martes, diciembre 28, 2010

Porción de irrealidad.

el escritor escribe sobre un hombre que en medio de un cuarto lleno de lienzos tirados por el suelo está dando las ultimas pinceladas a su ultimo cuadro posado encima del caballete justo bajo la bombilla del techo que irradia una luz mortecina que se disemina por toda la estancia sobre los lienzos apilados contra las paredes, sobre las sillas donde se amontonan mas lienzos, sobre la estantería repleta de tubos de pintura, de botes llenos de pinceles y una maqueta de hombre como la que usan los pintores que recrea la pose del pensador de Roden pensando en un corazón que late como un pájaro carpintero.
Y, además, bajo la luz cenicienta de un biombo de paisajes chinescos que jamás existieron más que en la imaginación de un estampador se vislumbra la opaca figura de un gato durmiendo obillado en su negro pelaje agorero de profecias adversas que anda soñando que vive en el interior de una caja de daguerrotipias donde se vela la imagen de un conspicuo e ilustre vecino de cierta ciudad.
Y también más alla se ve un sucio fregadero lleno de iridiscentes reflejos de pintura y disolvente en los que se refracta vagamente la luz de la bombilla del techo donde el pintor va terminando su obra. Mientras que en el redondo espejo de la pared de enfrente -en plena desincronía espacio-temporal- se ve reflejada la imagen de
Leonardo da Vinci esbozando el primer croquis del hombre de Vitrubio en su estudio de milanés alrededor del año 1942.
*EL DESIERTO

A unos trescientos o cuatrocientos metros de la Pirámide me
incliné, tomé un puñado de arena, lo dejé caer silenciosamente un
poco más lejos y dije en voz baja: Estoy modificando el Sahara. El
hecho era mínimo, pero las no ingeniosas palabras eran exactas y
pensé que había sido necesaria toda mi vida para que yo pudiera
decirlas. La memoria de aquel momento es una de las más
significativas de mi estadía en Egipto.

Borges

lunes, diciembre 13, 2010

La ventana abierta. Saki

-Mi tía bajará enseguida, señor Nuttel -dijo con mucho aplomo una señorita de quince años-; mientras tanto debe hacer lo posible por soportarme.
Framton Nuttel se esforzó por decir algo que halagara debidamente a la sobrina sin dejar de tomar debidamente en cuenta a la tía que estaba por llegar. Dudó más que nunca que esta serie de visitas formales a personas totalmente desconocidas fueran de alguna utilidad para la cura de reposo que se había propuesto.

-Sé lo que ocurrirá -le había dicho su hermana cuando se disponía a emigrar a este retiro rural-: te encerrarás no bien llegues y no hablarás con nadie y tus nervios estarán peor que nunca debido a la depresión. Por eso te daré cartas de presentación para todas las personas que conocí allá. Algunas, por lo que recuerdo, eran bastante simpáticas.

Framton se preguntó si la señora Sappleton, la dama a quien había entregado una de las cartas de presentación, podía ser clasificada entre las simpáticas.

-¿Conoce a muchas personas aquí? -preguntó la sobrina, cuando consideró que ya había habido entre ellos suficiente comunicación silenciosa.

-Casi nadie -dijo Framton-. Mi hermana estuvo aquí, en la rectoría, hace unos cuatro años, y me dio cartas de presentación para algunas personas del lugar.

Hizo esta última declaración en un tono que denotaba claramente un sentimiento de pesar.

-Entonces no sabe prácticamente nada acerca de mi tía -prosiguió la aplomada señorita.

-Sólo su nombre y su dirección -admitió el visitante. Se preguntaba si la señora Sappleton estaría casada o sería viuda. Algo indefinido en el ambiente sugería la presencia masculina.

-Su gran tragedia ocurrió hace tres años -dijo la niña-; es decir, después que se fue su hermana.

-¿Su tragedia? -preguntó Framton; en esta apacible campiña las tragedias parecían algo fuera de lugar.

-Usted se preguntará por qué dejamos esa ventana abierta de par en par en una tarde de octubre -dijo la sobrina señalando una gran ventana que daba al jardín.

-Hace bastante calor para esta época del año -dijo Framton- pero ¿qué relación tiene esa ventana con la tragedia?

-Por esa ventana, hace exactamente tres años, su marido y sus dos hermanos menores salieron a cazar por el día. Nunca regresaron. Al atravesar el páramo para llegar al terreno donde solían cazar quedaron atrapados en una ciénaga traicionera. Ocurrió durante ese verano terriblemente lluvioso, sabe, y los terrenos que antes eran firmes de pronto cedían sin que hubiera manera de preverlo. Nunca encontraron sus cuerpos. Eso fue lo peor de todo.

A esta altura del relato la voz de la niña perdió ese tono seguro y se volvió vacilantemente humana.

-Mi pobre tía sigue creyendo que volverán algún día, ellos y el pequeño spaniel que los acompañaba, y que entrarán por la ventana como solían hacerlo. Por tal razón la ventana queda abierta hasta que ya es de noche. Mi pobre y querida tía, cuántas veces me habrá contado cómo salieron, su marido con el impermeable blanco en el brazo, y Ronnie, su hermano menor, cantando como de costumbre "¿Bertie, por qué saltas?", porque sabía que esa canción la irritaba especialmente. Sabe usted, a veces, en tardes tranquilas como las de hoy, tengo la sensación de que todos ellos volverán a entrar por la ventana...

La niña se estremeció. Fue un alivio para Framton cuando la tía irrumpió en el cuarto pidiendo mil disculpas por haberlo hecho esperar tanto.

-Espero que Vera haya sabido entretenerlo -dijo.

-Me ha contado cosas muy interesantes -respondió Framton.

-Espero que no le moleste la ventana abierta -dijo la señora Sappleton con animación-; mi marido y mis hermanos están cazando y volverán aquí directamente, y siempre suelen entrar por la ventana. No quiero pensar en el estado en que dejarán mis pobres alfombras después de haber andado cazando por la ciénaga. Tan típico de ustedes los hombres ¿no es verdad?

Siguió parloteando alegremente acerca de la caza y de que ya no abundan las aves, y acerca de las perspectivas que había de cazar patos en invierno. Para Framton, todo eso resultaba sencillamente horrible. Hizo un esfuerzo desesperado, pero sólo a medias exitoso, de desviar la conversación a un tema menos repulsivo; se daba cuenta de que su anfitriona no le otorgaba su entera atención, y su mirada se extraviaba constantemente en dirección a la ventana abierta y al jardín. Era por cierto una infortunada coincidencia venir de visita el día del trágico aniversario.

-Los médicos han estado de acuerdo en ordenarme completo reposo. Me han prohibido toda clase de agitación mental y de ejercicios físicos violentos -anunció Framton, que abrigaba la ilusión bastante difundida de suponer que personas totalmente desconocidas y relaciones casuales estaban ávidas de conocer los más íntimos detalles de nuestras dolencias y enfermedades, su causa y su remedio-. Con respecto a la dieta no se ponen de acuerdo.

-¿No? -dijo la señora Sappleton ahogando un bostezo a último momento. Súbitamente su expresión revelaba la atención más viva... pero no estaba dirigida a lo que Framton estaba diciendo.

-¡Por fin llegan! -exclamó-. Justo a tiempo para el té, y parece que se hubieran embarrado hasta los ojos, ¿no es verdad?

Framton se estremeció levemente y se volvió hacia la sobrina con una mirada que intentaba comunicar su compasiva comprensión. La niña tenía puesta la mirada en la ventana abierta y sus ojos brillaban de horror. Presa de un terror desconocido que helaba sus venas, Framton se volvió en su asiento y miró en la misma dirección.

En el oscuro crepúsculo tres figuras atravesaban el jardín y avanzaban hacia la ventana; cada una llevaba bajo el brazo una escopeta y una de ellas soportaba la carga adicional de un abrigo blanco puesto sobre los hombros. Los seguía un fatigado spaniel de color pardo. Silenciosamente se acercaron a la casa, y luego se oyó una voz joven y ronca que cantaba: "¿Dime, Bertie, por qué saltas?"

Framton agarró deprisa su bastón y su sombrero; la puerta de entrada, el sendero de grava y el portón, fueron etapas apenas percibidas de su intempestiva retirada. Un ciclista que iba por el camino tuvo que hacerse a un lado para evitar un choque inminente.

-Aquí estamos, querida -dijo el portador del impermeable blanco entrando por la ventana-: bastante embarrados, pero casi secos. ¿Quién era ese hombre que salió de golpe no bien aparecimos?

-Un hombre rarísimo, un tal señor Nuttel -dijo la señora Sappleton-; no hablaba de otra cosa que de sus enfermedades, y se fue disparado sin despedirse ni pedir disculpas al llegar ustedes. Cualquiera diría que había visto un fantasma.

-Supongo que ha sido a causa del spaniel -dijo tranquilamente la sobrina-; me contó que los perros le producen horror. Una vez lo persiguió una jauría de perros parias hasta un cementerio cerca del Ganges, y tuvo que pasar la noche en una tumba recién cavada, con esas bestias que gruñían y mostraban los colmillos y echaban espuma encima de él. Así cualquiera se vuelve pusilánime.

La fantasía sin previo aviso era su especialidad.

martes, noviembre 30, 2010


Axolotl.

Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl.

El azar me llevó hasta ellos una mañana de primavera en que París abría su cola de pavo real después de la lenta invernada. Bajé por el bulevar de Port Royal, tomé St. Marcel y L’Hôpital, vi los verdes entre tanto gris y me acordé de los leones. Era amigo de los leones y las panteras, pero nunca había entrado en el húmedo y oscuro edificio de los acuarios. Dejé mi bicicleta contra las rejas y fui a ver los tulipanes. Los leones estaban feos y tristes y mi pantera dormía. Opté por los acuarios, soslayé peces vulgares hasta dar inesperadamente con los axolotl. Me quedé una hora mirándolos, y salí incapaz de otra cosa.

En la biblioteca Saint-Geneviève consulté un diccionario y supe que los axolotl son formas larvales, provistas de branquias, de una especie de batracios del género amblistoma. Que eran mexicanos lo sabía ya por ellos mismos, por sus pequeños rostros rosados aztecas y el cartel en lo alto del acuario. Leí que se han encontrado ejemplares en África capaces de vivir en tierra durante los períodos de sequía, y que continúan su vida en el agua al llegar la estación de las lluvias. Encontré su nombre español, ajolote, la mención de que son comestibles y que su aceite se usaba (se diría que no se usa más) como el de hígado de bacalao.

