amor por ti es infinito.
Lo que implicaba que ante cualquier otra posible amada presente o ausente, habida o por haber, factible o imposible de poderla enamorar, existente o inexistente, real o hipotética...el amante siempre la preferiría antes a ella. También que la suma de cualquier amor dado sería aun en el computo total de amor universal inferior al amor que él profesaba por ella e, incluso, infinitamente inferior. Que su amor sería para siempre y duraría toda la eternidad no decreciendo (tampoco augmentando, porqué no era posible un amor mayor) y que, además, la amaba desde siempre, aun antes de haberla conocido, antes, incluso, de que ninguno de los dos hubiera nacido, antes de la aparición del sentimiento amoroso en los seres vivos y de la creación misma del universo.

lunes, abril 06, 2009

La inmiscusión terrupta

Como no le melga nada que la contradigan, la señora Fifa se acerca a la Tota y ahí nomás le flamenca la cara de un rotundo mofo. Pero la Tota no es inane y de vuelta le arremulga tal acario en pleno tripolio que se lo ladea hasta el copo.

-¡Asquerosa! –brama la señora Fifa, tratando de sonsonarse el ayelmado tripolio que ademenos es de satén rosa. Revoleando una mazoca más bien prolapsa, contracarga a la crimea y consigue marivolarle un suño a la Tota que se desporrona en diagonía y por un momento horadra el raire con sus abroncojantes bocinomias. Por segunda vez se le arrumba un mofo sin merma a flamencarle las mecochas, pero nadie le ha desmunido el encuadre a la Tota sin tener que alanchufarse su contragofia, y así pasa que la señora Fifa contrae una plica de miercolamas a media resma y cuatro peticuras de ésas que no te dan tiempo al vocifugio, y en eso están arremulgándose de ida y de vuelta cuando se ve precivenir al doctor Feta que se inmoluye inclótumo entre las gladiofantas.

-¡Payahás, payahás! –crona el elegantiorum, sujetirando de las desmecrenzas empebufantes. No ha terminado de halar cuando ya le están manocrujiendo el fano, las colotas, el rijo enjuto y las nalcunias, mofo que arriba y suño al medio y dos miercolanas que para qué.

-¿Te das cuenta? –sinterruge la señora Fifa.

-¡El muy cornaputo! –vociflama la Tota.

Y ahí nomás se recompalmean y fraternulian como si no se hubieran estado polichantando más de cuatro cafotos en plena tetamancia; son así las tofifas y las fitotas, mejor es no terruptarlas porque te desmunen el persiglotio y se quedan tan plopas.

J.C.
Despertador de arena: calcule el número de granitos que equivalgan al periodo que ud. desea dormir. Dele la vuelta al reloj-despertador de arena para que esta empiece a descender por la ranura hacia la parte de abajo. El sonido de los granitos depositandose en el fondo del reloj formando dunas de un diminuto desierto de arena crearan el mismo efecto sopnifero que el rumor de la lluvia o el suave batir de las olas de un mar.
Dicho sonido le hara entrar en un estado de sueño profundo que, sin embargo, será súbitamente alterado en cuanto hayan caído los últimos granitos de arena que iran seguidos de un silencio estruendoso y atronador que le hará despertar inexorablemente de forma abrupta y definitiva.

Reloj solar nocturno: consistente en un reloj solar clásico en el que va atada de un hilo por una de sus patas una mosca al centro del reloj. También habrá una araña que intenta dar caza a dicha mosca por lo que esta volará haciendo círculos concentricos alrededor del reloj solar nocturno y provocando que la araña se desplace también alrededor del reloj. Con lo que las luciernagas que estarán en un receptáculo de cristal encima del reloj también irán situandose de un lado a otro según convenga para huír del alcance de la araña. Esto hará que la luz que proyectan las luciernagas de forma natural debido a su morfología luminiscnte infiera desde diversos ángulos sobre el reloj según vaya avanzando la noche. Y así irá marcando los diversos instantes nocturnos el reloj regido por los instintos más primitivos de una mosca, una araña y un puñado de luciernagas.

