martes, febrero 19, 2008

La Conspiración del universo en pleno conchabado contra uno mismo.

Hacía semanas que la observaba tomarse el desayuno en la misma mesa de la misma cafetería a la misma hora. Sin embargo, hoy había hecho acopio de valor y tenía un plan: la invitaría a ir al cine. Pero para invitarla a ir al cine primero debía saber como se llamaba, por lo que para saber como se llamaba antes tendría que preguntarselo y antes de preguntarselo tendría que –por educación- al menos decir hola. Para decir hola debería vervalizarlo mediante el aparato fónico habitual y para poder verbalizar hola mediante el aparato fónico habitual debería antes abrir la boca, para esto requería previamente tensionar los músculos que mueven la mandíbula y antes de eso hacer que la orden de tensionarlos viajara des del cerebro hasta la sinapsis correspondiente mediante la neurona perceptiva y antes ejecutar la orden previa y antes concebir esa misma orden y antes de concebir esa orden que ejecutara la orden previa que viajara des del cerebro hasta la sinapsis pertinente mediante la neurona perceptiva para ejecutar los musculos que mueven la mandíbula para abrir la boca, antes de todo eso, debía estar ahí.
Para llegar ahí debería previamente recorrer el espacio correspondiente a las dos mesas de distancia que les separaban. Pero antes de eso inevitablemente tendría que hacer primero el camino que había hasta la altura de la mesa intermedia a la cual no podía acceder sinó era recorriendo antes la mitad del camino que había hasta ahí correspondiente a aproximadamente un metro de longitud, con lo que se hacía patente que para recorrer ese metro de distancia antes deberia recorrer el predecesor medio metro y antes de este los primeros veinticinco centimetros del recorrido consistentes en -más o menos- el equivalente al primer paso. Llegado a este punto se ponía de manifiesto que antes de poder ejecutar ese primer paso tendría que llevar a cabo invariablemente el primer medio paso y antes de este el primer medio medio paso y en cualquier caso antes debería avanzar la mitad de la distancia y antes la mitad de esa y antes la mitad de la mitad de la mitad de cualquier mitad con lo que no tardó mucho en encontrarse pendiente de recorrer los primeros nanómetros cuando ella ya se había levantado y acababa de salir de la cafetería sin que él se hubiera movido absolutamente nada de su posición inicial donde aun permanecía mientras empezaba a maldecir y maldecir a Zenon de Elea y sus malditas paradojas irresolubles.

lunes, febrero 11, 2008

Código Deontológico del Asesino en Serie.

Cuando una pistola separa dos personas lo preferible es estar del lado de la empuñadura pensaba mientras se acercaba sigilosamente por detrás hacia su veintioctava víctima. Pero, como el valor que se requiere para apretar el gatillo se presupone en todo caso siempre inferior al miedo a recibir un disparo, esto le convertía automáticamente en un cobarde. Y, sin embargo, él jamás mató a nadie por la espalda. Antes de disparar dejaría que su víctima tuviera tiempo de girarse para ver de frente quien iba a sesgar su vida para siempre.
El asesino en serie más buscado de la década descubrió el concepto de muerte a la temprana edad de siete años. Aquel día sus padres no le despertaron para ir al colegio como solía ser habitual. Al levantarse se dirigió hacía la habitación de ellos que estaba al fondo del pasillo junto a la cocina. De ahí aun emanaba un ya tenue olor a gas que se había quedado impregnado en el papel de las paredes. Entró en la habitación donde dormían sus padres y esperó largo rato junto a su cama sin atreverse a despertarlos.
Al entrar en el cuarto de su veintenovena víctima el asesino en serie más buscado de la década se percató de que esta aun seguía durmiendo. Él jamás había matado a nadie que estuviera dormido por lo que se acercó silenciosamente hasta la almohada y simuló el zumbido del vuelo de un mosquito cerca del oido de su víctima. Cuando esta abrió los ojos tuvo tiempo de mirarle y saber así quien estaba a punto de apagar la luz de su existencia. Y fue entones, con el cadaver de su veintinovena víctima sobre la cama y mientras realizaba su macrabo ritual de darle un beso en la frente y susurrarle tiernamente al oido buenas noches cuando vió moverse sobre su rostro sin vida una hormiga.
La mañana en que murieron sus padres el que llegaría a ser el asesino en serie más buscado de la década almorzaba tranquilamente como si nada hubiera ocurrido. Con los cadáveres dormidos de sus padres en la habitación de al lado, desde la mesa de la cocina donde había quedado inoculado ese maldito olor a gas y mientras se tomaba un vaso de leche fría con galletas quedó fijada su atención en el frenético ir y venir de unas hormiguitas. Se movían frenéticamente mientras fruncian sus antenitas unas con otras formando una hilera sobre la encimera hasta el tarro de azucar. Entonces, posó la punta de su dedo índice sobre una de las hormigas y al retirarlo pudo observarla desposeída de repente de su frenesí. Una a una fue aplastando hormigas con tan solo la yema de su mortífero dedo índice deleitandose en los pequeños cuerpecitos de insectos dormidos que quedaban inhertes sobre el frio mármol de la encimera.
El asesino en serie más buscado de la decada dejó de matar tras su veintinovena víctima.
Desde la ventana de un séptimo piso en el centro de la ciudad el que fuera el asesino en serie más buscado de la década observa los transeuntes caminar por las aceras de abajo. Desde ahí arriba le parecen hormiguitas a sus ojos, nada más que insectos que juega a aplastar oprimiendo su dedo contra el vidrio de la ventana. Mientras lleva cabo esa inocua catarsis una mosca ha quedado atrapada en el cristal. Y es entonces cuando, en vez de aplastarla con un periódico enrrollado, como haríamos usted y yo o cualquiera, él preferirá abrir la ventana y dejarla volar libre hacia la calle. Jamás volvería a matar ningun ser vivo. O sea: jamás volvería a matar. Y es que puede qye haya una ética diferencial entre matar una hormiga y matar una mosca. Y entre matar una mosca y matar un hamster. Y bien pudiera ser que fuera distinto matar un hamster que matar una vaca y que haya una diferencia ostensible entre matar una vaca y matar un mono. Finalmente, es provable que no sea lo mismo matar un mono que matar un ser humano y, por tanto, la suma de todas esas diferencias será igual a la diferencia ética entre matar una hormiga y matar un ser humano.

