domingo, marzo 12, 2006

Esos días en que ella siempre se pone falda.

Cuando hace viento las plantas están follando porque sus semillas se dispersan germinando la tierra. Hoy hay una orgía allí fuera y como siempre que hace viento me entran ganas de lamer cactus. Respiro a través del jersey porque hay semen de flora infestando el aire, es como si las petunias se corrieran en tu cara. Y no quiero hablar porque las palabras también se las lleva el viento, prefiero escribir en estos días de sexo aeróbico floral. Luego hacer aviones de papel con las páginas escritas.
La anemografía de mi último suspiro prevé escalofríos y rubores. El sexo entre seres humanos, en cambio, no consigue hacer volar cometas, ni impulsar un velero. Sin embargo, puede desencadenar una guerra. La parte hembra sabe del poder del escupitajo blanco y hace acopio en su bajovientre. Nacidas para robar nuestro bien más preciado, nuestro viscoso petroleo blanquecino que emana gratis y dispone de espermatozoides ilimitados.
Luego de succionarlo, lo guardan en un compartimento secreto cerca del útero que no sale en las ecografías. Que cuando están solas expulsaran en potecitos que serán guardados debajo de una baldosa.
Así si algun día estalla la tan inevitable guerra entre hombres y mujeres podrán destruir nuestra raza a base de indirectas y cínicos comentarios sobre el tamaño de nuestras protuberancias dejando tras de su pasos pequeños reductos de lo que vino a considerarse el ser humano macho. Entonces desenterraran nuestro codigo secreto del suelo de la cocina y crearan a partir de nuestra simiente unas divertidas mascotas sumisas que les plancharán la ropa, cortarán el cesped y lamerán su clítoris.