Reloj de lluvia: hagase construír un recipiente que abarque exactamente un metro cuadrado. Póngalo a la intemperie en algun lugar tal que una terraza, balcón o jardín. Entonces, solo habrá que esperar que las nubes cubran el cielo en medio de un día gris, que un trueno retumbe ahí arriba y se ponga a llover. Deberá poner entonces en funcionamiento una videocanara fijada para grabar en dirección al recipiente de exactamente un metro cuadrado. Deje que grabe mientras ud. mira por la ventana como repiquetean las gotas sobre el suelo mientras recuerda algun amor pasado sumido en la típica melancolía de los días de lluvia. Una vez terminado el aguacero visione la grabación y mediante el uso conveniente del botón de pausa procure ordenar cronológicamente la caída de cada gota de lluvia. Cada una de ellas será un segundo y ya solo hará falta espaciarlos adecuadamente.

miércoles, abril 01, 2009

Sonrisa

por Alan Lightman

Es un sábado de marzo. El hombre despierta lentamente, bosteza, se viste y sale para su paseo matinal. Cuando regresa, se ducha, se cocina a sí mismo un huevo revuelto y se apoltrona en su sillón con Los ensayos de E. B. White. Cerca del mediodía va en bicicleta hacia la librería. Pasa allí un par de horas hojeando libros, después pedalea a través del pequeño pueblo hasta el lago.

La mujer se despierta esta mañana, sale de la cama y va inmediatamente hacia el caballete, toma sus pinturas al pastel y se dispone a trabajar. Luego de una hora ella está satisfecha con el efecto de la luz y abandona su pintura para desayunar. Se viste rápidamente y camina hacia un almacén cercano. Allí se encuentra con amigos y almuerza con ellos. Luego quiere estar sola y conduce hacia el lago.

Ahora el hombre y la mujer están parados sobre el muelle de madera, contemplando el lago y las olas en el agua. Ninguno de ellos se ha dado cuenta de la presencia del otro.

El hombre gira. Comienza entonces una sucesión de eventos que lo informan de la presencia de la mujer. La luz reflejada por el cuerpo de ella instantáneamente entra por las pupilas de sus ojos, a razón de diez billones de partículas de luz por segundo. Una vez que dejaron atrás la pupila de cada ojo, las partículas viajan por unas lentes ovaladas, atraviesan una sustancia transparente y gelatinosa que llena el globo del ojo, y aterrizan en la retina. Aquí la luz es acumulada por cien millones de células.

Las células en la trayectoria de las manchas brillantes reflejadas reciben un gran aluvión de luz; las células que están en las sombras de la escena reflejada reciben muy poca luz. Los labios de la mujer, por ejemplo, relucen y reflejan luz de alta intensidad en una pequeña región de células ubicadas en el noreste de la parte trasera de la retina del hombre. Por otro lado, los bordes alrededor de la boca son bastante oscuros y, entonces, las células vecinas a la región del noreste reciben mucho menos luz.

Cada partícula de luz termina su viaje en el ojo al encontrarse con una molécula retinal, constituida por 20 átomos de carbono, 20 de hidrógeno y uno de oxígeno. En su estado inactivo cada molécula retinal está ligada a una proteína y está torcida entre el undécimo y el quinceavo átomos de carbono. Pero cuando la luz la golpea, como está ocurriendo ahora en cerca de 30000 billones de moléculas retinales cada segundo, la molécula se endereza y se separa de su proteína. Luego de varios pasos intermedios, la molécula vuelve a torcerse a la espera de una nueva partícula de luz. Mucho menos de una milésima de segundo ha transcurrido desde que el hombre vio a la mujer.

Disparadas por la danza de las moléculas retinales, las células nerviosas o neuronas, responden. Primero en el ojo y luego en el cerebro. Una neurona, por ejemplo, ya se ha puesto en acción. Proteínas en su superficie cambian repentinamente sus formas, bloqueando el flujo de átomos de sodio cargados positivamente presentes en el fluido corporal circundante. Este cambio en el flujo de átomos cargados eléctricamente produce un cambio en el voltaje que estremece a la célula. Luego de una distancia de una fracción de milímetro, la señal eléctrica alcanza el extremo de la neurona, alterando la liberación de moléculas especificas, las cuales migran una distancia de una diezmilésima de milímetro hasta que alcanzan la próxima neurona, trasmitiéndole las noticias.

Los brazos de la mujer cuelgan libremente, su cabeza está levemente inclinada hacia la derecha y su cabello cae sobre sus hombros. Esta información y mucho, mucho más está exactamente codificado en los pulsos eléctricos en varias neuronas de los ojos del hombre.

