miércoles, noviembre 19, 2008

La pensión del olvido.


Si dormías en la pensión del olvido nadie pensaba en ti durante esa noche. O sea, que nadie soñaba contigo, ni nadie se desvelaba en medio de la madrugada para ponerse a recordarte y el mundo permanecía sumido en una amnesia total de ti. Como si jamás hubieras existido o tu vida no afectara en nada al transcurrir de la historia y de las personas. Porqué en la pensión del olvido solo pernoctan aquellos que jamás supieron vivir en la imaginación de los otros. Y, entonces, amanece un poco más tarde para ellos y hace un poco más de frio y huele más a soledad en cada rincón. Y es que en la pensión del olvido las estancias huelen a cajas cerradas, a aire viciado envasado al vacio. Y quien ha estado ahí, aunque solo sea una noche, ya sabe a que huele el fracaso. Porqué en todas las habitaciones de la pensión del olvido hay un espejo que refleja a un perdedor.
Pero la habitación número catorce de la pensión del olvido no se alquila porqué dicen que está encantada. En ella se ahorcó hace ya tiempo un hombre solitario y sombrío. Y ahora se aparece en mitad de la noche en forma de sombras por debajo del resquicio de las puertas, de cacofonías de murmullos disconformes. Y se inmiscuye en el crepitar de los armarios, en la letanía de un grifo mal cerrado, en el crujir de las paredes por el frio en medio de la madrugada.
En la pensión del olvido las horas pasan lentas y en cada noche de insomnio caben varias noches de insomnio de poeta. Y mientras permaneces en el compartimento estanco a los recuerdos de una de las habitaciones de la pensión del olvido nadie evocará la nostalgia de tu encuentro, nadie estará inmerso en la melancolía de acordarse de ti. Y el resto del mundo te ignorará por el mero hecho de estar durmiendo en dicha pensión. Aunque quizá sea lo contrario y la causalidad suceda a la inversa: que el hecho de no tener a nadie que piense en ti, te haya conducido a hacer noche en esa pensión. Cuyas sabanas tienen tacto a tristeza, cuyos bombillas crean sombras del desamparo, en cuyos percheros está colgada la desolación.
Cuentan que la habitación catorce de la pensión del olvido está encantada debido a que en ella se suicidó un tipo sombrío y solitario. Y es por eso que permanece cerrada y no se alquila a nadie. Aunque también pudiera ser que aquel hombre jamás se suicidara y que aun estuviera hospedado en dicha habitación. Sumido en el olvido sin que nadie se acuerde de él, entrando y saliendo sin ser visto, sin que nadie se percatara jamás que en la habitación catorce de la pensión del olvido vive un hombre de quien nadie se acuerda ya, a quien todos han olvidado para siempre.

lunes, noviembre 17, 2008

Sucesión de ausencias si jamás hubiera empezado el mundo.

Y si no hubiera primavera, porqué no existieran las flores, porqué no quedara pólen, porqué no volaran las abejas, porqué no había alas, porqué no teniamos cielo, porqué no quedaban pájaros, porqué se ya no se hacían nidos, porqué no habían arboles, porqué no quedaba agua, porqué no caía más lluvia, porque no teníamos nubes, porqué nos quedamos -te acuerdas- sin cielo, porqué no había mundo, porqué jamás hubo nada.


Y si no existieran los espejos, porqué no había amaneceres, porqué no se daban besos para despertar, porqué no quedaban noches de pasión, porqué no había sexo, porqué no quedaba sémen, porqué no teniamos padres, porqué no teníamos madres, porqué no se hacían hijos, porqué no había nacimientos, porqué no había funerales, porqué no existía la muerte, porqué no había vida, porqué jamás hubo nada.


Y si no existiera la música, porqué no existían las orejas, porqué no había caras, porqué no teníamos cuerpos, porqué no quedaban lugares, porqué no poseíamos tiempo, porqué no había relojes, porqué no habían paredes donde colgarlos, porqué no se construían casas, porqué no se hacían calles, porqué no había ciudades, porque no había soledad, porqué no quedaba nadie, porqué jamás hubo nada.


Y si no existieran los libros, porqué no había páginas, porqué no había papel, porqué no quedaban árboles, porqué desaparecieron los bosques, porqué no quedaban cuentos, porqué no había escritores, porque no quedaban historias, porqué no quedaba mundo, porqué jamás hubo nada.
Pero y si no existieran los libros, porqué no quedaban lectores, porqué no teníamos ojos, porqué no quedaban miradas, porqué se extinguió la belleza, porqué no había poesía, porqué no quedaban poetas, porqué se acabó el amor, porqué no quedaban amantes, porqué se esfumaron los besos, porqué no teníamos bocas, porque no quedaban palabras, porqué se acabaron las ideas, porqué ya no había pensadores, porqué ya no había ciencia, porqué ya no había mundo, porqué jamás hubo nada.


Y si no existieran los relojes, porqué se acabó el tiempo, porqué no cumpliamos años, porqué no había calendarios, porqué no teníamos nostalgia, porqué se esfumaron los recuerdos, porqué perdimos la memoria, porqué no había pasado, porqué jamás habría futuro, porqué no había destino, porqué no teníamos sueños, porqué no existía la felicidad, porqué no conocíamos la tristeza, porqué no había dolor, no existían las guerras, porqué no había injusticia, porqué no existía el amor, porqué no habían ciegos, porque no quedaba oscuridad, porqué no teníamos noche, porqué no había estrellas, porqué no había universo, porqué jamás sucedió el Big-Bang, porqué no havía ni vacío, porqué jamás hubo nada.
Técnicas de rejuvenecimiento o instrucciones para la immortalidad.

El ser humano ha intentado detener el envejecimiento basicamente a través del tacto. Y si bien es cierto que ciertas cremas antiarrugas mitigan los efectos de la edad a través de productos químicos dispares, también lo es que, a pesar de que la muerte se nos cuela en el organismo a través de los poros de dentro hacia afuera con su consiguiente oxidación, la via epidérmica no es la única via de escape de la juventud.

Los médicos aconsejan caminar entre media y un hora al día para mantener la salud. Sin embargo, caminar hacia delante es una vil metáfora de nuestro trágico destino. Por tanto, será recomndable en todo caso caminar al revés. Con los talones por delante y girando un poco el cuello para no tropezar. Así nuestro cerebro es engañado y el inconsciente interpreta que estamos desandando el camino hecho por lo que se deberían liberar substancias endógenas de carácter rejuvenecedor. Este efecto también se podrá conseguir leyendo el periodico de atrás hacia adelante o esforzandote en intentar desorganizar el cubo de Rubick.
También es conveniente hablar al revés. Esto puede lograrse en un primer momento nombrando las sílabas al revés. Véser al baslasí las dobranam. Acción factible de ejecutar en principio por cualquier neófito. Para más adelante, con la práctica, conseguir llegar a expresarse diciendo todas las letras en sentido contrario. Oriartoc oditnes ne sartel sal sadot odneicid.

Todo esto hará que el metabolismo de su cuerpo se confunda y que el proceso de envejecer y morir se detenga y, si se hace bien hecho, pueda llegar a involucionar. Porqué la muerte es un mecanismo transmitido por herencia cultural que se aprende de generación en generación y el organismo lo somatiza. Pero nuestros cuerpos también están preparados para lo contrario para afrontar el fenómeno del Big-Crunch donde el espacio tiempo vuelve hacia atrás. Ahí la osmosis del ser humano, debido a la inversión del flujo temporal, deberá deshacer todo lo hecho, desandar todo lo recorrido, desaprender todo lo sabido y desenvejecer. Es por ello que si se consigue que el organismo crea estar en la realidad metafísica del Big-Crunch, este será propenso al rejuvenecimiento.

Aspirar fuertemente el vaho que desprende la gente joven. Y, por contra, procurar no respirar en frecuencia de ancianos ya que la muerte, aunque jamás se haya demostrado científicamente, también puede contagiarse por vía oftamológica.

De todos es sabido, los enormes beneficios regenerativos del semen sobre el cutis. Esta facultad reparadora dermatológicamente testada por la comunidad científica puede ser potenciada exponencialmente por la engullición del esperma vái oral.