No quise consultar obras especializadas, pero volví al día siguiente al Jardin des Plantes. Empecé a ir todas las mañanas, a veces de mañana y de tarde. El guardián de los acuarios sonreía perplejo al recibir el billete. Me apoyaba en la barra de hierro que bordea los acuarios y me ponía a mirarlos. No hay nada de extraño en esto porque desde un primer momento comprendí que estábamos vinculados, que algo infinitamente perdido y distante seguía sin embargo uniéndonos. Me había bastado detenerme aquella primera mañana ante el cristal donde unas burbujas corrían en el agua. Los axolotl se amontonaban en el mezquino y angosto (sólo yo puedo saber cuán angosto y mezquino) piso de piedra y musgo del acuario. Había nueve ejemplares y la mayoría apoyaba la cabeza contra el cristal, mirando con sus ojos de oro a los que se acercaban. Turbado, casi avergonzado, sentí como una impudicia asomarme a esas figuras silenciosas e inmóviles aglomeradas en el fondo del acuario. Aislé mentalmente una situada a la derecha y algo separada de las otras para estudiarla mejor. Vi un cuerpecito rosado y como translúcido (pensé en las estatuillas chinas de cristal lechoso), semejante a un pequeño lagarto de quince centímetros, terminado en una cola de pez de una delicadeza extraordinaria, la parte más sensible de nuestro cuerpo. Por el lomo le corría una aleta transparente que se fusionaba con la cola, pero lo que me obsesionó fueron las patas, de una finura sutilísima, acabadas en menudos dedos, en uñas minuciosamente humanas. Y entonces descubrí sus ojos, su cara, dos orificios como cabezas de alfiler, enteramente de un oro transparente carentes de toda vida pero mirando, dejándose penetrar por mi mirada que parecía pasar a través del punto áureo y perderse en un diáfano misterio interior. Un delgadísimo halo negro rodeaba el ojo y los inscribía en la carne rosa, en la piedra rosa de la cabeza vagamente triangular pero con lados curvos e irregulares, que le daban una total semejanza con una estatuilla corroída por el tiempo. La boca estaba disimulada por el plano triangular de la cara, sólo de perfil se adivinaba su tamaño considerable; de frente una fina hendedura rasgaba apenas la piedra sin vida. A ambos lados de la cabeza, donde hubieran debido estar las orejas, le crecían tres ramitas rojas como de coral, una excrescencia vegetal, las branquias supongo. Y era lo único vivo en él, cada diez o quince segundos las ramitas se enderezaban rígidamente y volvían a bajarse. A veces una pata se movía apenas, yo veía los diminutos dedos posándose con suavidad en el musgo. Es que no nos gusta movernos mucho, y el acuario es tan mezquino; apenas avanzamos un poco nos damos con la cola o la cabeza de otro de nosotros; surgen dificultades, peleas, fatiga. El tiempo se siente menos si nos estamos quietos.

Fue su quietud la que me hizo inclinarme fascinado la primera vez que vi a los axolotl. Oscuramente me pareció comprender su voluntad secreta, abolir el espacio y el tiempo con una inmovilidad indiferente. Después supe mejor, la contracción de las branquias, el tanteo de las finas patas en las piedras, la repentina natación (algunos de ellos nadan con la simple ondulación del cuerpo) me probó que eran capaz de evadirse de ese sopor mineral en el que pasaban horas enteras. Sus ojos sobre todo me obsesionaban. Al lado de ellos en los restantes acuarios, diversos peces me mostraban la simple estupidez de sus hermosos ojos semejantes a los nuestros. Los ojos de los axolotl me decían de la presencia de una vida diferente, de otra manera de mirar. Pegando mi cara al vidrio (a veces el guardián tosía inquieto) buscaba ver mejor los diminutos puntos áureos, esa entrada al mundo infinitamente lento y remoto de las criaturas rosadas. Era inútil golpear con el dedo en el cristal, delante de sus caras no se advertía la menor reacción. Los ojos de oro seguían ardiendo con su dulce, terrible luz; seguían mirándome desde una profundidad insondable que me daba vértigo.

Y sin embargo estaban cerca. Lo supe antes de esto, antes de ser un axolotl. Lo supe el día en que me acerqué a ellos por primera vez. Los rasgos antropomórficos de un mono revelan, al revés de lo que cree la mayoría, la distancia que va de ellos a nosotros. La absoluta falta de semejanza de los axolotl con el ser humano me probó que mi reconocimiento era válido, que no me apoyaba en analogías fáciles. Sólo las manecitas... Pero una lagartija tiene también manos así, y en nada se nos parece. Yo creo que era la cabeza de los axolotl, esa forma triangular rosada con los ojitos de oro. Eso miraba y sabía. Eso reclamaba. No eran animales.

Parecía fácil, casi obvio, caer en la mitología. Empecé viendo en los axolotl una metamorfosis que no conseguía anular una misteriosa humanidad. Los imaginé conscientes, esclavos de su cuerpo, infinitamente condenados a un silencio abisal, a una reflexión desesperada. Su mirada ciega, el diminuto disco de oro inexpresivo y sin embargo terriblemente lúcido, me penetraba como un mensaje: «Sálvanos, sálvanos». Me sorprendía musitando palabras de consuelo, transmitiendo pueriles esperanzas. Ellos seguían mirándome inmóviles; de pronto las ramillas rosadas de las branquias se enderezaban. En ese instante yo sentía como un dolor sordo; tal vez me veían, captaban mi esfuerzo por penetrar en lo impenetrable de sus vidas. No eran seres humanos, pero en ningún animal había encontrado una relación tan profunda conmigo. Los axolotl eran como testigos de algo, y a veces como horribles jueces. Me sentía innoble frente a ellos, había una pureza tan espantosa en esos ojos transparentes. Eran larvas, pero larva quiere decir máscara y también fantasma. Detrás de esas caras aztecas inexpresivas y sin embargo de una crueldad implacable, ¿qué imagen esperaba su hora?

Les temía. Creo que de no haber sentido la proximidad de otros visitantes y del guardián, no me hubiese atrevido a quedarme solo con ellos. «Usted se los come con los ojos», me decía riendo el guardián, que debía suponerme un poco desequilibrado. No se daba cuenta de que eran ellos los que me devoraban lentamente por los ojos en un canibalismo de oro. Lejos del acuario no hacía mas que pensar en ellos, era como si me influyeran a distancia. Llegué a ir todos los días, y de noche los imaginaba inmóviles en la oscuridad, adelantando lentamente una mano que de pronto encontraba la de otro. Acaso sus ojos veían en plena noche, y el día continuaba para ellos indefinidamente. Los ojos de los axolotl no tienen párpados.

Ahora sé que no hubo nada de extraño, que eso tenía que ocurrir. Cada mañana al inclinarme sobre el acuario el reconocimiento era mayor. Sufrían, cada fibra de mi cuerpo alcanzaba ese sufrimiento amordazado, esa tortura rígida en el fondo del agua. Espiaban algo, un remoto señorío aniquilado, un tiempo de libertad en que el mundo había sido de los axolotl. No era posible que una expresión tan terrible que alcanzaba a vencer la inexpresividad forzada de sus rostros de piedra, no portara un mensaje de dolor, la prueba de esa condena eterna, de ese infierno líquido que padecían. Inútilmente quería probarme que mi propia sensibilidad proyectaba en los axolotl una conciencia inexistente. Ellos y yo sabíamos. Por eso no hubo nada de extraño en lo que ocurrió. Mi cara estaba pegada al vidrio del acuario, mis ojos trataban una vez mas de penetrar el misterio de esos ojos de oro sin iris y sin pupila. Veía de muy cerca la cara de una axolotl inmóvil junto al vidrio. Sin transición, sin sorpresa, vi mi cara contra el vidrio, en vez del axolotl vi mi cara contra el vidrio, la vi fuera del acuario, la vi del otro lado del vidrio. Entonces mi cara se apartó y yo comprendí.

Sólo una cosa era extraña: seguir pensando como antes, saber. Darme cuenta de eso fue en el primer momento como el horror del enterrado vivo que despierta a su destino. Afuera mi cara volvía a acercarse al vidrio, veía mi boca de labios apretados por el esfuerzo de comprender a los axolotl. Yo era un axolotl y sabía ahora instantáneamente que ninguna comprensión era posible. Él estaba fuera del acuario, su pensamiento era un pensamiento fuera del acuario. Conociéndolo, siendo él mismo, yo era un axolotl y estaba en mi mundo. El horror venía -lo supe en el mismo momento- de creerme prisionero en un cuerpo de axolotl, transmigrado a él con mi pensamiento de hombre, enterrado vivo en un axolotl, condenado a moverme lúcidamente entre criaturas insensibles. Pero aquello cesó cuando una pata vino a rozarme la cara, cuando moviéndome apenas a un lado vi a un axolotl junto a mí que me miraba, y supe que también él sabía, sin comunicación posible pero tan claramente. O yo estaba también en él, o todos nosotros pensábamos como un hombre, incapaces de expresión, limitados al resplandor dorado de nuestros ojos que miraban la cara del hombre pegada al acuario.

Él volvió muchas veces, pero viene menos ahora. Pasa semanas sin asomarse. Ayer lo vi, me miró largo rato y se fue bruscamente. Me pareció que no se interesaba tanto por nosotros, que obedecía a una costumbre. Como lo único que hago es pensar, pude pensar mucho en él. Se me ocurre que al principio continuamos comunicados, que él se sentía más que nunca unido al misterio que lo obsesionaba. Pero los puentes están cortados entre él y yo porque lo que era su obsesión es ahora un axolotl, ajeno a su vida de hombre. Creo que al principio yo era capaz de volver en cierto modo a él -ah, sólo en cierto modo-, y mantener alerta su deseo de conocernos mejor. Ahora soy definitivamente un axolotl, y si pienso como un hombre es sólo porque todo axolotl piensa como un hombre dentro de su imagen de piedra rosa. Me parece que de todo esto alcancé a comunicarle algo en los primeros días, cuando yo era todavía él. Y en esta soledad final, a la que él ya no vuelve, me consuela pensar que acaso va a escribir sobre nosotros, creyendo imaginar un cuento va a escribir todo esto sobre los axolotl.

Julio Cortazar.

jueves, noviembre 25, 2010

Bajo la amarilla luz de la bombilla del techo.

Bajo la amarilla luz de la bombilla del techo ahorcada tan solo del cable de la electricidad y que impregna de una sordida calidez amarillenta la pequeña habitación de tu cuarto y que si la miras fijamente alzando la vista hacia el techo aunque solo sea por unos escasos segundos te deja al cerrar los ojos un amarillo punto en medio de la oscuridad de tus párpados que se vuelve a su vez al abrirlos de nuevo un punto negro sobre la superficie amarillada y desnuda de una de las paredes de la pieza imbuída de soledad y fulgor crepuscular de luz artificial de bombilla halógena que brilla algo opácamente como una idea difusa sobre tu cabeza y llena de sombras urañas los recovecos de la habitación donde se amontonan sobre una silla plegable prendas de ropa revueltas y el croquis de una estantería y el esbozo a mano de un perchero de ramas mustias de arbol caduco contra la pared y el perfil rectilinio de una mesa escritorio y la penumbra de debajo de la cama como una zona cero prendida en la nada donde va a morir toda la luz que sobra para compensar la que nace a cada instante desde la callada bombilla que prende del techo amarilla e impúdica estás.

domingo, octubre 24, 2010

Postal des del puerto.

Al llegar al puerto se sintió como si aquella panorámica formara parte de una targeta postal. Como si estuviera todo colocado en el sitio exacto por profesionales. Tal como si un decorador hubiera situado la caseta de los helados escorada al lado izquierdo de la estampa, hubiera elegido una barandilla de madera para dar un toqe rústico al muelle, puesto la señal de cuidado caerse al mar justo en el lugar preciso y hubiera enfocado el punto de fuga de la escena a través de la pasarela que daba a los amarraderos donde podían encontrarse balanzeandose con suavidad -mediante técnicas de efectos especiales- los mástiles de las embarcaciones tras las cuales más allá del puerto podía verse el mar, situado concretamente ahí por un oceanografo.
Un director de cásting habría elegido personalmente a todos y cada uno de los integrantes de la escena y los habría distribuído formando parejas de enamorados, grupos de turistas, familias que habían salido de paseo y personas que caminaban solitarias ensimismadas en sus pensamientos. Y hubieran sido todos instruídos para dirigirse sosegadamente hacia alguna dirección concreta al lento compás que marcaba el diapasón de los mástiles de las velas o parapetados en sus poses permanecer estáticos en algún lugar ejecutando todos en conjunto un balet ulterior de impostada espontaneidad dirigido por un coreógrafo.
Y hasta las gaviotas volaban unas en circulos concéntricos dibujando en el aire espirales geométricas de cierta complejidad, otras surcando el cielo en vuelos rasos programados mediante el arte de la cetrería, algunas posandose sobre el techo de la caseta de los helados, otras arremolinandose al otro lado de la pasarela donde un señor calvo les tira migas de pan, una en el suelo junto a la barandilla graznando con risas burlonas -como las gaviotas graznan- amaestrada por un domador de aves experto en ornitología.
Con lo que todo parecía tan premeditadamente casual, tan artificiosamente real, con su paisaje y su paisanaje tan estipulado que una sensación de extrañeza empezó a recorrerle la espina dorsal. Como si un sexto sentido le avisara de que algo terrible e inesperado estuviera a punto de suceder. El estallido de una bomba que alguien hubiera dejado en una papelera, que una niña pequeña cayera al mar y se ahogara o que alguien muriera subitamente de un fulminate ataque al corazón. Y no podía dejar de sentir que aquella idílica estampa estuviera a punto de romperse por alguna amenaza incierta cuando, de repente, sin previo aviso quiso bendecir la solapa de su chaqueta la caquita de una gaviota caída des del cielo. Cosas extraordinarias que suceden sin más.

domingo, octubre 10, 2010

Aquella tarde de jueves.

