sábado, julio 15, 2006

Erase una vez un día.

Me levanté y se levantó conmigo toda la tristeza del mundo. Y sucedió aquella primavera que marchitó todas las flores, todos los niños nacidos ese día serían el anticristo, los jueces se jugarían a cara o cruz la suerte del condenado, pero ese día, durante todo el día -nada de azar o estadística- si tirabas una moneda al aire salía siempre cruz.
Paradójicamente era un día radiante de luz y color, de diafragma tan cristalino que se podía distinguir el sexo de los mosquitos al volar, quizá también en parte porque iban los mosquitos macho un poco empalmados. Ese día el mar era una colcha bordada con olas, azul cielo, que ahogaba las orillas y daba sed a un planeta algo pasado de sal.
Pero como era un día así -raro de bonito- las cometas volaban sin aire y los niños reían sin risa, un perro dijo miau, yo perdí un bolígrafo, los grandes males de la humanidad se curaban con mercromina, los sueños se hacían realidad y, por más que nos pellizcabamos, jamás volvimos a despertar.

1 comentario:

Unknown dijo...

estarás pfff f más menos y además eres querible y abominable al mismo tiempo... algo así como un estupendo tipejo.