Hay una flor, nadie sabe cual, que tiene la singularidad de exalar un perfume que al ser inhalado por las personas consigue que estás recobren facultades perdidas con la edad. El olor de la flor, sin embargo, resulta repelente y nauseabundo para el ser humano, tampoco su morfología estética es de gran belleza. Se semeja más a un hierbajo que a una flor. Y es por todo ello que esta flor, de la que solo tenemos la referencia escrita en un viejo almanaque de botánica, bien pudiera ser que se hubiera extinguido o, incluso, que jamás hubiera existido. Pero quien pudiera tener un pequeño jardín con estas flores sería joven por siempre y no moriría jamás.

Por lo que respecta a los alimentos que afectan al envejecimiento se ha demostrado en grandes experimentos nutricionales la existencia de muchos que lo relentizan. Alimentos considerados sanos por la sabiduría popular y que generalmente son poseedores de un gran sabor que los hace aceedores por sí mismos de buena fama entre los gourmets. Y, sin embargo, estos mismos estudios científicos arrojaron a la luz un fenómeno inesperado que estipulaba que el bróquil tenía enormes facultades estimulativas de la regeneración orgánica. Pero dichas conclusiones no tardaron a achacarse a un error en la metología empleda y fueron refutadas y tapadas quien sabe con que finalidad. Lo cierto es que jamás se consiguió repetir aquel experimento en las mismas condiciones debido a las nuevas y más rígidas normativas que impiden la exposición de los sujetos experimentales a experiencias traumáticas que puedan conllevarles efectos secundarios nocivos. Cabe resaltar, no obstante, que en dicho experimento se tomó constancia de que un grupo de individuos alimentados preminentemente con bróquil reflejó en los tests y pruebas encontrarse sensiblemente menos envejecido al cabo de los meses que cualquier otro grupo alimentado con otros vegetales, que un grupo base alimentado con una dieta estandart y un grupo placebo al que se le decía que se le alimentaba con bróquil pero al que, en realidad, le estaban suministrando colifló.

Ni decir cabe que la música que escuchamos también afecta la longevidad de nuestro organismo pues la muerte nos invade por los cinco sentidos. Así es como melodías con acordes menos espaciados en el tiempo lograran efectos en nuestro reloj interno de adelantamiento. Dichos ritmos acelerados se comparan con la sístole y la diástole de nuestro corazón y serán interpretados como una aceleración del tic-tac del mundo. Otras sinfonías de carácter más relajado logarrán por su parte el efecto inverso y podrá uno sumergirse en el lago de los cisnes sin que transcurra apenas ningún tiempo des del punto de vista ontológico/gerontológico y volver así a emerger a la superficie intacto e ileso de las magulladuras del instante.

También se pueden relentizar los efectos del paso del tiempo internandose en la lectura de libros donde se desarrollan vidas ajenas. La cronocidad de los personajes ficticios o reales de carácter literario absorverá una parte del tiempo empleado en su lectura. O sea, que la energía temporal se consumirá a medias entre el lector y el personaje. Eso es posible por el desgaste temporal invertido por el escritor que provoca una especie de agujero de gusano que une el presente del lector donde está leyendo esto ahora, hasta el momento justo en el que el escritor lo redactó, lo está redactando, lo redacto, hola que tal?
Y es así como debido a fuerzas gravitacionales del continuum espacio temporal se consiguen aflorar particulas atemporales (antisegundos, antiminutos, etc...) que neutralizan sus pares correspondientes. Debido a eso, cuando el lector emergerá de su lectura y consultará el reloj, tendrá la sensación de que el tiempo ha pasado muy deprisa.

viernes, noviembre 07, 2008

Vocabulario esencial:

Mamihlapinatapai: "Una mirada entre dos personas cada una de las cuales espera que la otra empiece una acción que ambos desean pero que ninguno se anima a iniciar" (Indios Yámanas, Tierra del Fuego).

Puijilittatuq: "El que no sabe que hacer debido a las numerosas focas que ha visto salir a la superficie" (Inuits).

Crotalogía: "Ciencia de las castañuelas"

Utamawarimashita: "Vamos a hacer todo lo posible por complacer su honorable petición" ("No" en el Japón)

Ilunga: "Persona preparada para perdonar un primer abuso u ofensa, que es capaz de tolerar un segundo, pero jamás un tercero" (Tshiluba, R.D.Congo).

domingo, noviembre 02, 2008

Crónicas del olvido.

Hay un lugar donde puedes olvidar todo aquello que jamás te sucedió. Se llega hasta él por carreteras que nunca tomaste o bajando en la estación donde tienen parada todos aquellos trenes que algun día perdiste. De donde bajan algunas de las personas que jamás llegaste a conocer.
Allá donde no se puede alcanzar a recordar los amigos que jamás hiciste. Donde te puedes cruzar por la calle con aquellas personas con las que saliste de fiesta hasta altas horas de la madrugada en noches memorables de las que ahora no te acuerdas de nada. Aquellos a los que confiastes tus secretos y desvelaste tus esperanzas vanas. Con los que viviste aventuras felices y a los que tuvistes a tu lado en los momentos tristes que jamás llegaron a acontecer.
Es un lugar donde puedes olvidar a la novia que jamás tuviste. La que nunca vistió aquel jersey verde de lana esa tarde de invierno en que fuisteis a pasear a la vera de un lago, mar o, quizas, oceano junto al que no has estado en la vida. La que no te dijo a la sombra de aquel arbol bajo el que os tumbasteis que vuestra historía de amor que jamás sucedió sería para siempre.
Un lugar donde no podrás recordar aquel viaje que nunca emprendiste. Donde salen veladas las fotos que jamás hiciste en las que apareces sonriente mirando a camara a los pies de la estatua junto a la que no has estado ninguna vez. Donde se velan paisajes que no contemplaste, lugareños a los que no conociste y romances bajo la luz de la luna llena que no sucedieron.
En este lugar donde habita el olvido no podrás recordar aquel trabajo que nunca tuviste. Con lo que se te descuentan las horas que no llegaste a cumplir, se te traspapelan los contratos que nunca firmaste y se te proratea tu absentismo laboral.
Donde nadie habrá oído hablar de aquel bar de la esquina que de ningún modo frecuentaste. En el que se desvanecen en el eco del silencio aquellas tertulias que jamás se entablaron, donde se esfuman por entre los recovecos del aire las frases que no fueron pronunciadas, ahí donde se enfrían los cafés que no tomaste, donde se guardan tibias las cervezas que no bebiste, donde se deshilan los tejemenejes que no se urdieron, donde se tergiversan las historias que nunca fueron contadas.
Y todo cerca de aquel hotel que jamás se llego a construír donde se hospedan todas aquellas mujeres con las que te acostaste, en cuyos pasillos resuenan el grito sordo de los orgasmos perdidos que jamás podrás recuperar, donde se deben aquellos besos que nunca te dieron y arrinconadas en el olvido pernoctan todas las noches de pasión que nunca llegaste a vivir.
Un lugar donde los cines siempre traen en cartelera películas que aun no hemos visto y la televisión solo emite programas que algun día te perdiste, series que nunca seguiste o partidos que no pudiste llegar a ver. Donde hay bibliotecas llenas de libros que no te animaste a empezar a leer y por la radio solo ponen canciones que jamás habías escuchado.
Donde hay un escuela en la que se desaprenden los nombres de los rios que jamás llegaste a estudiar, las leyes de las ciencias que no llegaste a entender y las reglas de los juegos a los que no jugaste. Donde se descuídan las fechas de nacimiento de los escritores que jamás diste porqué no hubo tiempo de acabar el temario y la solución de los problemas matemáticos que puede que no tuvieran solución. Donde se desdicen y se retractan los maestros que nunca tuviste.Una escuela donde se descosen de las batas los nombres de los niños que no puedes recordar.
Y bajando por esa misma calle de cuyo nombre no te acuerdas se llega hasta aquella casa en que jamás viviste en la que se desvanecen silenciosos los sueños que jamás tuviste sobre la cama en la que nunca dormimos junto las cortinas que no habríamos elegido de ningún modo al lado del armario donde está guardada la camisa que nunca te atreviste a poner para acudir a la cita a la que jamás te presentaste donde conociste a la persona de la que jamás te llegaste a enamorar. Aquella con la que no te pudiste recostar al lado de la chimenea que en la vida encendiste junto a la que no hicimos el amor sobre la alfombra que jamás existió a la lumbre de un fuego que no crepitó al filo de la medianoche con sus llamitas amarillas y azules.
Y junto a esa casa de la que no puedes acordarte que algun día llamaste hogar crece en el patio el arbol que nunca plantaste del que pende el columpio del que en días de viento resuenan chirridos que jamás emitió. El mismo en el que se balancearon los hijos que jamás tuviste y que crecieron felices sin preocupaciones como la de haber nacido huerfanos de ti. El mismo columpio en que jamás te sentarás a olvidar de leer el libro que nunca escribiste y en el que puedes no acordarte de dejar envejecer una vida que jamás sucedió.

miércoles, octubre 29, 2008

El predigitador de instantes.