En otras pocas milésimas de segundo, las señales eléctricas alcanzan las neuronas del ganglio, las que se agrupan en el nervio óptico detrás del ojo y llevan sus datos hacia el cerebro. Aquí, los impulsos corren hacia la corteza visual primaria, una capa de tejido altamente plegada de alrededor de dos milímetros de espesor y diez centímetros cuadrados de área, conteniendo unas cien millones de neuronas en media docena de capas. La cuarta capa recibe las señales en primer lugar, realiza un análisis preliminar y transfiere la información a neuronas de otras capas. En cada etapa, cada neurona puede recibir señales desde miles de otras neuronas, combina las señales –algunas se cancelan entre sí- y envía el resultado a otro millar de neuronas.

Treinta segundos después –cuando ya billones de partículas de luz reflejadas en el cuerpo de la mujer han entrado a los ojos del hombre y han sido procesadas– la mujer dice hola. Inmediatamente, moléculas de aire son empujadas unas hacia otras, para después ser apartadas y luego nuevamente amontonadas, Este movimiento, parecido al de un resorte, comienza en las cuerdas vocales de la mujer y viaja hacia los oídos del hombre (a unos seis metros de distancia) en dos centésimas de segundo.

Dentro de cada uno de los oídos del hombre, el vibrante aire cubre rápidamente la distancia hasta el tímpano. El tímpano, una membrana oval de alrededor de un centímetro de diámetro y que forma un ángulo de 55 grados con el piso del canal auditivo, comienza a temblar y transmite su movimiento a tres pequeños huesos. A partir de allí, las vibraciones sacuden el fluido en la cóclea, parecida a un caracol con dos vueltas y media.

Dentro de la cóclea los tonos son descifrados. Aquí, una tenue membrana ondula al compás del fluido y a lo largo de esta membrana basilar hay delgados filamentos de variados espesores, como cuerdas de un arpa. La voz de la mujer, desde la distancia, está tocando el arpa. Su hola comienza en un registro bajo y luego incrementa su tono hacia el final. En una precisa respuesta, los filamentos más gruesos de la membrana basilar vibran primero, seguidos luego de los filamentos más delgados. Finalmente, decenas de miles de bastoncitos adheridos a la membrana basilar trasmiten sus particulares estremecimientos al nervio auditivo.

Las noticias del hola de la mujer, traducido eléctricamente, corren a lo largo del nervio auditivo y entran al cerebro del hombre, a través del tálamo, a una región especializada de la corteza cerebral para su posterior procesamiento. Eventualmente, una gran fracción de los billones de neuronas del cerebro del hombre se dedica a analizar los datos visuales y auditivos recién adquiridos. Compuertas de sodio y potasio abren y cierran sin cesar. Corrientes eléctricas se apresuran a lo largo de fibras neuronales. Moléculas fluyen del extremo de un nervio al próximo.

Todo esto es conocido. Lo que es desconocido es porqué, luego de un minuto, el hombre camina hacia la mujer y sonríe.

martes, marzo 31, 2009

El sueño.