jueves, febrero 07, 2008

Cuidado, rabos de perro sin domesticar.

Ahora anda muy con cuidado a la hora de detectar la falsa felicidad cotidiana e, incluso, a elaborado un catálogo de alertas ante los falsos signos de felicidad artificial. Por ejemplo, hay que vigilar con las exageraciones banales no se pille a uno mismo diciendo "ah, hoy es el mejor día de mi vida" a las 9:30 de la mañana. También habrá que tener especial precaución con el uso del refranero popular que esdeviene otro claro factor de riesgo sobretodo en expresiones de marcado caracter optimista como No hay mal que por bien no venga, Al mal tiempo buena cara o, incluso, Lo bueno si breve dos veces bueno.
En esta linea, se ha de prestar especial atención a la correcta percepción de la realidad circumdante por lo que una ausencia no debería ser vivida como una nostalgia, un rechazo como una oportunidad o que una perdida llegara a constituir en el imaginarium propio como una enseñanza del tortuoso destino. En esta linea, el cielo azul de un radiante día de Primavera no es la quintaesencia de la belleza terrenal, sinó más bien el simple cromatismo de refracción de la luz a través de las moléculas del aire. Así mismo, exaltar la belleza de las flores, aun rodeado de tulipanes y azucenas, es un claro signo de romanticismo caduco, sinó incluso de debilidad mental.
En cualquier caso, se tiene que huir del tópico hipócrita de la felicidad por el mero hecho de estar vivo y habrá que ir con cuidado de no tararear continuamente canciones melodiosas equivalentes a no querer/ poder/ saber enfrentarse al hilo del propio pensamiento o, incluso, a querer substituir el temible mundo adyacente por una más asumible realidad tarareada.
Por eso, unos ojos serán siempre unos ojos, no la explicación del misterio del ser humano a través de la boveda celestial reflejada en una mirada. Así mismo, la poesía será el arte de alejarse de los sentidos a través de la palabra. La literatura, la huída cobarde y vil a través de lo intelectual del mundanal acto cotidiano de no estar haciendo nada.
Por contra, la absoluta indiferencia ante la letanía de incesantes muertes, desgracias y tragedias renovadas de cada telediario será más bien atribuíble a un puro mecanismo de defensa ante la realidad que a manifiestas tendencias psicóticas ante el dolor ajeno.
Pero, en todo caso, habrá que estar especialmente alerta al posible acto de no afrontar la muerte del único modo posible: temiendola. Cualquier aceptación, enfrentamiento, incomprensión, rebeldía u omisión del hecho irremediable de tener que morirse algún día no será sinó signo inequívoco de estar intentando implantar una felicidad artificial y engañosa en nuestra vida.
Por lo demás, una vez hallada la consecución de tal estado vital, él sabe que no queda más remedio que aprovecharlo. Pues cree haber llegado a la conclusión de que toda felicidad es artificial y engañosa, que no hay más realidad que la percibida, ni más mundo que el que uno consigue crear.