domingo, octubre 10, 2010

Aquella tarde de jueves.

Se acuerda de ese jueves, Osvaldo, desde uno de los silloes del centro geriátrico donde aguarda la llegada del último día. Su memoria se traslada a ese jueves lluvioso en que él y Elvira pasaron en cafe de la zona alta de la ciudad. Un bar que tenía nombre de viento o de isla y que ahora sería incapaz de encontrar perdido como estaba entre las callejuelas del casco antiguo o, tal vez, por la zona portuaria. Se acuerda como veían caer las gotas a través del cristal y como se dejó ella luego abandonado el paraguas sobre la mesa. Con lo que seguramente cuando se fueron ya había dejado de llover o quizá, simplemente, era un día nublado y Eloísa había cogido el paraguas previsora como era ella por si acaso.
Ahora, mientras mira el cielo azul de un claro día de Primavera por la ventana del hall del asilo en el que espera la muerte, Osvaldo se acuerda como aquella tarde de jueves en aquel café el pidió un cortado mientras que ellá tomó un menta-poleo y casi es como si la viera aun estrujando con sus delicadas manos la bolsita de té envolviendola con sucesivas vueltas del hilito contra la cucharita para extraer el máximo de sustancia de la tila y como luego sopló suavemente la taza en un gesto más teatral que pragmático antes de beberse a sorbos pequeños la camamila.
Desde este sillón en el que está ahora vencido por el paso de los años, recuerda como esa tarde él y Elisa hablaron del tiempo y del efecto catársico que producían las gotas de lluvia al rebotar una tras otra en la vidriera del bar en un recorrido fugaz que a veces las unía unas a otras formando gotas más grandes que se derramaban en surcos efímeros hasta desaparecer. Hablaron de todo eso si en realidad llovió aquel día, si el día estaba tan solo nublado y no llovió entonces conversaron solo de cosas banales como tarifas telefónicas o concursos de la tele.
Pero desde aquí sentado como está ahora se acuerda como aquel jueves Isabel vestía un sueter verde o azul, con jeans ajustados y botas de cueros marron que hacían juego con sus ojos. Y como Elsa llebaba el pelo de color castaño claro tirando a rubio o castaño oscuro casi negro. Con la melena suelta o recogido para resaltar el verde de sus ojos azules. O, quizá, Emma llevaba el pelo suelto al principio y luego casó una gomita de su bolso beige que hacía juego con su falda de color ocre para y se recogió el pelo o lo llevaba muy corto a lo garçon, tal vez, largo y ondulado que caía delicadamente sobre su sueter naranja.
Y aquí y ahora Osvaldo siente nostalgia de aquella tarde de jueves de hace tanto tiempo que pasó junto a Sofía ¿O fué un miercoles?

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