Se acuerda de ese jueves, Osvaldo, desde uno de los silloes del centro geriátrico donde aguarda la llegada del último día. Su memoria se traslada a ese jueves lluvioso en que él y Elvira pasaron en cafe de la zona alta de la ciudad. Un bar que tenía nombre de viento o de isla y que ahora sería incapaz de encontrar perdido como estaba entre las callejuelas del casco antiguo o, tal vez, por la zona portuaria. Se acuerda como veían caer las gotas a través del cristal y como se dejó ella luego abandonado el paraguas sobre la mesa. Con lo que seguramente cuando se fueron ya había dejado de llover o quizá, simplemente, era un día nublado y Eloísa había cogido el paraguas previsora como era ella por si acaso.
Ahora, mientras mira el cielo azul de un claro día de Primavera por la ventana del hall del asilo en el que espera la muerte, Osvaldo se acuerda como aquella tarde de jueves en aquel café el pidió un cortado mientras que ellá tomó un menta-poleo y casi es como si la viera aun estrujando con sus delicadas manos la bolsita de té envolviendola con sucesivas vueltas del hilito contra la cucharita para extraer el máximo de sustancia de la tila y como luego sopló suavemente la taza en un gesto más teatral que pragmático antes de beberse a sorbos pequeños la camamila.
Desde este sillón en el que está ahora vencido por el paso de los años, recuerda como esa tarde él y Elisa hablaron del tiempo y del efecto catársico que producían las gotas de lluvia al rebotar una tras otra en la vidriera del bar en un recorrido fugaz que a veces las unía unas a otras formando gotas más grandes que se derramaban en surcos efímeros hasta desaparecer. Hablaron de todo eso si en realidad llovió aquel día, si el día estaba tan solo nublado y no llovió entonces conversaron solo de cosas banales como tarifas telefónicas o concursos de la tele.
Pero desde aquí sentado como está ahora se acuerda como aquel jueves Isabel vestía un sueter verde o azul, con jeans ajustados y botas de cueros marron que hacían juego con sus ojos. Y como Elsa llebaba el pelo de color castaño claro tirando a rubio o castaño oscuro casi negro. Con la melena suelta o recogido para resaltar el verde de sus ojos azules. O, quizá, Emma llevaba el pelo suelto al principio y luego casó una gomita de su bolso beige que hacía juego con su falda de color ocre para y se recogió el pelo o lo llevaba muy corto a lo garçon, tal vez, largo y ondulado que caía delicadamente sobre su sueter naranja.
Y aquí y ahora Osvaldo siente nostalgia de aquella tarde de jueves de hace tanto tiempo que pasó junto a Sofía ¿O fué un miercoles?

viernes, septiembre 24, 2010

Instrucciones para caminar.

Lo primero que habrá de tenerse en cuenta a la hora de caminar es la superficie por la cual se deberá ejaecutar dicha acción. Se comprobará previamente la solidez de la misma, su estado de conservación, así como que la distancia que le separe a uno de dicha superficie no rebase la longitud de sus piernas. Una vez posado sobre esa area que pongamos por caso sea el enlosado del pasillo de su casa el cuyas características se adecuan perfectamente a la iniciación en el arte de la caminata tanto por su oblonga extensión como por la seguridad atañente a un domicilio. Con lo que no se recmienda acometer los primeros tanteos en lugares tales como calles abiertas al tráfico, superficies resbaladizas, bordes de precipicios sin barandillas o, también, cualquier lugar público en el que se encuentre expuesto al ojo crítico del prójimo, a comentarios ajenos e, incluso, a la más cruel burla.
Así que situese en uno de los extremos del pasillo. Mantenga su cuerpo erguido, situe los dos pies en paralelo, suelte los brazos, otee un horizonte imaginario y respire acompasadamente. Pero antes que nada sepa que aunque el objetivo final del ejercicio es caminar, lo primero que se debe conseguir para ello es ejecutar un paso. En el caso que nos ocupa, el más difícil de todos: el primer paso. O sea, el que no va precedido por ningún paso anterior y que antecede a todos los pasos restantes.
El primer paso debe darse con decisión, pues carece de la inercia propia del caminar que caracteriza los restantes pasos, pero también con precaución dado que el porcentaje de traspies y resbalones es sustancialmente mayor en dicho paso que en el resto. Pero, sobretodo, no piense en ello, evada de su mente las imágenes de trompicones del cine mudo, abstraigase de las pieles de plátano y no sienta empatía por las posíbles hormigas que pueda aplastar con la monstruosa decisión de desplazar su pie desde su punto de inicio hasta unos dos palmos más adelante. Hágalo como si fuera el primer hombre en pisar la Luna otra vez, como si diera un paso al frente para una misión suicida, con la convicción de los heroes, de los valientes, de todos aquellos seres humanos que antes de ud enfrentaron su destino dando un primer paso. Luego, solo debe repetir la ejecución del mecanismo de un paso en los subsiguientes pasos consecutivos de forma alterna con cada pierna ad infinitum o hasta que tope con la pared del final del pasillo.
Cuando lo logre, a pesar del mérito irrefutable de su éxito, tan solo habrá desmostrado que en la escala evoluiva ha alcanzado ud el nivel de homo erectus. Pero no se preocupe y concentrese en mantener el equilibrio, siga respirando rítmicamente y mueva cada brazo al unísono que su pierna contraria. Este movimiento de balanceo será fundamantal a la hora de bascular las sinergias de su cuerpo y es lo que le conferirá la elegancia a su caminar o le hará prescindir de ella.
Habiendo en todo caso muchas formas de caminar se recomienda templanza. No abrir ni cerrar el angulo en perpendicular del pie respecto al cuerpo en demasia. Para evitar así el efecto patizambo al cerrar el paso y el efecto andar de pato al abrirlo. También es importante la cadencia del paso, aunque luego esta puede ser adecuada a las diferentes situaciones del mundo exterior, no efectuará el mismo ritmo de pasos si está le está a ud persiguiendo un tipo sospechoso por un callejón oscuro a altas horas de la madrugada que si forma parte ud de la comitiva de un entierro. Otra caracteristica que se deberá ajustar es la longitud del paso, pero aquí encontramos una agria polémica entablada entre los filosofos peripatéticos griegos y los pitagóricos que mientras unos aseguraban taxativamente que la longitud de un paso corresponde exactamente a la largaria de dos pies del propio transehunte, los otros proponían que el paso ideal de cada persona viene dado por la ecuación correspondiente a la longitud de la tibia multiplicada por la raiz cuadrada de la longitud del torax dividido todo ello por la edad del caminante menos pi.
Sin embargo, a día de hoy la forma de caminar de cada individuo una vez se domina el arte suele ser más flexible y refleja connotaciones sociales y aspectos de su personalidad. Y a la vez, también cada ser humano deberá, a veces, variar la ejecución de sus pasos según convenciones sociales y protocolos. A modo de ejemplo, si uno se está dirigiendo al altar para contraer sagrado matrimonio deberá olvidar parte de lo aprendido en ese pasillo para adecuar longitudes, cadencias y ritmos a las costumbres existentes. No obstante, que uno sepa caminar correctamente en nada le asegura que el destino de sus pasos sea siempre el correcto.

lunes, septiembre 20, 2010

LA INSOLITA Y GLORIOSA HAZAÑA DEL CIPOTE DE ARCHIDONA.

(Correspondencia entre Camilo José Cela y Alfonso Canales a raíz del insólito

CARTA DE ALFONSO CANALES A C. J. C. (3/2/1972)

Querido Camilo José:

Con mucho gusto te relataré el incidente a que te refieres en tu carta.
La cosa ha acaecido en Archidona, muy cerca de donde se halla la célebre Peña de los Enamorados. Una pareja -no consta que fueran novios formales- se encontraba en el cine, deleitándose con la contemplación de un filme musical. La música o las imágenes debían ser un tanto excitantes, porque a ella, según tiene declarado, le dio -no sabe cómo- el volunto de asirle a él la parte más sensible de su físico. El cateto debía ser consentidor, pues nada opuso a los vehementes deseos de su prójima. Dejóla hacer complacido, sin previsión de las consecuencias que habría de tener su regalada conducta.
Según parece, el manipulado, hombre robusto por demás, era tan virgen como López Rodó o, al menos, llevaba mucho tiempo domeñando sus instintos. El caso es que, en arribando al trance de la meneanza, vomitó por aquel caño tal cantidad de su hombría, y con tanta fuerza que más parecía botella de champán, si no geiser de Islandia.
Los espectadores de la fila trasera, y aun de la más posterior, viéronse sorprendidos con una lluvia jupiterina, no precisamente de oro. Aquel maná caía en pautados chaparrones, sin que pareciera que fuese a escampar nunca. Alguien llamó airadamente, identificando el producto e increpando con soeces epítetos al que lo producía en cantidades tan industriales.
Se hizo la luz. El cateto pensó que la tierra, en eso de tragarse a los humanos, obra con una censurable falta de oportunidad. Doblemente corrido, trataba en vano de retornar a su nido la implacable regadera. Su colaboradora ponía cara de santa Teresita de Lisieux, aunque con más arrebol en las mejillas. Ambos fueron detenidos y conducidos a la presencia judicial, lo que ocasionó que se incoara el oportuno sumario por escándalo público, a falta de otra tipificación más especificadora.
El juez hizo el ofrecimiento de acciones a los poluídos, quienes no sólo quedaron enterados, sino que presentaron justificantes de los daños y perjuicios. Un prestigioso industrial incorporó a los autos la factura del sastre que había confeccionado su terno, que devino inservible. Y una señora, de lo más granado de la sociedad archidonense, presentó la cuenta de la peluquería donde, al siguiente día, hubo de hacerse lavar el cabello (el Fiscal no acaba de explicarse cómo pudo pasar la noche sin un lavado casero de urgencia).
De forma cilíndrica, o quizá levemente troncocónica, el cipote de
Archidona da, en estado de lucimiento y descapullez, las siguientes medidas:
diámetro de la base, 8,5 cm.; longitud, 42 cm.; diámetro de la cúspide, 7,6
cm. ¡Que los clementes dioses lo bendigan! El mozo archidonero se corrió de cuchara, esto es, hacia atrás y por encima de la cabeza, como chutaba Zarra, y su engrudo vital, en el suceso que nos ocupa, describió una trayectoria parabólica de 2,40 m. de alcance. Como verá se trata de un problema de balística y opino que quizá fuera prudente que consultara usted a un artillero. Acostumbra a autocascársela tres veces al día, al despertarse, de postre del almuerzo y al acostarse para adecuar los buenos sueños, salvo moza propicia a la que, claro es, no desaira. Su ritmo es rápido y breve y no suele pasar más allá de los primeros compases del pasodoble El Gato Montés. Le zurra con la derecha porque, dada su edad y prepotencia, no precisa cambiar de mano. La despiadada catarata se produjo al quinto vaivén profundo, tras no más de dos de tanteo. Rugió ¡Viva España! Y se fue. ¡Angelito! Según informes de la Guardia Civil, ni babeó ni bizqueó.

