viernes, abril 25, 2008

Para arrodillar a un hombre.

Para arrodillar a un hombre hay que aplicar una fuerza vertical desde los hombros lo suficientemente grande o durante el tiempo suficiente para que este hinque la rodilla. Para arrodillar a un hombre no basta una tragedia, un deseo, algo por lo que rezar. Porqué un hombre no se arrodilla ante cualquiera, no sucumbe ante nadie y preferirá morir de pie que vivir arrodillado, incluso, llegado el caso, vivir de pie a morir arrodillado.
A un hombre de verdad no hay religión que lo corrompa, ni Rey lo suficientemente despota o tirano que lo haga claudicar. Y es que un hombre no se arrodillaría ni para pasar por un tunel que condujera a la libertad. Tampoco para recoger el pendiente caído de una falsa dama, ni para robar las fresas del agricultor. Jamás por haber descubierto algun continente nuevo, nunca para suplicar clemencia al verdugo en la pena capital y mucho menos para atarse el cordón de uno de sus zapatos.
Y, ya ves, para arrodillar a un hombre tan solo basta la visión de tu coñito rasurado con tus bragas hondeando a media hasta.

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