martes, octubre 02, 2007

El ataque de los escritores zoombie mosquito en vela.

Solía amanecer tras el periodo trasnochable antidiluviano de una noche en duermevela con las pantorrillas llenas de picaduras de mosquitos. O sea, escritores reencarnados en insectos punzantes. Era la auténtica musa de la metempsicosis literaria entomológica.
Sus sueños, por un proceso químico inexplicable, desprendía feromonas (sobretodo cuando tenía ese sueño recurrente en que aparecía rodeada de focas monje en celo) y esto hacía que los escritores reencarnados en mosquito acudieran en ordas fasciculadas a su llamada olfativa atraídos por la química de las historias que se velan en sueños. Su vocación de escritor muerto les hacía entrar en un frenesí de lujuria y antropofagia en que intentaban comersela viva succionando toda la sangre de su cuerpo para saciar sus ansias literarias. La penetraban milimétricamente a través de sus poros y era casi como follarsela a nivel casi microscópico. Los escritores mosquito relamían sus agujones fálicos, rebañaban con fruición sus antenitas sanguinolientas y se atiborraban hasta empalagarse de aquel fluído repleto de esas substancias químicas con que se fabrican los sueños.
Luego todo quedaba en calma. Los escritores zoombie mosquito exhaustos tras su bacanal onirico-antropofagico-literata. Y sobre la tersura de la piel de sus piernas una constelación de picaduras de insecto cuyos puntos podían ser unidos con un boli de tal manera que formaban palabras.
Los escritores mosquito resurrectos habían escrito de esta forma sobre su piel. Sin embargo, en contrapartida, habían quedado inoculados -sin saberlo- por el virus H3ZQ de la desdicha. Y ahora con la primera luz del alba, partían dispersandose en todas direcciones para contagiarlo por doquier.

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