Un fuerte abrazo

____________________________________________

CARTA DE C. J. C. A ALFONSO CANALES (7/2/1972)

Querido Alfonso:

¡Bendito sea Dios Todopoderoso, que nos permite la contemporaneidad con estos cipotes preconciliares y sus riadas y aun cataratas fluyentes! Amén. ¡Viva España! ¡Cuán grandes son los países en los que los carajos son procesados por causa de siniestro! El suceso muy bien podría originar la aparición de una frase adverbial aún no nacida -“como el cipote de Archidona”- señaladora de óptima calidad y desaforada cantidad. Te ruego que transmitas a la Excma. Diputación Provincial de Málaga mi propuesta de que le sea atribuído un homenaje de ámbito nacional al dueño de la herramienta, honra y prez de la patria y espejo de patriotas. Podría levantarse en su honor un monolito granítico con una farola en la punta del haba -el falofaro de Archidona- visible desde las costas de Africa; podrían editarse tarjetas postales y fabricarse cipotillos de solapa; podría incluirse la contemplación de tanta gloriosa prepotencia en el programa de los cursos de verano para extranjeros.
¿Os dais cuenta los malagueños, mi querido Alfonso, de lo didáctico que resultaría? ¡A qué lindes insospechadas de progreso nos ha llevado el III Plan de Desarrollo y la sabia política de nuestros beneméritos tecnócratas, a quienes Dios guarde para mejor lección de todos! Entre nuestro común amigo don Lupercio Leonardo de Argensola y yo hemos compuesto, en loor del pijo histórico, el poema que paso a copiarte:

SONETO

Claro cipote, cuya frente altiva
cubre de nubes tan tupido velo
que nos hace creer que en ella el cielo
y en sus cojones su razón estriba.

En ti mostró su boca vengativa
el gran león, forzado de su celo,
y en ti de voluntad empieza el vuelo
del goterón de leche en lavativa.

Hoy proclama la gloria de Archidona
que anegas con tus huevos a su gente
por tu fluidora pija perseguida.

Hoy el mundo en tu justo honor pregona
que salvo incordio, chancro o accidente,
no hay pija cual tu pija en esta vida.

Un abrazo de tu emocionado y viejo amigo.

martes, septiembre 07, 2010

La Dinastía Ping (II).

Cuenta la historia que bajo el yugo creativo de la Dinastía Ping se simplificó el lenguaje hasta quedar reducido a la más pura de sus expresiones: la onomatopeya. Si los pictogramas chinos eran metáforas escritas de las imágenes que representaban, así mismo, las palabras dichas debían reflejar los sonidos concretos que las cosas nombraban.
Y es por eso que para decir sopa decían shuuuurp, mientras que para decir cuchara decían clinc y para decir que la sopa estaba demasiado caliente y se habían quemado la lengua dirían ¡¡fuuuu, fuuuuu!! La espada, a su vez, era nombrada como clanc, clanc y era la distinta entonación de la vocal lo que diferenciaba todo el muestrario posible de diveros tipos de espadas, formas y tamaños de las mismas, así como algunas veces el estado del filo y el material con que estaba hecha la empuñadura.
Nombrar los colores, por su parte, era una cuestión más dificil pues, a priori, carecían de sonido. No obstante, el gran filosofo y calígrafo Cancún - el resabido- resolvió con gran maestría dicha cuestión postulando que cada color debía ir asociado a un objeto que comúnmente lo caracterizara. De este modo, el rojo era la sangre y se pronunciaba slimp tal que una gota de sangre cayendo sobre el frio mármol del piso del palacio real. El amarillo, por su parte, fue pio, pio por referencia al color del plumaje de los pollitos. Circunstancia que intentaría ocultar minuciosamente siglos después con quema de pergaminos y amputaciones de lengua ejemplificantes el mismísimo Emperador Amarillo.
El color azul era representado, como no podía ser de otra forma, por el diáfano cielo primaveral. Aunque como este no solía por sí mismo emitir sonido alguno quedaron de acuerdo en otorgarle el sonido del ave azul del paraiso revoloteando por el cielo que no sonaba sinó flop, flop. El verde, por su parte, era el mar batiendo sus olas tal que xof. El blanco, a su vez, quedó identificado como el color de la leche, por lo que se permitio la licencia asociativa de atribuirle el mu que hace la vaca. En cambio, el negro no podía ser otra cosa que la noche y ante el sublime silencio que esta evoca para nombrar este color uno debía quedarse callado un instante con los labios cerrados como interpretando una hache con la mirada. Otros colores se nombraban , a veces, proponiendo la mezcla pictórica que los conformaba. Como, por ejemplo, decir mu y luego quedarse callado para decir que algo era gris.
Para poner nombre a la gente se utilizó, en cambio, el tradicional sistema de arrojar al suelo algun objeto metálico: un cucharón para las niñas y una cacerola en el caso de los niños. Toda la familia se congragaba alrededor a escuchar y segun el sonido que hiciese el cachivache arrojado se procedía a poner nombre al recién nacido.
También se atribuye al periodo en que reinó la Dinastía Ping el merito de haber sido inventado el signo de admiración, aunque, a la vez, también se les suele recriminar el abuso que de este hicieron. Esto se debe al hecho de que grandes eminencias de la época en el campo de la caligrafía postularon, so pena de fuertes represalias, que toda palabra que emitiera algún sonido al ser preonunciada debía inexorablemente para destacar este hecho ser escrita entre signos de admiración. De este modo, casi la totalidad de pictogramas iban acompañados por sendos signos de admiración a eccepción de aquellas palabras que no se pronunciaban como las consabidas noche o el mismo color negro, como la palabra silencio o el nombre de un vendedor de alfombras de Cantón al que, por orden de las autoridades pertinentes, se vetó pronunciar su nombre en voz alta a modo de castigo por sus constantes artimañas a la hora de devolver el cambio a sus clientes.
A pesar de este avance admirable en el mundo de la gramática durante la Dinastía Ping jamás fue reconocido el signo de interrogación por considerarlo inmoral y perverso. Por lo que para preguntar algo se debía recurrir a sutiles insinuaciones tales como: creo que a alguien le gustaría saber a que hora abre el templo; o: pienso que ching wu podría ser la concubina de chang ho esta noche en el pajar; o la tragicamente famosa: me parece que el que está último en la cola de la panadería es usted. dicha por el emperador regente al general de las huestes del norte que produjo tal terrible malentendido por saber de quien era el turno que acabó desencadenando la trágica guerra de los mil dias.
También hubo avances y retrocesos en el ámbito de la economía ya que al poco tiempo de instaurarse el imperio cayó en desuso la moneda y se empieza a retribuir en sonrisas. Este sistema no acababa de convencer a los mercaderes occidentales pues los chinos eran tipos muy risueños y pronto amasaron gran cantidad de bienes materiales mientras que los comerciantes occidentales tenían problemas al llegar a sus casas y justificar en los albaranes las retribuciones adquiridas. De este modo, pronto se derogó dicho sistema pecuniario y, a pesar de un último intento de los mandamases de la Dinastía Ping por substituír las sonrisas por palmaditas en la espalda que pronto fue rechazado también por los mercaderes de allende mares, se acabó finalmente asumiendo el gallo de corral como unidad básica de intercambio. Meses más tarde se desencadenaría por toda Asia la Guerra del Kikirikí.
Y es que la Dinastía Ping, a pesar de sus miras progresistas y sus avances consabidos en campos tan dispares como la moral, la ciencia y la apicultura no estuvo excenta de episodios más oscuros. Y también hay que admitir que se volvió una Dinastía opresora en algunos aspectos. El Emperador Ping, tan magnánimo como, a veces, cruel, instauró la obligación para todos sus súbditos de aparecer siempre en público portando sobre la cabeza un gorro con orejeras. Cronistas de la época escribieron en textos apócrifos rumores palaciegos que sugerían la posibilidad de que el propio Emperador Ping fuera poseedor de unas prominentes orejas de soplillo.
También se ordenó por real decreto la imposición de dejarse bigote como respeto a los dioses. En este caso, se hacía la salvedad en caso de barbilampiños, mujeres y niños de poder llevar uno postizo. Los mismos cronistas mostrarían, sin embargo, en un palimpsesto hallado siglos más tarde un pasaje en el que se describía como el bigote de la emperatriz quedaba enredado en un candelabro postulando así su autenticidad ya que hicieron falta varios sirvientes tirando unos del lado de la emperatriz y otros del lado del candelabro para soltarlo. Circunstancia descrita por los escribas como ¡¡¡rrrrrrrraaasss!!!

miércoles, septiembre 01, 2010

Mantra.

El monje budista pensó que si lograba concentrar su pensamiento en la repetición perpetua de un mantra concreto no moriría nunca.

No morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, no morir, mira una mosca AAAaaaaaaggggghhhh!!!!!
DIALOGO ENTRE ASMODEO Y EL RUSO SALZMAN

Asmodeo: Soy Asmodeo, inspirador de tahúres y dueño de todas las
fichas
del mundo. Conozco de memoria todas las manos que se han repartido en la
historia de las barajas. También conozco las que se repartirán en el futuro.
Los
dados y las ruletas me obedecen. Mi cara esta en todos los naipes. Y poseo la
cifra secreta y fatal que han de sumar tus generalas cuando llega el fin de
tu vida.
Salzman: ¿No desea jugar al chinchón?
Asmodeo: No, Salzman. Vengo a ofrecerte el triunfo perpetuo. Con sólo
adorarme, ganarás siempre en cualquier juego.
Salzman: No sé si quiero ganar.
Asmodeo: Imbécil...! ¿Acaso quieres perder?
Salzman: No. Tampoco quiero perder.
Asmodeo: ¿Qué es lo que quieres entonces?
Salzman: Jugar. Quiero jugar, maestro... Hagamos un chinchón.

Alejandro Dolina

sábado, agosto 14, 2010

Busco habitación espaciosa con vistas a un convento de monjas.

Busco habitación espaciosa con vistas a un convento de monjas. Con W.C. con cisterna de gran capacidad cúbica pues ahí es donde suelo esconder la pistola y el alijo de drogas. El bidet también me es necesario, por su frecuente uso por parte de prostitutas. La cocina sería conveniente que estuviera equipada con vitrocerámica, pues llevo ya tres intentos de suicidio por parte de compañeros de piso con cocinas de gas. Me interesaría también, aunque no es requisito si ne qua non, que se pudieran enterrar cadaveres debajo del parquet y/o que el piso contara con un zulo insonorizado para secuestros.
En cuanto al mobiliario, tengo aracnofobia y no puedo estar en una habitación donde haya una lampara de araña. En cambio, es curioso, no tengo ningún problema con las escaleras de caracol. Me pirran los chess-long, aunque no se lo que es. También estoy a favor de la moqueta, pues mi animal preferido es el ácaro, además de que va muy bien a la hora de enrollar cuerpos inertes que han sufrido un terrible golpe en el cogote con un candelabro. Preferiría que no hubiera cortinas de tul, pues todavía estoy en tratamiento por unos pequeños problemillas por tendencias piromanas. En cuanto al delicado tema de la escobilla del váter, estoy a favor de su uso compartido, pero no al unisono.
La ubicación del edificio me gustaría que fuera preferiblemente sobre un cementerio indio. También pido que no esté a más de 10 minutos andando del centro, a menos de 7 minutos al trote de un bingo, que no superé los 4,30 minutos al sprint de un club de strepteasse y que no esté tampoco a más de 15 minutos andando arrastrando un saco con un cadáver descuartizado del vertedero municipal. Mi orden de alejamiento sobre un escolanet me impide también acercarme a menos de 200 metros de la Sagrada Familia.
En cuanto a los demás habitantes de la casa no estoy dispuesto a compartir piso con notarios, jueces de paz, estudiantes de otorrinolaringología, ni tampoco con apicultores que suelan traerse trabajo a casa.
En cuanto a la forma de pago suelo ejecutarlo en cheques al portador firmados por un tal Dr. Moscovitch, en pagarés o en billetes del monopoly al peso (antes era poseedor de una fabrica de juegos de mesa y al quebrar me quedé con varios palets de billetes de monopoly). Además, suelo pagar bien entrado el mes y ronroneando por lo vaginis.

