martes, septiembre 07, 2010

La Dinastía Ping (II).

Cuenta la historia que bajo el yugo creativo de la Dinastía Ping se simplificó el lenguaje hasta quedar reducido a la más pura de sus expresiones: la onomatopeya. Si los pictogramas chinos eran metáforas escritas de las imágenes que representaban, así mismo, las palabras dichas debían reflejar los sonidos concretos que las cosas nombraban.
Y es por eso que para decir sopa decían shuuuurp, mientras que para decir cuchara decían clinc y para decir que la sopa estaba demasiado caliente y se habían quemado la lengua dirían ¡¡fuuuu, fuuuuu!! La espada, a su vez, era nombrada como clanc, clanc y era la distinta entonación de la vocal lo que diferenciaba todo el muestrario posible de diveros tipos de espadas, formas y tamaños de las mismas, así como algunas veces el estado del filo y el material con que estaba hecha la empuñadura.
Nombrar los colores, por su parte, era una cuestión más dificil pues, a priori, carecían de sonido. No obstante, el gran filosofo y calígrafo Cancún - el resabido- resolvió con gran maestría dicha cuestión postulando que cada color debía ir asociado a un objeto que comúnmente lo caracterizara. De este modo, el rojo era la sangre y se pronunciaba slimp tal que una gota de sangre cayendo sobre el frio mármol del piso del palacio real. El amarillo, por su parte, fue pio, pio por referencia al color del plumaje de los pollitos. Circunstancia que intentaría ocultar minuciosamente siglos después con quema de pergaminos y amputaciones de lengua ejemplificantes el mismísimo Emperador Amarillo.
El color azul era representado, como no podía ser de otra forma, por el diáfano cielo primaveral. Aunque como este no solía por sí mismo emitir sonido alguno quedaron de acuerdo en otorgarle el sonido del ave azul del paraiso revoloteando por el cielo que no sonaba sinó flop, flop. El verde, por su parte, era el mar batiendo sus olas tal que xof. El blanco, a su vez, quedó identificado como el color de la leche, por lo que se permitio la licencia asociativa de atribuirle el mu que hace la vaca. En cambio, el negro no podía ser otra cosa que la noche y ante el sublime silencio que esta evoca para nombrar este color uno debía quedarse callado un instante con los labios cerrados como interpretando una hache con la mirada. Otros colores se nombraban , a veces, proponiendo la mezcla pictórica que los conformaba. Como, por ejemplo, decir mu y luego quedarse callado para decir que algo era gris.
Para poner nombre a la gente se utilizó, en cambio, el tradicional sistema de arrojar al suelo algun objeto metálico: un cucharón para las niñas y una cacerola en el caso de los niños. Toda la familia se congragaba alrededor a escuchar y segun el sonido que hiciese el cachivache arrojado se procedía a poner nombre al recién nacido.
También se atribuye al periodo en que reinó la Dinastía Ping el merito de haber sido inventado el signo de admiración, aunque, a la vez, también se les suele recriminar el abuso que de este hicieron. Esto se debe al hecho de que grandes eminencias de la época en el campo de la caligrafía postularon, so pena de fuertes represalias, que toda palabra que emitiera algún sonido al ser preonunciada debía inexorablemente para destacar este hecho ser escrita entre signos de admiración. De este modo, casi la totalidad de pictogramas iban acompañados por sendos signos de admiración a eccepción de aquellas palabras que no se pronunciaban como las consabidas noche o el mismo color negro, como la palabra silencio o el nombre de un vendedor de alfombras de Cantón al que, por orden de las autoridades pertinentes, se vetó pronunciar su nombre en voz alta a modo de castigo por sus constantes artimañas a la hora de devolver el cambio a sus clientes.
A pesar de este avance admirable en el mundo de la gramática durante la Dinastía Ping jamás fue reconocido el signo de interrogación por considerarlo inmoral y perverso. Por lo que para preguntar algo se debía recurrir a sutiles insinuaciones tales como: creo que a alguien le gustaría saber a que hora abre el templo; o: pienso que ching wu podría ser la concubina de chang ho esta noche en el pajar; o la tragicamente famosa: me parece que el que está último en la cola de la panadería es usted. dicha por el emperador regente al general de las huestes del norte que produjo tal terrible malentendido por saber de quien era el turno que acabó desencadenando la trágica guerra de los mil dias.
También hubo avances y retrocesos en el ámbito de la economía ya que al poco tiempo de instaurarse el imperio cayó en desuso la moneda y se empieza a retribuir en sonrisas. Este sistema no acababa de convencer a los mercaderes occidentales pues los chinos eran tipos muy risueños y pronto amasaron gran cantidad de bienes materiales mientras que los comerciantes occidentales tenían problemas al llegar a sus casas y justificar en los albaranes las retribuciones adquiridas. De este modo, pronto se derogó dicho sistema pecuniario y, a pesar de un último intento de los mandamases de la Dinastía Ping por substituír las sonrisas por palmaditas en la espalda que pronto fue rechazado también por los mercaderes de allende mares, se acabó finalmente asumiendo el gallo de corral como unidad básica de intercambio. Meses más tarde se desencadenaría por toda Asia la Guerra del Kikirikí.
Y es que la Dinastía Ping, a pesar de sus miras progresistas y sus avances consabidos en campos tan dispares como la moral, la ciencia y la apicultura no estuvo excenta de episodios más oscuros. Y también hay que admitir que se volvió una Dinastía opresora en algunos aspectos. El Emperador Ping, tan magnánimo como, a veces, cruel, instauró la obligación para todos sus súbditos de aparecer siempre en público portando sobre la cabeza un gorro con orejeras. Cronistas de la época escribieron en textos apócrifos rumores palaciegos que sugerían la posibilidad de que el propio Emperador Ping fuera poseedor de unas prominentes orejas de soplillo.
También se ordenó por real decreto la imposición de dejarse bigote como respeto a los dioses. En este caso, se hacía la salvedad en caso de barbilampiños, mujeres y niños de poder llevar uno postizo. Los mismos cronistas mostrarían, sin embargo, en un palimpsesto hallado siglos más tarde un pasaje en el que se describía como el bigote de la emperatriz quedaba enredado en un candelabro postulando así su autenticidad ya que hicieron falta varios sirvientes tirando unos del lado de la emperatriz y otros del lado del candelabro para soltarlo. Circunstancia descrita por los escribas como ¡¡¡rrrrrrrraaasss!!!

2 comentarios:

Ale dijo...

todo un corte cortaziano

saludos

Imposivle dijo...

saludos con alevosía aunque sin nocturnidad.