Le sucede que cuando sueña siempre cree ser Victor Gödel, un tipo al que no recuerda haber conocido nunca en la vigilia y que, sin embargo, no puede evitar creer ser él en cualquiera de sus sueños.
Victor Gödel es, al paracer, un hombre de mediana edad, de constitución más bien delgada, un poco más alto que él y que muy probablemente suele llevar bigote aunque no puede estar completamente seguro de ninguna de estas características pues siempre que sueña ser Victor Gödel lo hace viendo a través de sus ojos, sin la capacidad de soñarse extracorporeamente y tampoco recuerda haberse mirado en un espejo mientras soñaba.
Si sabe que en sueños es Victor Gödel, aunque no conozca su rostro, ni jamás haya tenido noticia de él y ni tan siquiera pueda estar seguro de que realmente Victor Gödel exista, es porqué las otras personas que aparecen en sus sueños se dirigen a él como Victor o Sr. Gödel. Y parecen ser conocidos del tal Victor Gödel, pues al trato familiar con que se dirigen a él hay que añadir el hecho de que no es gente que él reconozca o recuerde haber visto jamás. A eccepción de cuando sueña con gente famosa, por lo que se puede deducir que el círculo de conocidos de Victor Gödel y el suyo son distintos. Y, sin embargo, parece que sea quien sea ese tal victor conoce al igaul que él cierta gente famosa del mundo y de su país y, como suele suceder, a veces, sueña con ellos. De ahí podría deducirse que Victor Gödel, si en realidad existe, viviría también en su mismo país. Circumstancia también corroborable por el uso del mismo idioma o las costumbres de las gentes que habitan en sus sueños. Aunque, por lo demás, se podría asegurar que las calles y los sitios en que transcurren dichos sueños no le resultan reconocibles aunque sí un tanto familiares. Con una arquitectura similar a las calles y lugares de su pueblo, esos sitios tambien suelen repetirse en la mayoría de los sueños y la casa en que muchos de ellos acontecen y que soñando ser Victor Gödel la siente como su hogar también es la misma cada noche. Con su puerta de entrada de madera color azul, detrás de la cual un pasillo lleva hasta el pequeño salon-comedor desde el que se puede subir por unas escaleras con barandillas metálicas de frio pasamanos hasta la planta de arriba donde está la habitación donde duerme Victor Gödel.
Pero nada que haya soñado de esa casa, nada que haya soñado de ese pueblo ha sido frecuentado jamás por él, ni tampoco hay ninguna referencia que lo pueda identificar, ni recuerda haber soñado nunca que alguien dijera el nombre de ese lugar. Hasta ayer.
Anoche, mientras volvía a soñar que era Victor Gödel comprando en una tienda,, donde alguna otra vez ya había transcurrido alguno de sus sueños, apareció, como aparece la gente en sueños, Armando. Armando era un viejo amigo suyo de la juventud que hacía años que no veía. Y era la primera persona con la que soñaba desde que en sueños creía ser Victor Gödel que, sin ser famosa, también era conocida por él. Además, también Armando parecía conocer a Victor Gödel ya que se dirigió a él llamandole por su nombre diciendole cosas como a veces se dicen cosas en los sueños.
Al despertar, no tardó en hacer algunas llamadas a amigos que tenía en común con el que parecía ser un amigo común entre él y Victor Gödel. Finalmente, aduciendo vagas excusas melancólicas consiguió el número de teléfono actual de su viejo amigo Armando. Y, después de reflexionar un rato sobre que podía decirle a Armando para justificar tan inesperada llamada después de tantos años y que lo hacía para preguntarle por la exiatencia de alguien de quien tan solo sabía por sueños y como podía explicarle que anoche soño con él mientras soñaba ser ese tal Victor Gödel para finalmente preguntarle si le conocía. Y, entonces, después de reconocer que todo eso no tenía ningún sentido: lo llamó, sin más. Lo saludó, se presento haciendo alguna referencia a recuerdos comunes del pasado para que se acordara de él y directamente se lo preguntó ¿Conoces a Victor Gödel?
Le conocía, era un vecino del pueblo al que se había mudado hacía años al casarse con una chica de ahí. Victor Gödel existía o, al menos, alguien llamado igual que vivía en un pueblo no demasiado lejos de ahí. En el que él jamás había estado o, al menos, no recordaba haber estado jamás.
Era tarde, pero aun así emprendió el viaje. Condució durante casi dos horas y media y al llegar a su destino y aunque ya era bien entrada la noche enseguida lo reconoció. Las mismas calles, los mismos sitios con los que solía soñar.
Y aparcó justo enfrente de la casa que en sueños creía ser su casa. La casa de Victor Gödel. Se plantó frente la puerta de madera color azul, estaba entreabierta, entro en la casa y recorrió el pasillo que daba al salón comedor, dentro todo estaba en la semioscuidad, pero él conocía la distribución de la estructura, el lugar que ocupaba cada mueble y arrastrando silenciosamente los pies fue avanzando hasta dar con las escaleras de barandillas metálicas, las subió con sigilo sujetandose al frio pasamanos hasta llegar al piso de arriba y plantarse frente al dormitorio. Abrió pausadamente y con un silencio sepulcral la puerta y a través de un hilo de luz que entraba desde la farola de la calle a través de la ventana, lo vió. Durmiendo plácidamente en su cama, Victor Gödel.
Aunque no conocía su rostro, sabía que era él. Se acercó despacio a los pies de la cama y, entonces, se dió cuenta, mientras lo contemplaba, que Victor Gödel también estaba soñando y le asaltó de repente la duda de quien creería ser Victor Gödel cuando soñaba.
Un frio escalofrío recorrió su espina dorsal. Tenía que salir de ahí de immediato. Así, sin poder apartar su mirada de ese rostro dormido intentó salir de la habitación caminando hacia atrás, sin embargo, no pudo evitar tropezar con una silla. Y, entonces, Victor Gödel, despertó.

jueves, marzo 12, 2009

La sala de estar de la Señora Monrow.