P.D.: Ronco.

lunes, agosto 02, 2010

A la atención del Sr. Juez.

Posibilidades del suicidio: pros y contras. Como que no tendras que volver a enfrentarte a otro día de mierda como todos los demás en los contra. Y que no podrás volver a ver más a amigos, familiares y allegados esto no se sabe si va para los pros o para los contras. También se valora a la reciproca como estímulo para los (posibles e hipotéticos) intentos de impedimento por parte de los susodichos o fomentará, en cambio, un alentamiento (in-)disimulado. Si es lo que tu quieres. Si tanto te empeñas. Te devuelvo la soga que me dejaste aquel ¿de que soga me hablas? Ahí te la dejo, con un cabo atadito a la biga del techo. Pero si yo nunca te he dejado ninguna soga. Le hago nudo en forma de argolla. Es más, jamás he tenido una soga en propiedad. Te acerco debajo la mesita y te dejo un sobre en plica en el que he escrito unas cosas a maquina a la atención del sr. juez y me pongo en posición de caballito por si te quieres aupar y pasarte el nudo de la cuerda por el cuello a nivel de la región cervical posterior.
También se pueden dar espoleamientos tales como encontrarte corrillos vecindales cada vez que te asomas al balcón a tomar el fresco o contemplar las estrellas coreando el ¡que lo haga, que lo haga! Todas estás incitaciones y otras como recibir por su cumpleaños regalos como espadas samurais y un libro de instrucciones para el harakiri "haga ud su propio harakiri en casa en menos de cinco minutos" "técnicas del harakiri y como no confundirlo con el yubitsume o con el daikiri de fresa".
y, sin embargo, una vez decidido a suicidarse una de las formas más elegantes de hacerlo es mediante la ingestión de un coctail de arsenico o bromuro. Evitese la cicuta por tratarse de un veneno altamente pedante que implica una muerte filosófica solo apta para posicionamientos vitales inquebrantables. Me suicido por que no soporte este mundo de desigualdades en que los niños del tercer mundo se mueren de hambre mientras los paises desarrollados consumen suficiente alimento como para nutrir a cinco veces la población del planeta cuando en realidad te suicidas por la vecina del quinto no te da bola. Y para esto la cicuta no. Casi mejor te tragas un cubata de lejía on the rocks.
Otra forma interesante de suicidio es el suicidio colectivo. En este la dificultad radíca en la compenetración exacta para la ejecución del óbito porque sinó se puede llegar al delicado momento de elegir quien es el primero que se suicida con el consabido riesgo de que luego los demás se hechen atrás o no sean más que vecinos, familiares, amigos o allegados disfrazados que se han confabulado para proporcionarte un etorno favorable a tus anhelos suicidas (ver alentamientos, incitaciones y espoleamientos).
Por eso mismo, ya se practique solo o en acompañamiento el suicida siempre tiene que estar conbencido de ejecutar su plan hasta el final, nada más feo que las famosas llamadas de atención en las que suicidas frustrados no perecen en sus fallidas muertes por sospechosos equivocos como la dosis de los barbitúricos. Es que solo quedaba un culito. ¡compra un frasco o no hagas el ridículo! Quien iba a decir que había huelga de maquinistas justo el día en que me tiro a las vías del metro, me he roto un tobillo! Para saltar a las vias del tren consulta los horarios, si te decides por la sobredosis fijate que en la etiqueta no ponga pastillas juanola, si eres budista por si al instante te reencarnas en un piojo de tu propia cabeza ten a mano una botella de filbit, si te tiras de un septimo piso mira que debajo no haya uno de esos toldos en los que puedas revotar o haya aparcado justo en esa misma acera un camión de colchonetas o de reparto de lasañas. Las varias capas de la lasaña son una de las causas más frecuentes de suicidios frustrados.
Otra cosa importante a la hora de quitarse la vida es la notita de suicidio. Ahí permanecerán tus últimas palabras y de ellas depende que no quedes como un inculto (esto es de una importancia capital: ojo, con las faltas de ortografía) o que se te recuerde para toda la eternidad como un idiota. He decidido matarme porque mi equipo de futbol ha perdido la final, ah, espera, empate en el minuto noventa, ay, quien lo iba a decir, y gooooool de la victoria in extremis en el descuento, remontada inesperada, pero es demasiado tarde, ya me suicido, noooo ahora ya no quería pero ya no puedo paraaar y me recordarán para siempre como un idiooooota!!! firmado: yo, a la atención del Sr. Juez.

domingo, julio 18, 2010

Los miradores de ranas saltarinas.

“Milloes d’años han perfeccionao el reflexo masculino de mirar, al descuido, el culo da muxer que pasa.

“Eso significa que para que un varón da especie humana mire en estos tiempos un culo fémino na calle, milloes d’antesores han teído que fazerlo antes.

“Los miradores de culos se reproduxeron y tenieron scendencia; los otros, los que no miraban nada o miraban otras cousas de por ahí (ranas verdes saltando d’un lado a otro d’un charquito, por dezir algo) no tenieron esa suerte y sus xenes cayeron al vacío infinito da diseccisténcia eterna por siempre xamás.

“La Naturaleza es sabia. ¿En qué ocuparían milloes de miradores de ranas saltonas nas ciudades da Argentina atual, con tampocas ranas y tantos culos de muxeres que mirar, sus miradas?”. (Douglas Erstadthoff, Viajes por Sudamérica. Volumen VII, 1984-2001).

domingo, julio 11, 2010

¡Top ranking 45 de la felicidad!

1) Euforia permanente, acompañada por risotadas por cualquier motivo, una desmesurada excitación sexual continua y amplios deseos de hacerle favores a los demás y regalarles cosas -porque no me gusta ver caras tristes mientras yo estoy contento- a un punto que los demás se sienten ligeramente incómodos. Pero no te importa porque estás en euforia permanente, si son unos amargos mala suerte.
2) Alegría de vivir, acompañada de una sonrisa beatífica y una mirada cálida y benevolente y desprendida hacia los demás, llena de amor cristiano. 3) Estar de buen humor, sin especiales razones para ello. Tipo “¡Ah! Hoy me levanté de buen humor”. Y le comprás tres docenas de medialunas a tus compañeros de oficina.
4) Estar contento debido a una serie de circunstancias personales afortunadas, tipo trabajo bien, amor bien, plata bien. Bien, bien. Todo bien, todo bien. Y traés una docena de medialunas y te ofrecés para hacer mate.
5) Estar contento debido a una serie de circunstancias personales afortunadas, aunque teñidas de cierta inquietud porque bueno, bueno, en cualquier momento se puede venir todo abajo, no jodamos, así que hay que andar con pie de plomo. No, medialuna no, viste cómo anda todo, por las dudas viste (mira para un costado).
6) Estar bien, todo liso, todo correcto, no, no, novedades no.
7) Y… Tirando.
8) ¿Bien o te cuento?
9) Y… No me puedo quejar.
10) Y… No me puedo quejar, hay gente que está peor, por lo menos tengo laburo.
11) Y… No me puedo quejar, hay gente que está peor, por lo menos estoy bien de salud.
12) Y… No me puedo quejar, hay gente que está peor, por lo menos aún conservo las funciones musculares y respiratorias.
13) Y… No me puedo quejar. O sea, todavía no me pisó un camión.
14) O sea, lo único que me falta es que me pise un camión.
15) O sea, sí, lo del camión fue jodido, pero de a poco estoy caminando de nuevo. Lo bueno es que me dijeron que le pouedo hacer juicio y sacar un monton de plata.
16) Y… No me puedo quejar, me dijo el médico que la pierna derecha, con mucho trabajo y esfuerzo, va a recuperar la movilidad. No, el juicio lo perdí porque no había testigos.
17) Y… No me puedo quejar. La empresa de camiones me está haciendo juicio a mí, pero me recomendaron un abogado muy bueno.
18) Y… No me puedo quejar, el abogado me cobró dos lucas y se borró, pero me salió el préstamo para pagarle a la empresa de camiones lo que les debo, por haberme pisado (semi-sonrisita sarcástica).
19) Y… los intereses del préstamo (para pagarle a la empresa de camiones) eran un poco más elevados que lo que yo creía en un principio.
20) Y… Acá.
21) Y… Qué se yo.
22) Y… Más o menos.
23) La verdad, para el orto.
24) Para el culo.
25) Para el tujes.
26) Para el ojete.
27) Prefiero no hablar.
28) (Bufido)
29) (Gruñido)
30) (Ladrido)
31) (Rugido)
32) (Grito desgarrador)
33) (Mirada asesina)
34) Estar mal.
35) Estar lleno de autocompasión, amargura y dolor de cabeza.
36) Estar lleno de odio por todos y cada uno de los seres humanos que te rodean. Y dolor de cabeza. Sí, medialunas te voy a comprar, espolvoreadas con estricnina.
37) Estar lleno de odio por todos y cada uno de los seres vivientes de la Tierra. Y dolor de cabeza, y de huevos.
38) Estar lleno de odio por todos y cada uno de los objetos inanimados de la Tierra. Y dolores en todos los músculos del cuerpo, sin distinción.
39) Ganas de subir al Obelisco con una escopeta.
40) Ganas de subir al Obelisco con una escopeta, si pudiera salir de la cama. 41) Ganas de subir al Obelisco con una escopeta, si pudiera salir de la cama, subir las persianas, ponerme la ropa y sacar el canal de TV compras.
42) Monólogo permanente sobre cosas que vas a hacer y las que le vas a cantar a todas esas personas (existan éstas o no).
43) Monólogo permanente sobre cosas que vas a hacer y las que le vas a cantar a todas esas personas (existan éstas o no), mientras forcejeás para soltarte de las correas que te tienen atado al catre.
44) Monólogo permanente sobre cosas que vas a hacer y las que le vas a cantar a todas esas personas (existan éstas o no), mientras forcejeás contra el chaleco de fuerza.
45) (¡Crac!) Euforia permanente, acompañada por risotadas por cualquier motivo, una desmesurada excitación sexual continua y amplios deseos de hacerle favores a los demás y regalarles cosas -porque no me gusta ver caras tristes mientras yo estoy contento- a un punto que los demás se sienten ligeramente incómodos. Pero no te importa porque estás en euforia permanente, si son unos amargos mala suerte.

Podeti
¡Lanzan carrera de Ingeniería en Culpa!

La Universidad de Ciencias Humanas de “Yo contra el Mundo” ha publicado el programa de la carrera de Ingeniería en Culpa, que se inicia en julio. Perdón por lanzar la carrera tan tarde. Ya sé. Ya sé. Fue mi error. Si los perjudiqué en algo, y seguramente es así, mil disculpas. Perdón.