(El predigitador de instantes se encuentra en el super con un amigo al que hacía tiempo que no veía)

- Hola.
- Hoooooola.
- Bien.
- ¿Cómo te va?
- Nada.
- ¿Y que te cuentas?
- Sí, todavía.
- ¿Aun trabajas en correos?
- También bien.
- ¿Y Luísa qué?
- De tu parte.
- Dale recuerdos.

jueves, octubre 23, 2008

Histórias de amor nihilistas o jamás sucedidas.

En un bar:

Ella entró en el bar y lo miró por un momento a los ojos. Al él se le resquebrajó algo en lo más profundo de su ser. Jamás la había visto antes y sin embargo sentía como si tuvieran un amnésico pasado común, como si estuvieran predestinados por alguna ley cósmica imposible de alcanzar a comprender. Ella había sido puesta allí por alguna estratagema del destino o por un rocambolesco plan urdido por algún dios jugetón. De repente todo encajaba y cualquier acto anterior de su vida que le hubiera conducido a este justo momento cobraba sentido. El paso del tiempo mismo, los amores y desamores de antaño, la ubicación exacta de cada estrella en el cielo, la disposición de cada una de las sillas y mesas del bar y hasta la muerte misma; todo tenía explicación des del preciso instante en que la vió aparecer por la puerta mirandole vagamente a los ojos. Ella acabó de tomar el café que había pedido, pagó, dejó una módica propina y se marchó sin más.

En el metro:

Si al sentarse junto a ella en el metro tan solo le hubiera preguntado la hora, él no hubiera tenido más remedio que preguntarle si llegaba tarde a algun sitio por entablar una conversación (pues ella era poseedora de la suficiente belleza como para que él se sintiera atraído de immediato) y entonces ella hubiera podido bromear a la par que mostrarse inteligente con alguna respuesta audaz como que hay que llegar puntual aunque no te esté esparando nadie (mostrandose, así de paso, veladamente solícita) y entonces él le diría que como puede ser que nadie te esté esperando con lo guapa que eres (bordeando la barrera del disímulo) que ella traspasa de pleno contestándole que él tampoco está nada mal (proposición casi explicita de sexo) y él (aunque incluso algo estupefacto por la precipitación de estos inesperados acontecimientos amorosos un martes por la mañana) le diría que si quiere la invita a comer, con lo que ella (encantada de haber conocido al que le parece que podría ser el hombre de su vida) acepta. Y luego en la comida risas y afinidades varias y al día siguiente en el cine palomitas y beso de despedida y al tercer día habitación de hotel y compatibilidad sexual y durante el mes siguiente amigos y cenas y deportes de aventuras y un viaje a Paris con lo que al cabo de siete meses boda y al año embarazo y gemelos y luego tres hijos más, chalet junto al mar y tiempos felices para ir envejeciendo de a poco uno junto al otro hasta el fin de sus días.
Pero no, ella jamás le pregunta la hora y él ya acaba de bajar en la última parada y se cierran las puertas del vagón y el tren vuelve a emprender su marcha y ella aun tiene tiempo de verle por última vez perdiendose por entre los pasillos de la estación confundiendose entre la multitud que abarrota el andén una fria mañana de martes de otoño.

Por la calle:

De repente, mientras iba caminando por la acera la vió aparecer desde la siguiente bocacalle y aunque era un poco miope le pareció que su silueta era digna de consideración. Desde la distancia la excrutaba sin pudor cuando le pareció que ella también alzaba la vista y le miraba por entre la gente. Él apartó la mirada por un momento haciendo un barrido visual a la calle para finalmente volver a posar sus ojos sobre ella. Ahora estaba un poco más cerca con lo que él pudo ver con claridad como ella aparta su mirada con cierto disimulo en el momento justo en el que él fijaba la suya sobre ella. No había duda era una chica preciosa y sus pasos iban acercandoles el uno al otro de a poco cuando otra vez los ojos de ella bascularon en un veloz movimiento cecálico para fijarse justo en el punto donde se encontraba él, al que un instinto social adquirido (pues no lo poseen los bebes) le hizo apartar de immediato la vista. Y, sin embargo, ahora sabía con seguridad que ella también se había fijado en él encontrandose los dos inmiscuídos en un cortejo subyacente telepático oftalmológico visual. Y ya tan solo se encontraban apenas a unos metros cuando él decidió profundizar de forma descarada su mirada sobre la de ella vulnerando cualquier precepto de intimidad urbana, ella le correspondió entornando un poco sus ojos y mirandole fijamente en una mueca de índole osadamente libidinosa para luego apartar lentamente la vista hacia el otro lado hasta fijarla casi como mirando al cielo en un claro gesto de disimulo explicitamente mal disimulado. Ahí fue cuando él miró al suelo un instante como para coger aliento y recargar la que sería su mirada definitiva. Y cuando ya casi estaban a la misma altura, girando además el cuello apenas unos grados la contemplo con la absoluta naturalidad de los que se conocen desde siempre, haciendole el amor con la mirada o más bien follandosela por los ojos y mientras ella, sin apartar la vista de él, le correspondía con la misma intensidad en un momento que se hacía eterno, a la vez, que pasó tan efímero y fugaz, cruzaron sus caminos y ella siguió por su lado y él por el suyo sin que nadie se decidiera a mirar atrás.

viernes, octubre 10, 2008

Krölp.

En la región de Krölp no tenían ninguna palabra que significara No. Sus habitantes no conocían el concepto de negatividad por lo que se trataba de un pueblo bastante optimista y siempre predispusto a todo. Se hacían favores unos a otros y siempre se animaban mutuamente. Las respuestas a cualquier petición resultaban siempre afirmativas y si alguna vez la persona que respondía hubiera querido responder lo contrario, en realidad, no hubiera sabido como hacerlo pues no poseía el concepto de la palabra No, con lo que a veces declinaban las consultas en términos más difusos tales que "voy a hacer todo lo que pueda para estudiar esta pregunta", "intentaré en un futuro resolver con mayor rigor tus dudas" o "nada me gustaría más que complacer tu ruego con lo que ya veremos". Estás formulas postergadoras del ofrecimiento claro de una respuesta no eransinó meras fórmulas de cortesía que no hacían más que posponer la auténtica respuesta afirmativa que no tardaba en darse a poco que el consultante insistiera lo más mínimo.
Así era pues que culquier referéndum que se realizara democráticamente daba como vencedor en abrumadora mayoría al Sí. Más teniendo en cuenta que las otras opciones no eran sinó expresiones vagas como puede, tal vez, quizas, ojalá que en realidad no hacían referencia a nada. Así mismo, consultas de caractes más íntimo como peticiones de noviazgo o prerogativás más triviales sobre escarceos amorosos también eran siempre rapidamente ratificadas de manera pertinente.
La ciencia en Krölp era un cúmulo de certezas. Cualquier duda metafísica o planteamiento de hipótesis se reafirmaba de manera tajante por el mero hecho de haber sido planteado. Esto daba, a veces, paradigmas opuestos que sin embargo sabían coexistir debido al carácter relativista y a la predisposición a la utopía de la comunidad científica de Krölp. De este modo cuando surgió la duda de si el Sol giraba alrededor de la Tierra evidentemente los astronomos no tardaron en asegurar que efectivamente así era. Para, siglos después, al formularse la interpelación contraria afirmar, sin ningún tipo de pudor, lo diatralmente opuesto o sea que en verdad era la Tierra que giraba alrededor del Sol. Pero sin llegar a desmentir el precepto antiguo sinó más bien incorporando estás nuevas definiciones a las anteriores. Con lo que se solía aceptar vulgarmente que el Sol era un astro que giraba alrededor de la Tierra la cual, a su vez, daba vueltas alrededor del Sol y así sucesivamente.
La propiedad privada tampoco existía como tal en Krölp por lo que su estatus político podía asemejarse, sin serlo, a un regimen comunista. Lo que sucedía, en realidad, es que ante cualquier petición para que alguien pudiera hacer uso de objetos de uno, todo se solventaba de manera afirmativa entre parabienes de exquisitos modos. Tal era así que si alguien te paraba por la calle para preguntarte si tenías un cigarrillo no tenías más remedio que ofrecerselo aun y a pesar de no llevar encima e incluso de no ser fumador con lo que debías ir a comprar un tabaco para satisfacer la demanda correctamente. Del mismo modo, si a uno un amigo le pedía el auto porque tenia el suyo en el taller no había otra que cederlo y sucedía lo mismo con el taladro, las grabaciones de peliculas, los libros, las joyas, el dinero. Luego, a la hora de las devoluciones te solías encontrar que el objeto en cuestión ya había sido prestado a otra persona que lo había demandado posteriormente con lo que se entraba en una dinámica de prestamos y peticiones de prestamo en que ya casi nadie sabia a quien pertenecía cada cosa y se iban cediendo todo de unos a otros sin esperanza de recuperar nada. El trabajo individual tampoco existía y más bien se organizaba todo desde un trabajo comun a todos que había que desempeñar. La escala piramidal no se sostenía ya que los quehaceres se desarrollaban a la par que alguien contratara a otro para desempeñar una labor, trato al cual el otro siempre aceptaba a pesar de condiciones pésimas, de emolumentos deficitarios y de la propia incapacidad para desarrollar dicho trabajo. Y, no obstante, al no existir clausulas que negaran tal posibilidad no tardaría en romper el contrato o, en su defecto, en subcontratar a alguien para que desempeñara tal ocupación. De este modo, todos podían ser jefes y asalariados a la vez, todos mandaban y obedecían al mismo tiempo. Y todo el mundo hacía todo, que bien pudiera decir que nadie hacía nada.
En Krölp era muy fácil casarse pues todas y todos daban siempre el sí quiero. En Krölp los que se dedicaban a vender enciclopedias conseguían siempre su proposito y en todas las casas había extensas bibliotecas repletas de tomos varias veces repetidos de multiples enciclopedias. Los jovenes de Krölp todos se drogaban porqué no sabían decir que no a las drogas. Y en las zonas urbanas por todas las calles se podía circular en cualquier sentido pues no existían lugares por los que no se pudiera pasar, ni prohibiciones expresas. Las encuestas a pie de calle eran rapidamente ejecutadas ya que todo los transehuntes que eran aprestados a responderlas se mostraban solicitos siempre a tal petición aunque llegaran tarde al trabajo o no tuvieran ganas. En Krölp no existía el rechazo, ni el desamor. Quizas tampoco el amor verdadero sinó una especie de resignación compartida al hecho de tener que estar juntos porqué sí. A la gente de Krölp si les preguntabas si eran felices te decían que sí, aunque jamás sabrías si lo decían porque realmente lo eran o porque desconocían la existencia de la particula negativa llamada No.