En la sala de estar de la Señora Monrow siempre que el reloj marca una hora en punto se sirve el té. Con lo que al unisono que suenan las campanas en el reloj de péndulo del salón podemos ver a su criada, la señorita Rosemary, aparecer desde detrás de las cortinas de la puerta que da a la cocina portando una bandeja de plata con sendas tazas y platitos de porcelana con su correspondiente tetera a juego. Un total de cuatro tazas con sus respectivos platitos para la Señora Monrow y sus tres invitados: el Sr. y la Sra. Spencer, que están uno junto al otro sentados en el sofá bajo el reloj de péndulo y el Reverendo Robjows, que permanece de pie junto a la mesa del salón cerca de la Señora Monrow; la cual está sentada en el sofá individual y justo cuando ve aparecer a su criada la señorita Rosemary exclama: Por fín, el té. Y a la hora en punto.
Esto era dicho por la Señora Monrow en el mismo preciso instante en que sonaba la sexta y última campanada en el reloj de péndulo. Entonces, el Sr. Spencer, haciendo gala de un inusitado entusiasmo añadía: excelente, me encanta el té.
La señorita Rosemary procedía a servir el té a cada uno de los invitados que le correspondían con vagas sonrisas y susurrados gracias apenas imperceptibles hasta que finalmente se dispuso a atender a la amfitriona, la Señora Monrow. La cual permanecia impasible mientras gorgoteaba el té des del vertice de la tetera hasta la pertinente tacita de porcelana vertiendose en gran parte por el platito llegando a salpicar la falda plisada de la Señora Monrow a causa del temblor que achacaba las sudorosas manos de la señorita Rosemary, a lo que, finalmente, la Señora Monrow que seguía sin immutarse comentó: el mio con dos de azucar, por favor.
Lo se. Le respondió seca y desaforadamente, ya con el rostro desencajado y espetandole una mirada entre el miedo y la ira directa a los ojos de su patrona.
Por favor, Rosemary, contengase. Un frio halo de incertidumbre recorrió entonces el salón apoderandose del desasosiego de los ahí presentes. La Señora Monrow, sin levantar la vista de sus propias manos, añadió, diriendose a la criada: puede retirarse. Y Rosemary se marchó con los ojos vidriosos y llenos de amargura desapareciendo por entre las cortinas que daban a la cocina.
Resulta muy difícil encontrar hoy en día personal competente dijo en voz alta el Reverendo Robjows mientras daba un primer sorbo a su taza de té. Yo misma, en mi propia casa, el mayordomo, el Sr. Edwars... se propuso a contar la Sra. Spencer cuando su marido, el Sr. Spencer la cortó posando suavemente la mano sobre su antebrazo.
Sepa disculparla prosiguió la Señora Monrow, que aun permanecía con la mirada cabizbaja, sin atreverse a mirar a su alrededor. Para luego, en un intento de desviar la conversación comentar: En fín ¿encuentra de su gusto el té, Reverendo Robjows?
El reverendo, que apenas sí había tomado dos ínfimos sorbos de té, musitó distraídamente: bueno, en honor a la verdad, está un poco tibió.
La Señora Monrow, con la tez enrojecida por la ira, miró de soslayo hacía el lado donde estaba el reverendo aunque aun sin atreverse a alzar la vista. La Señora Spencer, en cambio, empalidecía por momentos. El Reverendo Robjows, por su parte, quedó interperrito emarado en un sudor con los ojos bien abiertos dandose cuenta de lo inapropiado de su comentario. Cuando, de repente, el Sr. Spencer se levantó del sofá y exclamó en voz alta dirigiendose a la Señora Monrow: ¡Frío! ¡Está frío! ¡El té está frío!
Luego todo quedó en calma. El Sr. Spencer volvía a estar sentado en el sofá junto a su mujer. La Señora Monrow permanecía justo a su derecha en el sofá individual y el Reverendo Robjows seguía de pie a su lado. Entonces, en el reloj de péndulo volvían a sonar otra vez las seis y la criada, la señorita Rosemary, entraba en el salón desde las cortinas que cubrían la puerta que daba a la cocina portando otra vez la impoluta bandeja de plata con la tetera llena de té frío y sendas tacitas de porcelana con sus correspondientes platitos a juego.


Cronotopía en la sala de estar de la Señora Monrow.