Primer año: Introducción a la Culpa. Se estudian los estados preliminares: Incomodidad leve, “Pucha, no me habré mandado una cagada”, cola de paja y vergüencita. Historia de la Culpa 1: De la esclavitud en Egipto a la Inquisición española pasando por los sacrificios humanios en el Imperio Azteca, y análisis de por qué de alguna manera todo esto es culpa tuya. Culpa Informática: Cómo armar una base de datos de todas las cosas malas que le hiciste a los demás a lo largo de tu vida, proyección a futuro incluída. Se incluyen “culpas potenciales”, por las dudas. Seminario de Autoconocimiento (culmina el curso cuando el estudiante comprende que es una basura de persona). Es optativo, aunque claro, pensá que en la India no tienen un curso de estos, vos fijate. Ecología: Estudio de la cantidad de gases tóxicos liberados cuando ud. tira un objeto de plástico. O cuando respira. Introducción a la Culpa Aplicada: Se dictan algunos insultos para decirse a ud. mismo; Tarambana, palurdo, papamoscas. Lentamente se va subiendo el tono a imbécil, tarado y reverendo hijo de mil putas.

Segundo Año: Culpa 1. Sudor frío y pérdida de la capacidad de concentración. Geografía de la Culpa: BIafra, Etiopía y Haití. Y vos ahí, tan gordo, dejando la mitad del postre porque tiene cositas marrones, caradura. Geografía de la Culpa al Cuadrado: Chaco. Vos pensando en Biafra, Etiopía y Haití cuando acá no más los wichis se cagan de hambre, al final sos un snob. Historia de la Culpa 2: Segunda Guerra Mundial. Razones por las que Hitler llegó al poder que tienen que ver con una actitud suya, sea por exceso o por defecto. Ideas para la fabricación de una máquina del tiempo con la que viajar a la Alemania nazi y matar a Hitler, y motivos ocultos por los cuales ud. no lleva a cabo el plan. Desbaratamiento dialéctico de sus excusas, que van desde que tiene mucho que hacer (“si así hubiera pensado el Che Guevara se habría quedado en su casita”) a la imposibilidad técnica de construir una máquina del tiempo (“Y vos qué sabés si ni siquiera lo intentaste”), pasando por los cuestionamientos éticos contra el homicidio (“Sí, claro, ahora resulta que sos la Madre Teresa”). Culpa Aplicada 1: Cosas para sentirse menos culpable (Limosna. Donación. Trabajo Comunitario. Donación de Órganos. Auto-crucifixión). Metafísica de la Culpa: Cómo sentirse culpable por cosas que ud. no tiene muy claro qué son, o si existen en este plano de la existencia.

Tercer Año: Culpa 2: Técnicas del Insomnio. Formas de dar vueltas alrededor de la cama. Cómo taparse los oídos con la almohada, intentando acallar esos gritos interiores que lo acosan noche a noche. Estudio de las “Falsas Culpas”: La “Culpa de la Dieta”. Los “Guilty Pleasures”. La “Culpa de que jodiste a un tipo al que se la tenías jurada de antemano”. Cómo combinar las falsas culpas con culpa de verdad, por el hecho de alardear de sentir culpa cuando en realidad te chupa un huevo. Culpa Aplicada 2: Taller de Bricolage. Cómo construir un látigo de nueve colas con huesitos de carnero en las puntas (incluye dos talleres para enseñar al cursante a usarlo contra sí mismo sin dejarse marcas). Teología: Cuánto te odia Dios. Psicología: Análisis de por qué todo lo que ud. hace tiene un trasfondo perverso. Biología: Estudio de todas las cosas útiles que se podrían fabricar con el protoplasma utilizado para hacerlo a ud. Curso Acelerado de Barman (no curricular, pero sirve para sentirse culpable. Por andar perdiendo el tiempo haciendo un curso de barman, habiendo cosas tan urgentes en el mundo).

Cuarto Año: Taller de “Contra-Culpa”. Técnicas para hacer sentir culpa a los demás. Cómo sentirse culpable por esto mismo, después. Culpa 3: Ojeras, jadeos, tartamudeo, masoquismo, sometimiento total a una superestructura y leve migraña. Tarjetería Española (optativo, pero el profesor va a ir igual, imaginate lo mal que se va a sentir si no va nadie. Poooobre. Y, yo iría. Ahí está. Ah, una cosita. es los domingos a las 11 y media de la noche). Culpa Aplicada 3: Producción de cilicios de mortificación a escala industrial, para usarlos ud. todos juntos. No confundir con “silicio”, que es otra cosa. Diseño de Cagadas: Cosas nuevas que hacer para sentirse culpable, para el caso de que se le acaben. Y si no se le acaban, puede superponer. Seminario de Culpismo Paradójico: Se imparte la “Maniobra de Pinzas”, donde el mismo hecho puede utilizarse para sentirse culpable tanto en el caso de ocurrir, como en el caso de no ocurrir. Los estudiantes avanzados pueden sentir las dos culpas simultáneamente, producto de situaciones diferentes o de la misma. Parece complicado, pero yo te digo que se puede.

Segundo Año: Lo vuelve a cursar, porque le parece que no lo hizo bien, no, no, no lo hizo bien, se tiró a re chanta, no lo hizo bien. Culpa Avanzada: ¿Es ud. el culpable de absolutamente todo lo que ocurre en el universo o sólo de un 88 %? Qué hacer. Culpa Aplicada 4: Técnicas de suicidio. Gente a la que va a hacer sufrir cuando lo cometa. Igual, peor si sigue vivo. No sé, fijate, vos sabrás qué hacer. Teoría de la Planificación: Cómo sentir culpa por cosas que todavía no pasaron. Imagen & Sonido: Por qué en las películas el tipo cuando se siente culpable tiene un aire sombrío y trágico y en la realidad ud. parece un gil. Causas por las que ud. no es Clint Eastwood. Se estudian posibles estrategias para ser Clint Eastwood. Luego, se descartan. Introducción a la “Culpa por Omisión”: Recuento total de todas las cosas que ud. no hizo, desde descubrir la penicilina a construir escuelas rurales, pasando por tener buen aliento. Aplicación de “Puntos-Culpa” por las cosas que no hizo a la lista total de las que si hizo, y luego sumarle cincuenta, como bonus especial. Pierde un turno. Deja pasar dos, por culpa.

El costo de la matrícula es de u$s 5.700. Y… Son los costos actuales, por sede, docentes, precio, etc. Sí, entiendo, claro, perdón, no sé bien qué hacer, no es intencional, ya sé, yo me siento re mal pero qué le voy a hacer, es que si no ya tengo que poner guita de mi bolsillo, bueeeno, bueeeno, te lo dejo a u$s 5.400, no, si al final a mí con la culpa me re manipulan.

Podeti

viernes, julio 09, 2010

Einstein, Edison, Graham Bell, Franklin,Pascal,

"después pasa un brazo y luego la manga y sale por el agujero.", le dice al niño. Se sorprenderá cuánto aprenden los pequeños con este juego sencillo. Einstein aprendió con ese juego, "Mirá cómo sale la mano por el agujero", le dijo la madre, y él formuló la teoría de la relatividad. La madre, por ejemplo, de Edison, lo mandaba siempre a dormir la siesta bajo los árboles de manzanas para que le cayera una manzana en la cabeza y de ese modo, Edison pudo inventar la ley de gravedad que antes no existía. Antes de Edison, las manzanas no caían, y fue él, el mago de Menlo Park, también llamado el Fénix de los Ingenios, el que las hizo caer.
Y la mamá del otro que lo mandaba a remontar barriletes, la mamá de Newton lo mandaba a remontar barriletes con el objeto de que inventara el barrilete. "ve y remonta el barrilete y descubre el pararrayos para orgullo de tus padres y amigos."
Todos los sabios descubrieron lo que descubrieron gracias a su madre. También el inventor del teléfono, Benjamin Franklin. En realidad, cuando inventó el teléfono no tenía mucho sentido porque inventó un teléfono; en realidad, el segundo teléfono vino a prestar sentido al primero. Si no, el otro servía solamente para la telenovela, pero vino Guillermo Marconi e inventó el segundo teléfono. Que fue casi tan bueno como el invento de la radio, a cargo de Alexander Graham Bell. O Vucetich, que inventó las huellas dactilares, antes las manos eran lisitas, pero vino Vucetich y ya no.
Y el de la circulación de la sangre, ése fue Pascal. Antes la sangre no andaba. Estaba ahí quieta y la gente así...como estacionarios. La circulación de la sangre tiene algunas ventajas, se te calientan las patas. Cuando la sangre no te circula tenés los pies fríos.
Bueno, doctor, yo venía justamente a verlo porque tengo pies fríos. Le hago toda esta cita para que vea que está hablando con un hombre culto, no con un perejil.

La Venganza será terrible, Alejandro Dolina

lunes, julio 05, 2010

EL PRINCIPITO - CAPITULO XXI
- ANTOINE DE SAINT-EXUPERY -

Fue entonces que apareció el zorro:
- Buen día - dijo el zorro.
- Buen día – respondió cortésmente el principito, que se dio vuelta pero no vio a nadie.
- Estoy aquí – dijo la voz –, bajo el manzano...
- Quién eres ? – dijo el principito. – Eres muy bonito...
- Soy un zorro – dijo el zorro.
- Ven a jugar conmigo – le propuso el principito.
– Estoy tan triste...
- No puedo jugar contigo
– dijo el zorro. – No estoy domesticado.
- Ah! perdón – dijo el principito.
Pero, después de reflexionar, agregó:
- ¿Qué significa "domesticar" ?
- No eres de aquí – dijo el zorro –, qué buscas ?
- Busco a los hombres – dijo el principito. – ¿Qué significa "domesticar"?
- Los hombres – dijo el zorro – tienen fusiles y cazan. Es bien molesto! También crían gallinas. Es su único interés. ¿Buscas gallinas?
- No – dijo el principito. – Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"?
- Es algo demasiado olvidado – dijo el zorro. – Significa "crear lazos..."
- ¿Crear lazos?
- Claro – dijo el zorro. – Todavía no eres para mí más que un niño parecido a otros cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro parecido a otros cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo...
- Comienzo a entender - dijo el principito. – Hay una flor... creo que me ha domesticado...
- Es posible – dijo el zorro. – En la Tierra se ven todo tipo de cosas...
- Oh! no es en la Tierra – dijo el principito.
El zorro pareció muy intrigado:
- ¿En otro planeta?
- Sí.
- ¿Hay cazadores en aquel planeta?
- No.
- Eso es interesante! ¿Y gallinas?
- No.
- Nada es perfecto – suspiró el zorro.
Pero el zorro volvió a su idea:
- Mi vida es monótona. Yo cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen, y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero, si me domesticas, mi vida resultará como iluminada. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los demás. Los otros pasos me hacen volver bajo tierra. Los tuyos me llamarán fuera de la madriguera, como una música. Y además, mira! ¿Ves, allá lejos, los campos de trigo? Yo no como pan. El trigo para mí es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. Y eso es triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Entonces será maravilloso cuando me hayas domesticado! El trigo, que es dorado, me hará recordarte. Y me agradará el ruido del viento en el trigo...
El zorro se calló y miró largamente al principito:
- Por favor... domestícame! – dijo.
- Me parece bien – respondió el principito -, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.
- Sólo se conoce lo que uno domestica – dijo el zorro. – Los hombres ya no tienen más tiempo de conocer nada. Compran cosas ya hechas a los comerciantes. Pero como no existen comerciantes de amigos, los hombres no tienen más amigos. Si quieres un amigo, domestícame!
- ¿Qué hay que hacer? – dijo el principito.
- Hay que ser muy paciente – respondió el zorro. – Te sentarás al principio más bien lejos de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
Al día siguiente el principito regresó.
- Hubiese sido mejor regresar a la misma hora – dijo el zorro. – Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, ya desde las tres comenzaré a estar feliz. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. Al llegar las cuatro, me agitaré y me inquietaré; descubriré el precio de la felicidad ! Pero si vienes en cualquier momento, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón... Es bueno que haya ritos.
- ¿Qué es un rito? – dijo el principito.
- Es algo también demasiado olvidado – dijo el zorro. – Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días, una hora de las otras horas. Mis cazadores, por ejemplo, tienen un rito. El jueves bailan con las jóvenes del pueblo. Entonces el jueves es un día maravilloso! Me voy a pasear hasta la viña. Si los cazadores bailaran en cualquier momento, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se aproximó la hora de la partida:
- Ah! - dijo el zorro... - Voy a llorar.
- Es tu culpa – dijo el principito -, yo no te deseaba ningún mal pero tú quisiste que te domesticara.
- Claro – dijo el zorro.
- Pero vas a llorar! – dijo el principito.
- Claro – dijo el zorro.
- Entonces no ganas nada!
- Sí gano –dijo el zorro – a causa del color del trigo.
Luego agregó:
- Ve y visita nuevamente a las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Y cuando regreses a decirme adiós, te regalaré un secreto.
El principito fue a ver nuevamente a las rosas:
- Ustedes no son de ningún modo parecidas a mi rosa, ustedes no son nada aún – les dijo. – Nadie las ha domesticado y ustedes no han domesticado a nadie. Ustedes son como era mi zorro. No era más que un zorro parecido a cien mil otros. Pero me hice amigo de él, y ahora es único en el mundo.
Y las rosas estaban muy incómodas.
- Ustedes son bellas, pero están vacías – agregó. – No se puede morir por ustedes. Seguramente, cualquiera que pase creería que mi rosa se les parece. Pero ella sola es más importante que todas ustedes, puesto que es ella a quien he regado. Puesto que es ella a quien abrigué bajo el globo. Puesto que es ella a quien protegí con la pantalla. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres para las mariposas). Puesto que es ella a quien escuché quejarse, o alabarse, o incluso a veces callarse. Puesto que es mi rosa.
Y volvió con el zorro:
- Adiós – dijo...
- Adiós – dijo el zorro. – Aquí está mi secreto. Es muy simple: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
- Lo esencial es invisible a los ojos – repitió el principito a fin de recordarlo.
- Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante.
- Es el tiempo que he perdido en mi rosa... – dijo el principito a fin de recordarlo.
- Los hombres han olvidado esta verdad – dijo el zorro. – Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
- Soy responsable de mi rosa... - repitió el principito a fin de recordarlo.