miércoles, mayo 14, 2008

La moneda.

En el Bar La Luna Menguante se reunen, a saber: hombres en paro con barba de tres o cuatro días, mujeres madres de niños en horario escolar, obreros de la consterucción en la hora del almuerzo, oficinistas y burocratas de rango menor varios, turistas extraviados y viajeros perdidos. Pero tambié, un elfo maligno, una cleopatra de mármol, un mimo triste y un tipo vestido de la muerte misma con su túnica y su guadaña. Pues el Bar La Luna Menguante, se oculta en el callejón que da a la plaza donde ejercen de estatuas humanas personas las cuales también tienen una vida detrás.
Un día entró en el bar un hombre de aspecto misterioso, leasé: gabardina ocre, gafas de sol, sombrero buersalino, mirada alternante hacia ambos lados. Al llegar a la barra, ante la presencia de Aron el dueño mismo del local, y en un susurrante hilo de voz, como si sospechara que alguien hubiera puesto micros implantados en sus propios empastes pidió, por favor, un café, a la vez, que extendía sobre la madera desgastada de la barra una moneda.
Tras servirle el cafe, Aron, cobró el importe con la susodicha moneda y en el tiempo que tardo en girarse para depositarla en la caja registradora aquel tipo ya se había marchado dejando sobre la barra intacto el todavía humeante café. Un comportamiento sospechoso que, sin embargo, el dueño del Bar La Luna Menguante no tardaría en olvidar inmerso en sus quehaceres cotidianos al frente del establecimiento.
Pero los días siguientes, los asistentes al bar fueron menguando tal que el estado de la luna que lucía en la marquesina de la fachada. Sin que apenas nadie se apercibiera de ello cada día hubo menos clientes y se rompian cada vez más vasos y tazas, se resfrió un empleado, se fueron sin pagar varias personas, hubo averías de nevera, llegaron facturas ostensiblemente infladas de gas y electricidad, se devolvió mal el cambio a favor del cliente en un par de ocasiones, se fundieron tres bombillas. Hasta que al tercer día, debido a procesos azarosos o quizá estadísticos salió de la caja donde había permanecido en su espera latente la moneda con que pagó aquel misterioso hombre en forma de cambio al cobro de cuatro cervezas consumidas a cargo del tipo que hacía de Elfo Maligno en el grupo de estatuas humanas de plaza contigua.
Desde ese momento la economía del bar volvió, de a poco, y sin que tampoco apenas nadie lo notara a florecer como antes. Augmentó la clientela, se consumió más, se devolvían bien los cambios, apenas se rompía nada, se dejaba más propina e, incluso, al dueño le tocó un pequeño premio a la lotería. Pues ya no permanecía en su poder esa misteriosa moneda que estaba maldita y quien la tenía en posesión entraba en un proceso de irremediable declive económico que conducía invariablemente a la bancarrota. La única solución posible era deshacerse de aquella moneda mediante alguna transacción económica como, por ejemplo, pagar un café. No podía tirarla a un pozo o colarla por la rendija de un alcantarillado pues entonces la maldición te pertenecía para siempre. No debías tampoco perderla, ni fundirla en unos altos hornos pues sus efectos también perdurarían en ti. Tampoco podías introducirla en ninguna máquina expendedora pues sus diferencias imperceptibles con una moneda normal hacían que esta no fuera aceptada por este tipo de artilugios. Y esa era, en realidad, uno de los signos para distinguirla, que jamás la cogía nunca ninguna máquina expendedora. La única solución pasaba por intercambiar la moneda de tu a tu con otra persona. Y si no se hacía así, terminabas al cabo de un tiempo arruínado pidiendo limosna en alguna acera. Pues muchos de los vagabundos tuvieron en su momento sin saberlo la moneda entre las manos sin alcanzar luego a traspasar la maldición a los demás. Ahora vagan por las calles ignorando el porqué de su desdicha, pidiendo limosna al transehunte con la vaga eperanza de que en una de estas les vuelva la moneda maldita a sus manos y sepan esta vez canjearla de forma correcta y deshacerse así de los efectos de su maldición y puedan rehacer su vida.
El Elfo Maligno aquella tarde, por mucho que se esforzara en deleitar con sus mejores poses a los turistas, no obtuvo apenas gratitud a modo económico. Tal que, al cabo del rato, ya volvía a encontrarse en el bar pagando con las monedas que había ganado por la mañana entre las que se encontraba la susodicha moneda otras dos cervezas más.
La moneda volvía así a la caja del Bar La Luna Menguante para, sin embargo, esta vez salir al poco a manos de un hombre con barba de tres o cuatro días. Al día siguiente ese mismo hombre compraría el periódico con la moneda en cuestión, para que, a su vez, el quiosquero adquiriera con ella una lata de lentejas en el colmado de al lado, donde la moneda saldría de inmediato como vuelta para una señora mayor, la cual al día siguiente la utilizaría en la compra de una bombilla que reemplazara la que esa misma noche se había fundido en el comdor de su casa (la fundición de bombillas sería, al parecer, otro de los signos inequivocos de estar en posesión de la moneda maldita).
Y así fue como el dueño de la tienda donde la señora mayor había comprado la bombilla metió la moneda en uno de esos tubitos de plástico con otras monedas iguales para ingresarlo, al día siguiente, en el banco de la esquina. Allí, entre tantas, se perdió el rastro de la moneda maldita. Y solo cabe decir, que ese banco, al cabo de unos meses, quebraría. Y la moneda volvería a ser introducida en las transacciones cotidianas, con lo que quien sabe si ahora mismo dicha moneda no es albergada en uno de tus bolsillos o está sobre la mesita de noche de tu habitación o se coló por entre los recovecos del sofá.

viernes, abril 25, 2008

Para arrodillar a un hombre.