En la sala de estar de la Señora Monrow el tiempo pasa invariablemente en ciclos de cinco minutos. Una vez concluído cada ciclo toda ubicación espacio-temporal vuelve al punto de partida. Sentada en el sofá individual la Señora Monrow mira el reloj de péndulo para constatar que van a dar las seis. Bajo el reloj, sentados en el sofá principal uno al lado del otro, el Sr. y la Sra. Spencer. También está el Reverendo Robjows, que permanece de pie justo al lado de donde se encuentra la Señora Monrow.
Al dar la sexta campanada aparece la señorita Rosemary, la criada, que trae siempre consigo una bandeja de plata en la que lleva una tetera y cuatro tazas de porcelana con sus respectivos platitos, pero además también un azucarero y cinco cucharitas, una para servir el azucar y las demás correspondientes a cada juego de té. Aunque estos últimos elementos hayan sido omitidos en pos de una economía perceptiva.
Luego, todo parece transcurrir mediante los parametros esperados en este tipo de eventos hasta que la tensión se desencadena en el momento en que la señorita Rosemary vierte, debido al temblor que acecha sus manos, sobre el platito y también sobre la falda plisada de la Señora Monrow parte del contenido de la tetera. Y, sin embargo, esta, a pesar de ver ensuciada su falda nueva y impregnadas sus pantorrillas con té recién servido, no se quema y apenas se immuta. Esto resulta posible porque dicha infusión, como se descubrirá más adelante sugerido por el Reverendo Robjows y confirmado vehementemente por el Sr. Spencer, se encuentra en un estado térmico de enfriamiento. No por culpa de la señorita Rosemary, que sirve el té diligentemente y sin entretenerse por el camino. Tampoco de la Sra. Williams, la cocinera, que jamás es mencionada pero es quien teoricamente ha hecho hervir el agua para el té como cada tarde en la cocina de gas.
Por lo que cabe apuntar que el hecho de que el té esté completamente frío en el momento de ser servido atañe más a una persistencia en la termodinámica del líquido elemento que, al igual que la memoria de los presentes, no se ve afectada por el flujo temporal oscilante en que se encuentra atrapada la sala de estar de la Señora Monrow.
En todo caso, la propia Señora Monrow, adalid de los preceptos del mundo jamás puede llegar a admitir que algunas de las leyes más immutables del universo, como el devenir del continuum espacio-temporal, puedan verse alteradas en su propia sala de estar. Y es por eso que siempre procurará mantener la calma y preferirá culpar de los hechos acaecidos a la mala actitud de sus sirvientas. Para lo que encontrará como aliados a la Sra. Spencer, con la comparte cierta moral buerguesa, y también al Reverendo Robjows, cuya fe religiosa le conmina a recelar de cualquier explicación de caracter metafísico para dicha situación. Es por eso que intentará mostrarse de forma natural en todo momento, aunque finalmente sea un malogrado comentario suyo el que de pie a los demás a plantearse de forma explicita lo que pueda estar ahí sucediendo. Algo se desmorona entonces dentro de la Señora Monrow, a la vez que el Sr. Spencer, que antes ya había cortado de forma abrupta una explicación de su esposa que quizá ya haya oído antes miles de veces, quiza infinitas, y esta vez gritando al mismo tiempo que se levanta del sofá exclamará lo que todos saben: que el té está extremadamente frío. O, lo que es lo mismo, la evidencia de que es el mismo té que está siendo servido cada vez de forma cíclica en esa sala de estar donde, aunque nadie parezca admitirlo, se encuentran atrapados quien sabe si para siempre o desde siempre.
El Sr. Spencer no ha ganado nada con su actitud pues al rato aparecerá otra vez por entre las cortinas que dan a la cocina la señorita Rosemary portando de nuevo la bandeja de plata con la tetera y las tacitas y los platos que previamente han desaparecido de las manos de los presentes como si nada hubiera ocurrido. La señorita Rosemary, sin embargo, tampoco sabe nadie muy bien desde donde viene, a pesar de se la vea siempre aparecer por entre las cortinas que supuestamente dan a la cocina, aunque dada la extraordinariedad de la situación nadie podría atreverse a asegurarlo. Ni tampoco pueda constatarse con certeza donde esta durante el tiempo que luego desaparece con los ojos vidriosos y sumida en sollozos despues de que su patrona la conminara a retirarse. No obstante, podría suponerse que efectivamente llega y luego se marcha a la sala contigua donde detrás de unas cortinas separadoras podríamos encontrar quizá a la cocinera, la Sra. Williams y que tendría una continuidad con el resto de la casa y desde ella se pudiera acceder al resto de la ciudad en la que podríamos encontrar en el interior de la casa de los Srs. Spencer, al Sr. Edwars, su mayordomo haciendo las maletas ya que debe marcharse debido a la misteriosa desaparición de sus patrones. Por lo que ha decidido marcharse de la ciudad más allá de la cual podría encontrarse el resto del mundo. O quizá no.