sábado, junio 19, 2010

Mi felatriz idolatrada

Fernando Arrabal

Sí, es una depravación que te lama tu falo.
Sí, es un horror que mis principios quebrante.
Sí, es una guarrería que te chupe el meato.
Sí, es una incongruencia que por amor lo haga.
Sí, es una insalubridad que me trague tu esperma.
Sí, es una aberración que a tu sexo me incline.
Sí, es una debilidad que libre me someta.
Sí, es un sacrificio de saliva y de alma.
Sí, es una contradicción sofocarme de amor.
Sí, es un desatino que a tu vientre me pliegue.
Sí, es una inmoralidad que me coma tu sable.
Sí, es un disparate que mi boca sea coño.
Sí, es un gran pecado que incluso Dios condena
…por los siglos de los siglos.

Me gusta ser eterna para tu tiempo y tu celo.
Me gusta ser estrecha en mi nicho de senos.
Me gusta irrumpir con un dedo en tu ano.
Me gusta preceder tus ganas más perversas.
Me gusta babearte mientras tus bolos sobo.
Me gusta succionar inmóvil “à pleine bouche”.
Me gusta ser tu droga del mundo más inmundo.
Me gusta que mi culo sea cacho de tu cielo.
Me gusta que a mi cuerpo le dictes tu capricho.
Me gusta que mi lengua se cubra de pimienta.
Me gusta que en mi boca te cune mi adentro.
Me gusta que me plantes tu cuchillo en mi velo.
Me gusta provocar la explosión de tu zumo
… por los siglos de los siglos.


Me siento realzada cuando a tu sexo bajo.
Me veo deseada cuando tu daga enardezco.
Me juzgo disoluta por mi ritmo lascivo.
Me place que dirijas mi nuca con tus manos.
Me hago mariposa con tu músculo en fiebre.
Me encanta la impudicia de besarlo sin fin.
Me llena corromperme para atizar tu vicio.
Me priva encanallarme con tu flor en mi glotis.
Me chifla rebañar lo negro de tu pozo.
Me excita regularme por regla de tu éxtasis.
Me enloquece fumar con tu filtro de amor
…por los siglos de los siglos.

Tu mazo rezumando… ya tocas campanilla.
Mis labios le menean… ya vives en la gloria.
Envuelto por mi frote… ya visionas edenes.
Trenzado de caricias… ya sueñas imposibles.
Palpitando animal… ya vuelas al nirvana.
Por el cielo de boca… ya corres al misterio.
A mi cara penetras… ya cautivas la imagen.
En espera del éxtasis…ya lo pospones siempre.
Tu cola es lo primero… ya tiembla el universo.
Las lágrimas de gozo… ya llegan gota a gota.
Tu rocío de néctar… ya riega mi garganta.
Comulgamos unidos… a dos y para siempre
… por los siglos de los siglos.


T.S. Fernando Arrabal, Bolonia, noche del 6 al 7 de Jetas de 136 de la E. ’P. (del 31-I al 1-II-09 ‘vulgaris’), Santa Facha postulante y San Jeta abad.

miércoles, junio 09, 2010

La ciudad infinita.

La noche tocaba a su fin. Cerraban los bares y la gente volvía a sus casa. Él, derrotado, ebrio y solo, a pesar de estar en la otra punta de la ciudad y de tener que atravesar barrios desconocidos, decidió regresar caminando. Pensó también que esa caminata hasta casa le despejaría y ayudaría a aclarar su mente. Con paso ligero se fue alejando de lugares de ocio, alejándose del bullicio hasta pronto hallarse solo transitando por calles remotas sin más compañía que la luna llena que escrutaba su camino como un ojo avizor. Cruzó las primeras manzanas sin más estrategia que dejar atrás sus propios pasos. Era tarde o demasiado pronto para ser pronto inmerso en aquel impás de horas malditas en que ha acabado la noche y aun no empieza el día. Las calles acechaban desiertas y tan solo la luna parecía seguirlo a través de los tejados.
No llevaba dinero, ni teléfono. Tan solo un mapa mental de calles borrosas, su sentido de la orientación como una veleta en medio de un torbellino, una brújula de migas de pan en la cabeza.
Pero ahí a lo lejos atisbó un edificio conocido, bendita insignia de la ciudad, altar de vanidades, que ahora le servía de punto de referencia sumido como andaba en la cartografía del olvido. Aceleró los pasos caminando hacía él, lo atravesó cruzando por una de sus aceras dejándolo atrás hasta perderlo de vista. Seguir avanzando, cubrir otro plazo de le ciudad, segmentarla, avanzar por entre sus entrañas. Solitario y perseguido tan solo por la luna. Embriagado por la noche y el consumo previo de varios licores siguió avanzando nómada errante, transeúnte errático, deambulante apátrida y noctambulo errabundo prófugo de sí mismo. Y, entonces, ante sus ojos. Allá a lo lejos delante suyo el mismo gran edificio otra vez. Altivo y desconcertante apareciendo ante si en el diametral punto opuesto donde él lo había dejado. Como si el mundo se hubiera vuelto del revés, como si hubiera estado caminando a la inversa. Por lo que la única explicación plausible que en medio de su ebriedad puede aceptar es que haya dado una vuelta de 360 grados tomando calles que vuelven al mismo lugar, que se centrifugan en si mismas. Sin otra solución que que volver a alcanzar el gran edificio emblemático, atravesándolo de nuevo y dejándolo otra vez atrás. Y perdidos tres de los cuatro puntos cardinales avanzar recto y seguir adelante. Con la noche boca arriba, las aceras extraviadas, los números de los portales traspapelados y la luna expectante como única y fiel compañera desconcertada en medio del cielo.
Sin reloj, sin teléfono, sin dinero, sin nadie por las calles a quien preguntar huérfano de una ciudad vacía, perdido en un planeta deshabitado, descuidado del mundo, paralelo-x meridiano-y de incertidumbre avanza hacia donde cree que está el centro, acrecentando más aun el ritmo de sus pasos quien sabe si durante minutos u horas para volver de nuevo a otear en el horizonte bajo una luna estupefacta el mismo gran edificio multiplicado o vuelto a renacer como en medio de un espacio-tiempo curvo vencido por la rueda del extravío. Vuelta a dejarlo atrás, vuelta a huir de su persecución advenediza, intentando escapar de ese bucle, de la ciudad, de la luna, de si mismo.
Postergado en geometrías no euclidianas cruzó después una famosa avenida que él conocía bien para volver a encontrarse por pura anisotropía al cabo de un rato la misma avenida del lado de donde ya la había cruzado. Y después siguió calles que acababan por mor de bisectrices oblicuas y tangentes axiales al principio de la misma calle. Para luego encontrarse perdido en la esquina de dos calles paralelas. Transitó arterias que se perdían en un infinito borroso y frecuentó asomándose al abismo del bordillo aceras impares frente a frente, atravesó glorietas con centro en ninguna parte y radio en cualquiera, se plantó en chaflanes de angulo romo e inmerso en el cruel paralelepípedo de bulevares de sueños rotos avanzó retrocediendo, giró sin darse vuelta, se alejó sin irse, llegó sin haber salido, se ausentó sin haber estado amparado tan solo por la astronomía de una luna en desuso por caminantes y poetas modernos perdido en medio de una noche eterna en la ciudad infinita vagando sin más compañía que la luna llena por sus calles vacías llenas de geometrías imposibles por siempre jamás.
Estás.

Y, sin embargo, puedo oírte sin oídos y puedo verte sin ojos, tocarte sin manos y sentirte sin sentidos. A través de una vía etérea que nos une a los dos puedo recordarte sin memoria, saberte sin conocimiento y conocerte sin conciencia. Puedo esperarte sin tiempo y vivirte sin vida, puedo alcanzarte sin espacio y estar contigo sin ti. Puedo nombrarte sin palabras, añorarte sin pasado y olvidarte sin futuro. Puedo rozarte sin piel y acariciarte sin tacto y tocarte sin ser tocado. Puedo amarte sin corazón y respirarte sin pulmones, olerte sin nariz y lamerte sin lengua y saborearte sin papilas gustativas. Y follarte sin cuerpo y tenerte sin alma y soñar contigo sin noche y amanecer junto a ti sin mañana.
Porqué todo es posible y, además, imposible es nada.
Diatriba a los de ahí abajo.

Míralos, ahí están, bebiendo cerveza en sus bares, conduciendo sus relucientes autos, mirando en sus cajas mágicas reclinados en sus sofás como patean un balón esférico once tipos en pantalón corto. Sin saber -porqué no lo saben- que no son más que una civilización extinta, sus enseres cotidianos vestigios de un ayer que sucede ahora, sus casas ruinas de un mañana que nunca será.
Porqué todo ser vivo nace muerto, toda construcción lleva implícita su propia destrucción, toda forma de existencia es una manifestación de la nada.

jueves, mayo 27, 2010

Aurea Mediocritas.