Para arrodillar a un hombre hay que aplicar una fuerza vertical desde los hombros lo suficientemente grande o durante el tiempo suficiente para que este hinque la rodilla. Para arrodillar a un hombre no basta una tragedia, un deseo, algo por lo que rezar. Porqué un hombre no se arrodilla ante cualquiera, no sucumbe ante nadie y preferirá morir de pie que vivir arrodillado, incluso, llegado el caso, vivir de pie a morir arrodillado.
A un hombre de verdad no hay religión que lo corrompa, ni Rey lo suficientemente despota o tirano que lo haga claudicar. Y es que un hombre no se arrodillaría ni para pasar por un tunel que condujera a la libertad. Tampoco para recoger el pendiente caído de una falsa dama, ni para robar las fresas del agricultor. Jamás por haber descubierto algun continente nuevo, nunca para suplicar clemencia al verdugo en la pena capital y mucho menos para atarse el cordón de uno de sus zapatos.
Y, ya ves, para arrodillar a un hombre tan solo basta la visión de tu coñito rasurado con tus bragas hondeando a media hasta.

martes, abril 15, 2008

Delfín Violeta.

Su animal preferido desde esa tarde, su mascota para toda la vida, sería el delfín violeta. A su amparo se había de producir el encuentro furtivo entre Diana y Edmundo. Una pasión prohibida ante las leyes gubernamentales y quizá también ante las propias leyes de la naturaleza. Pero ahora todo daba igual y ahí estaba él esperandola junto a la pilastra indicada con una pequeña bolsa en la mano. Y por ahí venía ella caminando entre las hileras de coches y columnas de ese interminable aparcamiento soterrado. El corazón de Edmundo se desboca por momentos en rejuvenecedores latidos, Diana envejece, lo que a estas edades se llama aun madurar, de a poco, a cada paso que va dando.
Los dos con gafas de sol como suele ser indispensable en este tipo de situaciones. Las de ella aerodinámicas, de cristal espejo de sala de reconocimiento de sospechosos ocultan la mirada aun demasiado pura de sus dos ojos verdes como guisantes mendelianos. Las de Edmundo más ortopédicas y voluminosas difuminan la posible perversión libidinosa con que algun espectador ajeno pudiera confundir esa mirada enamorada.
Pero a pesar de las precauciones no están solos. Una sombra les observa des del asiento trasero de un coche aparcado en la penumbra del fondo del aparcamiento.
Ajena a ello Diana avanza recreandose en el contorneo de sus caderas cruzando diminutos pasos cebra. Va con boina calada a un lado y chaqueta de pana negra, tan elegante que parece mayor de lo que es. Edmundo la observa llegar bajo la letania de la luz de los fluorescentes, inmerso en el nerviosismo de las esperas, repiqueteando en morse con su pie izquierdo la impaciencia contenida de salir a su encuentro. Se quita las gafas y las cuelga del cuello de su camisa verde abierta hasta el tercer botón para darse un aire más desenfadado. Se da cuenta de que aun lleva las yemas de sus dedos algo negruzcas q así con sus pue delatan -como lo harían las huellas dactilares de un asesinato- que se ha tintado el pelo esa misma tarde; en pos de una inalcanzable juventud eterna.
Edmundo, no sonrie, a pesar de sentirse feliz, no lo hace para no añadir arrugas de expresión a sus ya ostensibles arrugas por edad. No sonrie ni cuando Diana llega por fin delante de él mirandole fijamente con una sonrisa en los labios, que solo es correspondida por él con una mueca de apacible serenidad que podría traducirse, eso sí, como sonreir con la mirada. Y se quedan frente a frente sin decirse nada. Pero ella se embriaga con el olor de su aftersave, mientras él aspira fuertemente para respirarla en uno de sus otros preceptos para vivir eternamente: inhalar aire cerca de jovencitas. Más tarde, ya en el piso, continuará con el método aplicando otras técnicas para alcanzar la immortalidad como chupar sus pezones, gatear alrededor de ella en la cama o hacer que le de de comer en la boca haciendo el avión con una cucharita.
Pero eso es insospechable de momento, cuando ella le dice hola, abuelo y Edmundo contesta hola, mi amor. Dandose en la mejilla dos castos besos que contados con exactitud serían cuatro: dos de Diana, húmedos y sonoros, delicuescentes; dos de Edmundo, más secos y silenciosos, conteniendo su efusividad.
Él le da la bolsa que lleva en su mano, sobrellevando con ironía su situación. Para tí, cuidado no te empaches. Esta llena de golosinas. Si lo se te traigo una crema antiarrugas, viejo verde. Y ahora sí él no puede reprimir una sonrisa y se abrazan cómplices de sus circumstancias tan felices como pueden dejarse ser al amparo del Delfín Violeta B-4 pintado en la columna del aparcamiento de unos grandes almacenes.

lunes, abril 07, 2008

Sucedió ese año.

Ese mismo año se desencadenó una guerra sanguinaria en un país del tercer mundo, se declaró el estado de alerta mundial por una nueva enfermedad de caracter altamente contagioso y mortal, subió otra vez el precio de la barra de pan, hubo un terremoto terrible con cientos de muertos, atentados gravisimos en nuevas oleadas de terrorismo, violencia de género, fraude a nivel gubernamental, corrupción y tráfico de armas, doping, calentamiento global y augmento de la tasa media de afectados por niveles preocupantemente altos de colesterol.
Pero Petra estaba con él. Y el mundo le parecía un lugar maravilloso en el que vivir.

martes, abril 01, 2008

15 maneras de olvidarte para siempre.

(1) F. recogió todos los vestigios de la existencia de Petra que pudieran quedar aun en el piso. Un botecito de crema exfoliante, rímel de pestañas, cera depilatoria en frio, otro botecito de nosequé con aloe vera. También unas braguitas extraviadas en el fondo del tambor de la lavadora. Dos cartas a su nombre, el libro que ella le regaló y algunas revistas viejas de interiorismo que solía leer. Lo metió todo dentro de una bolsa de basura y lo tiró al contenedor. (2) Desharticuló el calendario de yogures caducados en la nevera que formaban un ácido almanaque de días prescritos sin Petra. Días limón, días piña que envejecían en su ausencia.
(3) Luego, limpió con fuerza todos los espejos para que desapareciera el eco de su imagen en cada cristal. (4) Pintó las paredes de negro para auyentar los fantasmas de ese teatro de sombras chinas que representaban la tragicomedia de alguien mirando la tele en el sofá, levantandose para ir al baño, una silueta de mujer mirando por la montaña, desnudandose o haciendo el amor con otra sombra, rebuscando con una cucharita en el fondo de un yogur de piña.(5) Giró el somier de la cama. Del anverso al reverso y de pies a cabeza como intentando desorientar el molde de su cuerpo en la almohada. (6) También procuró ocultar todos los objetos que pudo que empezaran con la misma letra que su nombre.
(7) Dejó de hablarle en sus pensamientos. O sea, que si imaginaba que se encontraba con ella por la calle, no la saludaba y hacía como que no la conocía aunque todo esto solo sucediera en su imaginación. (8) Luego, intentó dejar de pensar en ella. Dejó de pensar en ella cuando se fundía una bombilla, (9) dejó de pensar en ella cuando se iba el señal del televisor, (10) dejó de pensar en ella cuando se masturbaba, (11) dejó de pensar en ella cuando se oía caer algun cacharro en el montón del escurreplatos,(12) dejó de pensar en ella cuando hacía ¡ping! el microondas.
(13) F. se reclinó en el sofá con la mirada perdida en una esquina del techo y dijo su nombre en voz alta: Petra. Volvió a repetirlo: Petra. Y lo siguió repitiendo una y otra vez: Petra, Petra, Petra, Petra, Petra, Petra, Petra, Petra, Petra, Petra...hasta que la palabra perdiera su sentido, hasta que las sílabas se solaparan y se enrocaran...Petra-petrapetrapetrapetrape trape trape trape trape trape hasta que poco a poco desapareció petra petra ptra pta pt p...
(14) Entonces, F. se incorporó y escribió en un folio el nombre de ella por última vez. Lo arrugó haciendo una bola y le prendió fuego. Y en el exhorcismo de su combustión usó la palma de la mano para componer con señales de humo un poema triste.
(15) Se compró un rascador de espaldas.

martes, marzo 25, 2008

La luna andaba entre visillos.

