sábado, enero 07, 2012

La invención de la muerte.

La muerte no existe. Es tan solo una invención ideada por los más ancianos como motivación de los más jóvenes respecto a la vida. Y es por eso que la muerte fue inventada una tarde gris de otoño de hace mucho ante el desencanto vital de la gente.
Los seres del mundo habían quedado hastiados de tanto vivir y ahora tan solo persistían en una existencia baldía e inerte. Así que un día se reunieron algunos de los más sabios ancianos de entonces y acordaron idear un plan. Este consistiría en la ocultación definitiva de algunos de ellos y la posterior explicación a la gente de que estos habían muerto.
No obstante, no podrían usar estas palabras porqué la muerte aun no existía, así que tuvieron que explicar que era aquello que les había sucedido a esos venerables ancianos que no les permitía estar ahí presentes. Con lo que mediante metáforas fluviales, argumentaciones ad absurdum y mímica asociada lograron hacer comprender a la gente el lúgubre concepto. Unos -quizá aquellos que más lo comprendieron- no lo aceptaron de inmediato, a otros les dio absolutamente igual, algunos pensaron que todo era una invención ideada por los ancianos, pero la mayoría sucumbieron ante el misterio y la irrevocabilidad del acto de morirse y pronto valoraron más su propia vida.
A partir de entonces las personas vivieron con más intensidad. Se alegraban más, se entristecían con más esmero, lloraban, reían, pintaban cuadros y se besaban más. Hacían más el amor, bailaban más, cantaban más y mejor y también iban con más ímpetu a la guerra. Se esforzaban más en sus trabajos, amaban con más intensidad, se odiaban con más fuerza y luego recordaban más vivamente todo aquello que les había ido sucediendo. Porque ahora la vida tenía un final que le confería un destino contra el que revelarse de algún modo cada día.
Después, a medida que se hacían mayores les era revelada la mentira con la prerrogativa de que guardaran el secreto y que eligieran ellos mismos el día en que quisieran desaparecer. Y de este modo, llegado el momento deberían simular su muerte y esconderse para siempre en unas tierras lejanas que se habían predispuesto a ese fin. Allí se reencontrarían con aquellos seres amados que también tuvieron que partir algún día. Y allí esperarían a aquellos que dejaban en vida entristecidos por su muerte aun ignorantes de la oculta confabulación que se había pertrechado para promover la vida.
Sí alguno descubría el secreto demasiado joven no había más remedio que conminarle a representar una trágica e inesperada muerte temprana. Se alguien se negaba a mantener oculta la trama también era desplazado hasta esas lejanas tierras que muchos empezaron a llamar el más allá. Y así se inventaron años más tarde las religiones para proponer a través de estas equivocas interpretaciones de la muerte y falsos paraísos con los que confundir la verdadera ubicación de los finados.
Más tarde todo se fue volviendo más confuso cada día y ante la nueva dejadez vital de los que ya habían descubierto aquella trama tuvo que inventarse otro lugar al que partían aquellos que desaparecían en el más allá. Luego en las nuevas tierras se procedió del mismo modo y así sucesivamente. Ante tales complicaciones, en asamblea sumarísima dirigida por aquellos primeros ancianos, se acordó borrar la memoria e infundirle nuevos recuerdos a cualquiera que fuera desplazado de un sitio para empezar a vivir en otro. De este modo se infundió la certeza de que la muerte existía en todos y cada uno de los sitios que se habían ido habilitando a tal fin que ahora eran incontables lugares en los que se vivía y moría para ser luego trasladado al siguiente.
Así que, excepto aquellos primeros ancianos que mantuvieron la memoria para llevar a cabo el plan, ya nadie podía saber si había muerto con anterioridad o era aun su primera vida o había vivido ya múltiples existencias a lo largo de los sucesivos desplazamientos que había sufrido tras sus incontables muertes. Y, claro, mucho menos aun podían sospechar que la muerte era tan solo una mera invención.

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