Según el Principio de Mediocridad soy un ser humano corriente en un planeta cualquiera que forma parte de un sistema solar del montón en medio de una galaxia como tantas otras dentro un vulgar universo estandart. Que rie, llora, trina, se abotona. Bienvenido a la cruda realidad, asiento pasillo fumador pasivo clase media.
Y acepta este aire que respiro como unico arjé del aquí y ahora. No hay más universos para mi, loosser. Resignación, paciencia, transigencia, conformidad aguante, perdedor.
Efecto pigmalyon de no esperar nada de la vida, efecto nocebo de no ser nadie en el mundo. Muy a pesar de que cuando golpeo en la puerta y preguntan ¿quien es? digo: YO.
Toma!: Ramon Buj 1 - Resto del Mundo 0. Y eso que hasta este momento mi nombre se creía insusurrable. Y ahora creo que hasta podría ser coreable.
Me quito la chapita con nombre falso que está clavada en mi solapa y creo que hablo en nombre de todos mis lectores cuando digo: callate!! Pero yo te contradigo: leeme o muere.
Porqué seré escritor o no seré nada. Contemplando muy seriamente la opción de no ser nada. También los átomos están un 99% vacíos y son eternos. Y a pesar de que el tiempo sea un exilio más cruel que la distancia ¡Viva la muerte! Y deseo que en mi funeral se corten cebollas. Y también un deseo paradoxal: deseo que no se cumpla este deseo.

Porqué me recuerdas a un poema que mi memoria ya ha olvidado, una canción que quizas jamás haya sido escrita, a un lugar en el que nunca he estado. Y cuando te veo oigo sonar violines. Aunque:

Según el Principio de Mediocridad TU eres un ser humano corriente en un planeta cualquiera que forma parte de un sistema solar del montón en medio de una galaxia como tantas otras dentro un vulgar universo estandart.
Pero no te preocupes, cuando mi especie gobierne este planeta tu nombre estará en la lista de protegidos y no sufrirás ningún daño.

lunes, mayo 10, 2010

Desayuno melancólico.

A veces te levantas por la mañana y piensas: que todo va mal. Y tan solo te consuela el hecho de que, probablemente, aun vaya todo a peor. En esos días regresa a tu memoria como un vuelo de golondrinas el recuerdo de ese antiguo amor. Te preguntas que habrá sido de ella o que hubiera sido de vosotros, para, en realidad, preguntarte que ha sido de ti.
Las mañanas aciagas en que te sucede todo esto sueles desayunar en casa preparándote parsimoniosamente y con todo el protocolo pertinente un buen tazón de leche con cacao. Así que, al poco, te encuentras observando como gira el tazón lentamente dentro del microondas, tan sumamente suave que no se ve afectado ni por fuerzas centrifugas, ni centrípetas. Tu cabeza, en cambio, da vueltas alrededor de tu soledad y se pregunta que ha sido de los buenos amigos, aquellos en los que podías confiar, aquellos que no debían fallarte nunca. Pero resulta que son esos mismos en los que no debiste confiar, esos que te han fallado, quizá no tan buenos amigos como pudieras prever ¡Ping! El sonido del microondas te avisa de que la leche ya está caliente. Con el tazón ya sobre la mesa añades azúcar y cacao y lo remueves ausente hasta crear un pequeño maelstrom de grumos que se van fundiendo, poco a poco, al mismo tiempo que tu te vas sumergiendo en los errores del pasado. El desapego familiar, las gris rutina de los días, los estudios aparcados con provisionalidad crónica, las ausencias, la inopia del destino, la abulia del porvenir. Todo mezclándose en la termodinámica del tazón de leche con cacao de un desayuno melancólico.
Ahí es cuando te diriges al armarito de los dulces y coges unas magdalenas. Pero como hace más de una semana que el paquete estaba abierto están duras. Decides, entonces, coger mejor unas galletas: están blandas. Y entonces empiezas a sospechar que todo anda mal, que todo está en tu contra y que el universo en pleno se ha conchabado contra ti cuando ves que las magdalenas con el tiempo se ponen duras a pesar de que a ti te gustan blandas y, en cambio, las galletas, que a ti te gustan duras y crujientes, con el paso de los días, se ponen blandas. Y nada te consuela que sepas unas sean higroscópicas porqué absorben la humedad del aire y las otras eflorescentes la dejan escapar. Porqué nada te ampara en esta mañana sombría de bollería caduca y tazones de leche que giraron sin ser afectados por fuerzas centrífugas, ni centrípetas en electrodomésticos que, a veces, hacen ping, de maelstroms de grumos de cacao que traen recuerdos del pasado y leyes inquebrantables de la termodinámica que dejan tibio un tazón de leche con cacao de un desayuno melancólico sin nada decente que mojar.

lunes, mayo 03, 2010

Siete años después.

Nada quedaba de la mujer con la que se había casado siete años atrás. Ahí en el artículo de esa revista pseudo-científica que alguien había dejado tirada sobre el sofá lo ponía bien claro. Y explicaba aduciendo razonamientos biológicos lo que el ya sospechaba de antemano: que, a veces, la gente cambia. Según lo que contaba dicho artículo debido a que después de siete años todas y cada una de las partículas que componen un ser humano han sido renovadas. O lo que es lo mismo: que esa mujer con la que se había casado hacía ahora aproximadamente siete años se ha ido desintegrando con el tiempo y nada queda de ella.
Nada queda de él tampoco. Con lo que ahora, según dichos cálculos, no son más que dos extraños respecto a esos seres que tiempo atrás se enamoraron el uno de todos y cada uno de los átomos del otro. Y viceversa.
De cualquier forma, lo de los siete años le pareció que encajaba perfectamente con la teoría popular que atribuye esos mismos años de mala suerte al hecho de romper un espejo. Efectivamente, la persona que sucumbe a la tragedia por la rotura de un espejo dejaría de padecer dicha maldición al término de ese computo de años debido a que todos aquellos átomos bajo el influjo del maleficio habrán abandonado por fin el cuerpo del individuo en cuestión.
Eso implica que, en realidad, la condena para la suerte adversa por rotura de espejo es eterna y que el único remedio que cabe esperar es la exoneración corporal de las partículas afectadas. Y que, por tanto, dichas partículas pasarán luego a vagar a la deriba pudiendo ser interceptadas por otras personas. Con lo que se deduce que a un mayor avance temporal, presuponiendo que ello conllevaría una mayor destrucción acumulativa de espejos por sujetos adquiridores del infortunio pertinente, habrá de abundar en el entorno un mayor número de materia aciaga.
Y, la verdad, es que eso de que la mala suerte universal vaya in crescendo también le encaja en su perspectiva de que lleva siete años casado con una mujer a la que ahora apenas reconoce, con el recuerdo que ahora le subyace de haber destrozado el espejo de la habitación del hotel en medio de los artificios sexuales de la noche de bodas y el hecho a su parecer innegable de que, con el tiempo, todo va a peor.

lunes, abril 26, 2010

Escribo.

Escribo que estoy escribiendo. Y no se si estoy escribiendo debido a que escribo que estoy escribiendo o escribo debido a que estoy escribiendo que escribo.
Entonces, escribo que paro de escribir. O, en todo caso, intento parar de escribir escribiendo que escribo que paro de escribir. O paro de escribir escribiendo que escribo que paro de escribir. Aunque, evidentemente, no lo consigo.
Así que sigo escribiendo escribiendo que sigo escribiendo y continuo escribiendo escribiendo que continuo escribiendo. Sin olvidar de escribir que escribo que no olvido escribir que sigo escribiendo y que continuo escribiendo sin olvidar escribir que lo hago.
Y escribo que voy a dejar de escribir. Lo hago, sin embargo, sin dejar de escribir que lo escribo. Y escribo que escribo que escribo que voy a dejar de escribir. A pesar de no poder escribir que lo dejo, ni dejar de escribir que no escribo más.

jueves, abril 08, 2010

Nuevo Refranero Popular:

A Messi rogando y con el mazo dando.
A quien madruga Messi le ayuda.
Cada uno en su casa y Messi en la de todos.
Da Messi pan a quien no tiene dientes.
A quien Messi se la dé, San Pedro se la bendiga.
A Messi lo que es de Messi y al Cesar lo que es del Cesar.
De los amigos me guarde Messi, que de mis enemigos me guardo yo.
Messi aprieta pero no ahoga.
Messi castiga sin bastón.
Messi ayuda a los que se ayudan.
Messi los cría y ellos se juntan.



Y tu sabrás que mi nombre es Yavhé.



Ezequiel, 25-17:

El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos.

Bendito sea aquel pastor que, en nombre de la caridad y de la buena voluntad, saque a los débiles del Valle de la Oscuridad. Porque es el autentico guardián de su hermano y el descubridor de los niños perdidos.

¡Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquéllos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos! ¡Y tú sabrás que mi nombre es Yahvé, cuando caiga mi venganza sobre ti!

Llevo años diciendo esta mierda, y cuando alguien lo oía es que iba a morir. No había pensado mucho en lo que significaba, simplemente creía que era un rollo que le soltaba a algún hijo de puta antes de pegarle un tiro, pero esta mañana vi algo que me ha hecho pensarlo dos veces.

Ahora se me ocurre que tal vez significa que tú eres el hombre malo, y yo soy el hombre recto, y que el señor 9 mm es el pastor que protege mi recto culo en el valle de la oscuridad.

O será tal vez que tú eres el hombre recto, y yo soy el pastor, y que este mundo es injusto y egoísta.

Me gustaría eso, pero ese rollo no es la verdad.

La verdad es que tú eres el débil y yo soy la tiranía de los hombres malos. Pero me esfuerzo, Ringo, me esfuerzo con toda intensidad por ser el pastor.

Jules en Pulp Fiction.

miércoles, marzo 31, 2010

El derecho al delirio.

Por Eduardo Galeano.

Ya está naciendo el nuevo milenio. No da para tomarse el asunto demasiado en serio: al fin y al cabo, el año 2001 de los cristianos es el año 1379 de los musulmanes, el 5114 de los mayas y el 5762 de los judíos. El nuevo milenio nace un primero de enero por obra y gracia de un capricho de los senadores del imperio romano, que un buen día decidieron romper la tradición que mandaba celebrar el año nuevo en el comienzo de la primavera. Y la cuenta de los años de la era cristiana proviene de otro capricho: un buen día, el papa de Roma decidió poner fecha al nacimiento de Jesús, aunque nadie sabe cuando nació.

El tiempo se burla de los límites que le inventamos para creernos el cuento de que él nos obedece; pero el mundo entero celebra y teme esta frontera.

Una invitación al vuelo

Milenio va, milenio viene, la ocasión es propicia para que los oradores de inflamada verba peroren sobre el destino de la humanidad, y para que los voceros de la ira de Dios anuncien el fin del mundo y la reventazón general, mientras el tiempo continúa, calladito la boca, su caminata a lo largo de la eternidad y del misterio.

La verdad sea dicha, no hay quien resista: en una fecha así, por arbitraria que sea, cualquiera siente la tentación de preguntarse cómo será el tiempo que será. Y vaya uno a saber cómo será. Tenemos una única certeza: en el siglo veintiuno, si todavía estamos aquí, todos nosotros seremos gente del siglo pasado y, peor todavía, seremos gente del pasado milenio.

Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que sea. En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible:

el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones;

en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros;

la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor;

el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas;

la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar;

se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega;

en ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo;

los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas;

los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas;

los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos;

los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas;

la solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo;

la muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero;

nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene;

el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra;

la comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos;

nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión;

los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle;

los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos;

la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla;

la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla;

la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda;

una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú;

en Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria;

la Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo;

la Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: «Amarás a la naturaleza, de la que formas parte»;

serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma;

los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar;

seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa o del tiempo;

la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.