La puerta de la habitación de Tyra gimió su óxido agrio justo en el momento en que M. la entreabría lentamente para ver su interior. Lo primero que vió fueron esas fotografías de actrices que había en la pared. Actrices cuyo nexo de unión era: que estaban todas muertas. Eso era quizá porqué Tyra no admiraba realmente a una persona hasta que esta no hubiera fallecido. Porqué trataba las vidas de la gente como cuadros de pintores muertos.
Debajo de esas fotografías se podía ir viendo, al unísono del chirrido sostenido de las visagras de la puerta que M. entreabría con suma cautela, la cama de Tyra, en la que yacía el inherte cuerpo -desnudo- de la propia Tyra. Su desnudez era total, hasta el punto que el único signo de recatamiento que podía apreciarse eran esos ojos cerrados, como dormida, como muerta.
En las estanterías que estaban sobre la cama había flores, pero estaban disecadas, había libros, pero también eran todos de escritores muertos. La luna andaba entre visillos a través de la ventana y su tenue luz hacía resplandecer la pálida desnudez del cuerpo de Tyra que las paredes negras hacían refulgir más aun si cabe. Sus piernas estiradas, sus brazos rectos pegados al torso en posición decubito supino, como si estuviera encapida en un ataud, amortajada en su quietud serena.
M. resiguió con la mirada el sinoidal perfil del cuerpo de Tyra desde los pies hasta la cabeza. Y mientras se acercaba a ella pudo observar como sobre el cabezal de la cama colgaba de la pared una gran lápida de mármol en la que estaba esculpido el nombre completo de Tyra, bajo éste su fecha de nacimiento seguida de un guión y después del guión -escrito con tremulosa mano a rotulador- la fecha del día de hoy.
Es entonces cuando M. se dio cuenta del bote de sopníferos vacío que había sobre la mesita de noche junto a un rotulador abierto. Y al borde de la cama sujetó con dos dedos la muñeca izquierda de Tyra y le tomó el pulso justo por encima de su reloj de pulsera. Luego, asiendola de esa misma muñeca levantó su antebrazo suavemente hasta la altura de un palmo y lo soltó. Éste cayó a plomo sobre el somier.
Y, sin embargo, no puede estar muerta. Nadie está muerto del todo mientras su reloj de pulsera siga en funcionamiento marcando cada instante anudado en su muñeca.
M. situa la mano sobre el corazón de ella para auscultar su corazón. No puede estar muerta. Nadie está muerto todavía -al menos no oficialmente- hasta que se haya tramitado el pertinente certificado de defunción. M. cierra los ojos. Nadie puede estar muerto hasta que no muere la última de las larvas que se alimentan del festín de su cuerpo.
Entonces, la mano de M. se desliza -bajo el tenue palio de luz de luna que entra por la ventana- des del corazón hasta el pecho de Tyra. Rozando su oscuro pezón. Resbalando suavemente hasta la raiz de su seno. Porque nadie está muerto definitivamente hasta que no vacían la ropa de sus armarios, hasta que no se traspapele el marcapáginas del libro que estaba leyendo.
M. cierne su cuerpo sobre el de ella y con la otra mano acaricia su otro pecho idéntico. Nadie está muerto todavía hasta que no deja de recibir cartas -aunque sean del banco- en su buzón. Acerca su rostro al de ella y besa sus inmóbiles labios. Nadie estará muerto aun mientras esté todavía viva alguna de las personas a las que besó. Le acaricia su suave pelo. Nadie está muerto del todo mientras aun le siga creciendo el cabello y las uñas.
M. se desabrocha el cierre del pantalon y con su pene erecto la penetra. Nadie está muerto aun mientras albergue algo de calor en su interior. Empuja repetidamente sobre el cuerpo de Tyra. Nadie estará muerto de forma total y definitiva hasta que no desaparezca la cultura a la que perteneció. La posee desenfrenadamente. Hasta que no se extinga la especie a la que perteneció. Le hace el amor necrofílicamente. Hasta que no explote el planeta en que vivió. La fornica con locura y frenesí. Hasta que no se desvanezca el universo en que todo esto aconteció.
Y entonces, se incorpora y se desahoga encima de su vientre. Y justo en ese preciso instante ella abre los ojos y dice: mañana lo hacemos al revés.
El lector.

Este es el relato de una persona que lee un texto donde está escrita la historia de una persona que está leyendo un texto en el que se narra como una persona lee un texto en que aparece una persona leyendo sobre una persona que lee que una persona está leyendo que una persona lee que te está leyendo a ti, lector.

lunes, marzo 24, 2008

El grafógrafo.

Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo.

(Salvador Elizondo)

jueves, marzo 20, 2008

En la sala de espera del dentista.

Las aspas del ventilador de techo de la sala de espera del dentista empiezan a dar vueltas a la misma velocidad imperceptible que la saeta que marca las horas. La respiración de la máquina dispensadora de agua deja suspendidas sus burbujas en un magma translúcido encallado en la clepsidra del tiempo. Los presentes se vuelven estatuas humanas inmóviles en la inercia de su espera. Sus miradas entornadas como girasoles ciegos se han extraviado en un punto intermedio entre el infinito y sus retinas quedando absortas en la nada. En sus manos, durmientes estrellas de mar coreografían el ritual de silencio de sus interpérritos ademanes. El hombre con traje remangando su muñeca derecha para consultar la hora en su reloj de pulsera, la mujer de los zapatos rojos sujetando un bostezo con la palma de su mano, el tipo con barba de tres días hojeando un periódico, un niño señalando con el dedo índice el horizonte del paisaje pintado en un cuadro colgado en la pared, mientras su madre estira levemente su otra mano para que se esté quieto. Todos inmoviles en sus poses.
Los corazones de estas gentes detenidos en sus diastoles quedan crionizados en un segundo impar y rojo. El paso de página del periódico del hombre que lleva barba de tres días reproduce el crepitar de un fuego ceniciento. Detrás del horizonte del paisaje pintado en el cuadro que señala el niño con su dedo indice hay otro horizonte...y detras de ese otro horizonte hay otro...y detrás de ese otro hay otro más...y así indefinidamente. El bostezo de la mujer de zapatos rojos es una esfera de oxígeno sólido en la garganta que hace palanca en sus mandíbulas. Ese mismo bostezo es una A arremolinada en el paladar. Ese bostezo es, a la vez, una burbuja de sueño que le anestesia el rostro. Como un susurro intenso que nace en el oído interno y vibra por toda la cara hasta desencadenar inexorablemente la mecánica de un bostezo (que algunas veces -quizas esta sea una de ellas- pueda contagiarse telepáticamente como un virus). La hora que mira el señor con sombrero en el reloj de su muñeca derecha ya no existe. Se perdió infinitesimalmente en los albores del tiempo.
El fluorescente del techo vomita su luz mansamente a través del aire hasta quedar reducida a un confeti de purpurea brillantina indeleble que ducha las cabezas de los presentes. Entonces, en el reloj de pared que hay sobre estas se oxidan las saetas y se fosiliza el tiempo hasta quedar convertido en arqueología. La fecha de caducidad del extintor se torna un epitáfio, los chicles que hay debajo de las sillas se vuelven vestigios de una cultura extinta, las revistas que hay sobre la mesa del centro datan del día del Big-Bang. A la madre del niño que señala horizontes habría que hacerle la prueba del carbono 14 para saber cuanto hace de su última sonrisa. El bostezo de la mujer de zapatos rojos puede que se haya contagiado telepáticamente desencadenando a nivel mundial una pandémia de bostezos.
La relíquia fossil en que ha quedado convertido el reloj de pared sostiene indefinidamente un mismo momento, mo-men-to. Encallado en un tic bemol que se refugia en el eco de un dedal. Quieto en un mísero tiempo de Planck.
Y la eternidad se acerca para acariciar a todos suavemente con los caracoles de sus dedos.

martes, marzo 04, 2008

Memorandum (Mamushka nemotécnica).

Acuerdate de acordarte de recordar el acuerdo acordado en memoria del recuerdo de la conmemoración de la remembranza para rememorar recordarse de acordarte de recordarlo. Y que no se te olvide.

martes, febrero 19, 2008

La Conspiración del universo en pleno conchabado contra uno mismo.

