domingo, noviembre 22, 2009

jueves, noviembre 19, 2009



La biblioteca total. (Borges)

El conjunto de tales variaciones integraría una Biblioteca Total, de tamaño astronómico.
Lasswitz insta a los hombres a producir mecánicamente esa Biblioteca inhumana, que organizaría el azar y
que eliminaría a la inteligencia. (El certamen con la tortuga de Theodor Wolff expone la ejecución y las
dimensiones de esa obra imposible).
Todo estará en sus ciegos volúmenes. Todo: la historia minuciosa del porvenir, Los egipcios de Esquilo, el
número preciso de veces que las aguas del Ganges han reflejado el vuelo de un halcón, el secreto y
verdadero nombre de Roma, la enciclopedia que hubiera edificado Novalis, mis sueños y entresueños en el
alba del catorce de agosto de 1934, la demostración del teorema de Pierre Fermat, los no escritos capítulos
de Edwin Drood, esos mismos capítulos traducidos al idioma que hablaron los garamantas, las paradojas
que ideó Berkeley acerca del Tiempo y que no publicó, los libros de hierro de Urizen, las prematuras
epifanías de Stephen Dedalus que antes de un ciclo de mil años nada querrían decir, el evangelio gnóstico
de Basílides, el cantar que cantaron las sirenas, el catálogo fiel de la Biblioteca, la demostración de la falacia
de ese catálogo. Todo, pero por una línea razonable o una justa noticia habrá millones de insensatas
cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias. Todo, pero las generaciones de los hombres pueden
pasar sin que los anaqueles vertiginosos -los anaqueles que obliteran el día y en los que habita el caos- les
hayan otorgado una página tolerable.
Uno de los hábitos de la mente es la invención de imaginaciones horribles. Ha inventado el Infierno, ha
inventado la predestinación al Infierno, ha imaginado las ideas platónicas, la quimera, la esfinge, los
anormales números transfinitos (donde la parte no es menos copiosa que el todo), las máscaras, los
espejos, las óperas, la teratológica Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espectro insoluble, son articulados en un
solo organismo...
Yo he procurado rescatar del olvido un horror subalterno: la vasta Biblioteca contradictoria, cuyos desiertos
verticales de libros corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo
confunden como una divinidad que delira.

De libro de libros; de Borges.

domingo, noviembre 08, 2009

Abuelo precognitivo.