Hacía semanas que la observaba tomarse el desayuno en la misma mesa de la misma cafetería a la misma hora. Sin embargo, hoy había hecho acopio de valor y tenía un plan: la invitaría a ir al cine. Pero para invitarla a ir al cine primero debía saber como se llamaba, por lo que para saber como se llamaba antes tendría que preguntarselo y antes de preguntarselo tendría que –por educación- al menos decir hola. Para decir hola debería vervalizarlo mediante el aparato fónico habitual y para poder verbalizar hola mediante el aparato fónico habitual debería antes abrir la boca, para esto requería previamente tensionar los músculos que mueven la mandíbula y antes de eso hacer que la orden de tensionarlos viajara des del cerebro hasta la sinapsis correspondiente mediante la neurona perceptiva y antes ejecutar la orden previa y antes concebir esa misma orden y antes de concebir esa orden que ejecutara la orden previa que viajara des del cerebro hasta la sinapsis pertinente mediante la neurona perceptiva para ejecutar los musculos que mueven la mandíbula para abrir la boca, antes de todo eso, debía estar ahí.
Para llegar ahí debería previamente recorrer el espacio correspondiente a las dos mesas de distancia que les separaban. Pero antes de eso inevitablemente tendría que hacer primero el camino que había hasta la altura de la mesa intermedia a la cual no podía acceder sinó era recorriendo antes la mitad del camino que había hasta ahí correspondiente a aproximadamente un metro de longitud, con lo que se hacía patente que para recorrer ese metro de distancia antes deberia recorrer el predecesor medio metro y antes de este los primeros veinticinco centimetros del recorrido consistentes en -más o menos- el equivalente al primer paso. Llegado a este punto se ponía de manifiesto que antes de poder ejecutar ese primer paso tendría que llevar a cabo invariablemente el primer medio paso y antes de este el primer medio medio paso y en cualquier caso antes debería avanzar la mitad de la distancia y antes la mitad de esa y antes la mitad de la mitad de la mitad de cualquier mitad con lo que no tardó mucho en encontrarse pendiente de recorrer los primeros nanómetros cuando ella ya se había levantado y acababa de salir de la cafetería sin que él se hubiera movido absolutamente nada de su posición inicial donde aun permanecía mientras empezaba a maldecir y maldecir a Zenon de Elea y sus malditas paradojas irresolubles.

lunes, febrero 11, 2008

Código Deontológico del Asesino en Serie.

Cuando una pistola separa dos personas lo preferible es estar del lado de la empuñadura pensaba mientras se acercaba sigilosamente por detrás hacia su veintioctava víctima. Pero, como el valor que se requiere para apretar el gatillo se presupone en todo caso siempre inferior al miedo a recibir un disparo, esto le convertía automáticamente en un cobarde. Y, sin embargo, él jamás mató a nadie por la espalda. Antes de disparar dejaría que su víctima tuviera tiempo de girarse para ver de frente quien iba a sesgar su vida para siempre.
El asesino en serie más buscado de la década descubrió el concepto de muerte a la temprana edad de siete años. Aquel día sus padres no le despertaron para ir al colegio como solía ser habitual. Al levantarse se dirigió hacía la habitación de ellos que estaba al fondo del pasillo junto a la cocina. De ahí aun emanaba un ya tenue olor a gas que se había quedado impregnado en el papel de las paredes. Entró en la habitación donde dormían sus padres y esperó largo rato junto a su cama sin atreverse a despertarlos.
Al entrar en el cuarto de su veintenovena víctima el asesino en serie más buscado de la década se percató de que esta aun seguía durmiendo. Él jamás había matado a nadie que estuviera dormido por lo que se acercó silenciosamente hasta la almohada y simuló el zumbido del vuelo de un mosquito cerca del oido de su víctima. Cuando esta abrió los ojos tuvo tiempo de mirarle y saber así quien estaba a punto de apagar la luz de su existencia. Y fue entones, con el cadaver de su veintinovena víctima sobre la cama y mientras realizaba su macrabo ritual de darle un beso en la frente y susurrarle tiernamente al oido buenas noches cuando vió moverse sobre su rostro sin vida una hormiga.
La mañana en que murieron sus padres el que llegaría a ser el asesino en serie más buscado de la década almorzaba tranquilamente como si nada hubiera ocurrido. Con los cadáveres dormidos de sus padres en la habitación de al lado, desde la mesa de la cocina donde había quedado inoculado ese maldito olor a gas y mientras se tomaba un vaso de leche fría con galletas quedó fijada su atención en el frenético ir y venir de unas hormiguitas. Se movían frenéticamente mientras fruncian sus antenitas unas con otras formando una hilera sobre la encimera hasta el tarro de azucar. Entonces, posó la punta de su dedo índice sobre una de las hormigas y al retirarlo pudo observarla desposeída de repente de su frenesí. Una a una fue aplastando hormigas con tan solo la yema de su mortífero dedo índice deleitandose en los pequeños cuerpecitos de insectos dormidos que quedaban inhertes sobre el frio mármol de la encimera.
El asesino en serie más buscado de la decada dejó de matar tras su veintinovena víctima.
Desde la ventana de un séptimo piso en el centro de la ciudad el que fuera el asesino en serie más buscado de la década observa los transeuntes caminar por las aceras de abajo. Desde ahí arriba le parecen hormiguitas a sus ojos, nada más que insectos que juega a aplastar oprimiendo su dedo contra el vidrio de la ventana. Mientras lleva cabo esa inocua catarsis una mosca ha quedado atrapada en el cristal. Y es entonces cuando, en vez de aplastarla con un periódico enrrollado, como haríamos usted y yo o cualquiera, él preferirá abrir la ventana y dejarla volar libre hacia la calle. Jamás volvería a matar ningun ser vivo. O sea: jamás volvería a matar. Y es que puede qye haya una ética diferencial entre matar una hormiga y matar una mosca. Y entre matar una mosca y matar un hamster. Y bien pudiera ser que fuera distinto matar un hamster que matar una vaca y que haya una diferencia ostensible entre matar una vaca y matar un mono. Finalmente, es provable que no sea lo mismo matar un mono que matar un ser humano y, por tanto, la suma de todas esas diferencias será igual a la diferencia ética entre matar una hormiga y matar un ser humano.

jueves, febrero 07, 2008

Cuidado, rabos de perro sin domesticar.

Ahora anda muy con cuidado a la hora de detectar la falsa felicidad cotidiana e, incluso, a elaborado un catálogo de alertas ante los falsos signos de felicidad artificial. Por ejemplo, hay que vigilar con las exageraciones banales no se pille a uno mismo diciendo "ah, hoy es el mejor día de mi vida" a las 9:30 de la mañana. También habrá que tener especial precaución con el uso del refranero popular que esdeviene otro claro factor de riesgo sobretodo en expresiones de marcado caracter optimista como No hay mal que por bien no venga, Al mal tiempo buena cara o, incluso, Lo bueno si breve dos veces bueno.
En esta linea, se ha de prestar especial atención a la correcta percepción de la realidad circumdante por lo que una ausencia no debería ser vivida como una nostalgia, un rechazo como una oportunidad o que una perdida llegara a constituir en el imaginarium propio como una enseñanza del tortuoso destino. En esta linea, el cielo azul de un radiante día de Primavera no es la quintaesencia de la belleza terrenal, sinó más bien el simple cromatismo de refracción de la luz a través de las moléculas del aire. Así mismo, exaltar la belleza de las flores, aun rodeado de tulipanes y azucenas, es un claro signo de romanticismo caduco, sinó incluso de debilidad mental.
En cualquier caso, se tiene que huir del tópico hipócrita de la felicidad por el mero hecho de estar vivo y habrá que ir con cuidado de no tararear continuamente canciones melodiosas equivalentes a no querer/ poder/ saber enfrentarse al hilo del propio pensamiento o, incluso, a querer substituir el temible mundo adyacente por una más asumible realidad tarareada.
Por eso, unos ojos serán siempre unos ojos, no la explicación del misterio del ser humano a través de la boveda celestial reflejada en una mirada. Así mismo, la poesía será el arte de alejarse de los sentidos a través de la palabra. La literatura, la huída cobarde y vil a través de lo intelectual del mundanal acto cotidiano de no estar haciendo nada.
Por contra, la absoluta indiferencia ante la letanía de incesantes muertes, desgracias y tragedias renovadas de cada telediario será más bien atribuíble a un puro mecanismo de defensa ante la realidad que a manifiestas tendencias psicóticas ante el dolor ajeno.
Pero, en todo caso, habrá que estar especialmente alerta al posible acto de no afrontar la muerte del único modo posible: temiendola. Cualquier aceptación, enfrentamiento, incomprensión, rebeldía u omisión del hecho irremediable de tener que morirse algún día no será sinó signo inequívoco de estar intentando implantar una felicidad artificial y engañosa en nuestra vida.
Por lo demás, una vez hallada la consecución de tal estado vital, él sabe que no queda más remedio que aprovecharlo. Pues cree haber llegado a la conclusión de que toda felicidad es artificial y engañosa, que no hay más realidad que la percibida, ni más mundo que el que uno consigue crear.

miércoles, enero 23, 2008

Monólogo.

Que miras? No eres más que un viejo. Nos conocemos de algo? Ya se, es el típico reto. No vas a apartar la mirada hasta que no lo haga yo. Eres patético. No sabes que tengo pupilas de eclipse. La última persona que intentó aguantarme la mirada quedó ciega y ahora para mirar el rostro de alguien debe manosearle toda la cara. Te lo advierto, de seguir así deberías utilizar alguna protección. Gafas ultravioleta o mejor una máscara de soldador. No te lo crees? De acuerdo, subamos la apuesta: el primero que pestañee pierde. Tal y como dice el fotografo cuando vas a hacerte fotos carnet: No pestañees. A partir de...YA: {Ahora tienes que mantener los ojos bien abiertos. Y no pensar en todos esos bichitos que nadan en tu retina. Si, esos que puedes ver en días muy soleados si alzas la vista al cielo. No pienses lo enfadados que estan cuando se resecan. Notas ya como muerden tus ojos con sus diminutas mandibulas de microorganismos que solo existen en tu imaginación? Solo pararán cuando los ungas con la caricia humectante de tus párpados. Hazlo y dejarán de morderte. Hazlo. Hazlo. Hazlo…} Mierda! Perdí. Ya no podía más. Vale, yo pierdo, tu ganas. Aunque quien sabe, igual al mismo tiempo en que yo he pestañeado, en el mismo exacto momento lo has hecho tu. No puedo saberlo. Un pestañeo ajeno es una de las pocas cosas que puedes perderte si pestañeas. Junto a la lengua de un camaleón atrapando una mosca. O sea, que podrías ser que cada vez que yo pestañeo tu parpadees o viceversa porqué además nunca tuve muy clara la diferencia entre pestañear y parpadear. Total, que tendriamos que haber jugado a algo más trascendental. Por ejemplo, a no respirar. Así, si jugamos bien el que pierde se muere. O el que se muere gana porque deja de respirar para siempre. No se, mejor no arriesguemos. No te odio tanto como tu piensas. Ah, tampoco me crees ahora? Si quieres lo juro. O mejor, juremos los dos. Levanta la mano derecha. He dicho la derecha, idiota. La que usas para coger la cuchara. No serás zurdo? Bueno, da igual, juremos como juraban los romanos, con la mano en los huevos. Repite en silencio conmigo: juro (ojalá fuera día de tormenta, los relampagos combinan muy bien con los juramentos) juro que nunca más volveré a dejarte solo. Porqué creo que empiezo a saber de que te conozco. Me recuerdas tanto a mi cuando era viejo... Y ahora ya no se quien está del otro lado. Toquemonos. Tan solo con la yema del dedo índice y no sabremos donde empieza uno y termina el otro. Como hermanos siameses unidos por el dedo indice. Observa, puedo crearte con la punta de mi dedo. O quizá soy yo quien es creado por ti. Acércate. Tan cerca que empañemos con nuestra respiración el cristal. Ahora, la única forma de saber la verdad:
dadrev aL
Las letras salen del revés. Soy yo el que está atrapado al otro lado del espejo.

viernes, enero 18, 2008

Instrucciones para abrir el paquete de jabón Sunlight.

(trabajo realizado por Manuel Mandeb por encargo de la agencia de publicidad Vivencia)

1)Busque la flecha indicadora.
2)Presione con el dedo pulgar hasta que el cartón del envase ceda.
3)Disimule. Soy un joven escritor que no tiene otra ocasión que ésta de conectarse con las muchedumbres. Usted finja que sigue abriendo este estúpido paquete y yo le diré algunas verdades.
4)Los vendedores de elixir nos convidan todos los días a olvidar las penas y mantener jubiloso el ánimo. El Pensamiento Oficial del Mundo ha decidido que una persona alegre es preferible a una triste.
5)La medicina aconseja cosmovisiones optimistas por creerlas más saludables. Al parecer, la verdad perjudica la función hepática.
6)Viene gente. Siga la línea de puntos en la dirección indicada por la fecha.
7)Escuche bien porque tenemos poco tiempo: la tristeza es la única actitud posible que los compradores de este jabón pueden adoptar ante un universo que no se les acomoda. Toda alegría no es más que un olvido momentáneo de la tragedia esencial de la vida. Puede uno reírse del cuento de los supositorios, pero éste es apenas un descanso en el camino. Uno juega, retoza y refiere historias picarescas, solamente para no recordar que ha de morirse. Ese es el sentido original de la palabra diversión: apartar, desviar, llamar la atención hacia una cosa que no es la principal.
8)Conversar acerca de estos asuntos es considerado de la peor educación. Los comerciantes se escandalizan, las personas optimistas huyen despavoridas, los maximalistas declaran que la angustia ante la muerte es un entretenimiento burgués y los escritores comprometidos gritan que la preocupación metafísica es literatura de evasión. Al respecto, mientras le recomiendo que no deje el paquete de jabón al alcance de los niños, le juro que todo lo que se escribe es de evasión, menos la metafísica: las noticias políticas, los libros de sociología, los horarios del ferrocarril, los estudios sobre las reservas de petróleo, no hacen más que apartarnos del tema central, que es la muerte.
9)Calcule 100 gr de jabón por cada kilo de ropa sucia.
10)Cuanto más inteligente, profunda y sensible es una persona, más probabilidades tiene de cruzarse con la tristeza. Por eso, las exhortaciones a la alegría suelen proponer la interrupción del pensamiento: “es mejor no pensar...” Casi todos los aparatos y artificios que el hombre ha inventado para producir alegría suspenden toda reflexión: la pirotecnia, la música bailable, las cantinas de la Boca, el metegol, los concursos de televisión, las kermeses, etc.
11)Separe la ropa blanca de la ropa de color. Y entienda que la tristeza tiene más fuerza que la alegría: un hombre recibe dos noticias, una buena y una mala. Supongamos que ha acertado en la quiniela y que ha muerto su hermana. Si el hombre no es un canalla, prevalecerá la tristeza. El premio no lo consolará de la desgracia. Byron decía que el recuerdo de una dicha pasada es triste, mientras que el recuerdo de un pesar sigue siendo pesaroso.
12)No mezcle este jabón con otros productos y no haga caso de los sofistas risueños. Tarde o temprano alguien le dirá: “si un problema tiene solución, no vale la pena preocuparse. Y si no la tiene, ¿qué se gana con la preocupación?”. Confunde esta gente las arduas cuestiones de la vida con las palabras cruzadas. La soledad, la angustia, el desencuentro, el desengaño y la injusticia no son problemas sino tragedias, y no es que uno se preocupe sino que se desespera. Lloraba Solón la muerte de su hijo. Un amigo se le acerca y le dice: -¿Por qué lloras, si sabes que es inútil? -Por eso –contesto Solón – porque sé que es inútil.
13)No está mal ser triste, señora. El que se entristece se humilla, se rebaja, abandona el orgullo. Quien está triste se ensimisma, piensa. La tristeza es hija y madre de la meditación. Participe del concurso “Vacaciones Sunlight” enviando este cupón por correo.
14)Ahora que se fue el jabonero, aprovecharé para confesarle que suelo elegir a mis amigos entre la gente triste. Y no vaya a creer el ama de casa Sunlight que nuestras reuniones consisten en charlas lacrimógenas. Nada de eso: concurrimos a bailongos atorrantes, amanecemos en lugares desconocidos, cantamos canciones puercas, nos enamoramos de mujeres desvergonzadas que revolean el escote y hacemos sonar los timbres de las casas para luego darnos a la fuga. Los muchachos tristes nos reímos mucho, le aseguro. Pero eso sí: a veces, mientras corremos entre carcajadas, perseguidos por las victimas de nuestras ingeniosas bromas, necesitamos ver un gesto sombrío y fraternal en el amigo que marcha a nuestro lado. Es el gesto que significa “atención, muchachos, que no me he olvidado de nada”.

NOTA: Las instrucciones para abrir el paquete de jabón Sunlight fueron rechazadas.

Alejandro Dolina

martes, enero 15, 2008

Las líneas de la mano

De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro, enrta en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor y en una cabina, sonde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hasta el codo y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola.

(Cortazar)