Empotrado en su sofá el abuelo le cumple horas a la muerte. Cada hora que pasa es una hora ganada, aunque la pierda, cada día que pasa es un día más, a pesar de que quede uno menos. Pero él resiste sin apenas moverse de su sofá enfrente del televisor del que tan solo se levanta para ir, no sin dificultad, al lavabo o de vuelta a la cama por la noche transcurrido el día.
Así que desde que sus facultades físicas mermaron hasta llevarle a este sedentarismo domiciliario su comunicación con el mundo quedó bastante mernada reduciendose esta a las cotidianas visitas de familiares directos y las cada vez menos frecuentes de los amigos. Pues llegado a cierta edad el circulo de amistades cohetaneas va aproximandose irremediablemente a cero. Por lo que se pasa horas y horas sin otra cosa que hacer que mirar el televisor llevandole esto a convertirse, a su manera, en un experto en información metereológica, en un erudito en prensa del corazón, en alguien que, aunque desconoce lo que acurre más alla de la esquina de su calle donde ya no alnanza a llegar la vista des del balcón, está muy bien informado de las noticias de alcance mundial que suceden en la otra punta del mundo. Y, además, le ha sobrevenido, de repente, una tardía afición, escondida o latente durante toda su vida, por el mundo del fútbol.
Y si bien pudiera ser que este interés sobrepticio sea por mero aburrimiento o no fuera más que una estrategia, quien sabe si evolutiva, por conseguir que abuelo y nieto puedan superar el doble vacío intergeneracional que los separa y compartir así algún interés común, la realidad es que no se pierde ningún partido que den por televisión y está perfectamente enterado, a su modo, de toda la actualidad futbolística de alcance nacional e internacional.
De este modo, el primer comentario y, en realidad, apenas único tema de conversación que desarrolla una especie de diálogo entre ambos cuando voy a verle por las tardes, es la actualidad de las noticias futbolísticas. Que quien juega hoy, que cuanto quedaron ayer, que si se ganará el partido, que si jugaron bien o mal. Todo ello sin entrar en demasiados tecnicismos tácticos pues tantos años de indiferencia hacia este deporte hacen que carezca de demasiada comprensión del mismo.
Así que el otro día, como tantos, me dirigí a casa de mi abuelo para ver junto a él el partido del domingo. Llegué un rato antes del inicio y al sintonizar el canal por el que iban a emitir el partido estaban pasando, para rellenar la franja horaria, un partido repetido del día anterior. Al ver que en la tele hay futbol me pregunta que quien juega. Cuando acabe este juega el barça le digo sin hacer referencia a que el partido que están poniendo ahora es en diferido y sin decirle tampoco que el resultado final fue de dos a dos con dos goles del equipo que perdía en el último minuto. De algún pienso que si no le digo el desenlace final podrá disfrutar del asombro de ver una remontada tan inesperada y sorprendente como son dos goles en minuto final.
Pero entonces, él me dice muy serio, con la sabiduría que le otorga no tanto la edad sinó el poder de haber visto no menos de cuatro noticiarios desde anoche, que el barça jugó ayer. Y sumido en una aurea de mística mientras se reclina serenamente en su sillón añade: perdieron: dos a uno. Y un frio escalofrío recorre mi médula osea.
Que no, que juegan ahora dentro de diez minutos. Alego yo, amparandome en la realidad. Que no, que ya jugaron ayer. Asegura él en tono algo enojado incluso. Que ha visto en el noticiario al entrenador diciendo que ha sido un partido muy duro y los jugadores salíendo de la terminal del aeropuerto camino a casa. Jugaron ayer. Y perdieron: dos a uno.
Aquí mi percepción de lo que está sucediendo se dualiza entre, por un lado, la posibilidad de que mi abuelo está ya un poco mayor y pasa demasiadas horas enfrente del televisor por lo que su entendimiento de las noticias a veces puede distorsionarse hasta el punto de confundir las expectativas del entrenador en la rueda de prensa del día anterior al partido con algo ya sucedido y el viaje de ida de los jugadores en el aeropuerto con el de llegada. Aunque está deducción más lógica no explique como está tan seguro de que ese mismo partido va a acabar dos a uno. Por lo que, por otro lado, no puedo evitar de algun modo dejar de conjurar la hipótesis alternativa y más remota de que el abuelo ha sido poseído misteriosamente por un fenómeno precognitivo por el que ve el día anterior a un partido un flash del mismo en el que se le revela el resultado.
Así que decido llevar a cabo dos respuestas encaminadas sopesar estas dos mismas posibilidades. Cubro la improbable sospecha de que el abuelo pueda predigitar el marcador final de un partido de futbol aun por disputar entrando en una casa de apuestas de internet para apostar cierta suma de dinero a dicho resultado. Por otra parte y preveyendo que voy a perder ese mismo dinero invertido por la tozudez de un anciano en asegurar reiteradamente que sabe el resultado de un partido de futbol que, en realidad, no sabe decido vengarme anticipadamente y de forma simbólica. Por lo que, al ver que en el partido que están pasando en diferido por la tele entrán en el último minuto en el que yo sí se, porque esto sí sucedió ayer, que van a conseguir empatar contra todo pronóstico marcando dos goles improvabilísimos en el último minuto, me enfundo en el halo místico de predigitación en que se ha sumido subitamente nuestra estirpe familiar para vaticinar dicha proeza: Hacen gol en esta jugada y consiguen empatar en la siguiente. De chilena.
Minutos después lo vaticinado por mi sucede, ante el asombro, de mi abuelo. Se acaba ese partido en diferido sin que el sospeche aun y a pesar de mis increíbles dotes vaticinadoras que lo era. Y empieza el partido en directo que ha de jugar el barça aunque él no pare de insistir que este partido ya se jugó ayer.
Pero pronto los goles que se van marcando desmienten la posibilidad de un marcador final de dos a uno y, de paso, que mi abuelo posea facultades psíquicas paranormales y, por tanto, corroboran la tesis contraría de que sus facultades psíquicas normales no sean plenas.
Con el pitido final decido que ha llegado la hora de marcharme de casa del abuelo por culpa del cual he perdido dinero aunque el lo ignore. De hecho también ignora que le digo adiós de mala gana des del recibidor desde donde aun le escucho celebrar la repetición al término del encuentro de cada uno de los goles del partido como goles a tiempo real. Mira, acaban de marcar otro gol. Y otro más. Y se oye un portazo desde la puerta de la calle.