miércoles, abril 01, 2009

Sonrisa

por Alan Lightman

Es un sábado de marzo. El hombre despierta lentamente, bosteza, se viste y sale para su paseo matinal. Cuando regresa, se ducha, se cocina a sí mismo un huevo revuelto y se apoltrona en su sillón con Los ensayos de E. B. White. Cerca del mediodía va en bicicleta hacia la librería. Pasa allí un par de horas hojeando libros, después pedalea a través del pequeño pueblo hasta el lago.

La mujer se despierta esta mañana, sale de la cama y va inmediatamente hacia el caballete, toma sus pinturas al pastel y se dispone a trabajar. Luego de una hora ella está satisfecha con el efecto de la luz y abandona su pintura para desayunar. Se viste rápidamente y camina hacia un almacén cercano. Allí se encuentra con amigos y almuerza con ellos. Luego quiere estar sola y conduce hacia el lago.

Ahora el hombre y la mujer están parados sobre el muelle de madera, contemplando el lago y las olas en el agua. Ninguno de ellos se ha dado cuenta de la presencia del otro.

El hombre gira. Comienza entonces una sucesión de eventos que lo informan de la presencia de la mujer. La luz reflejada por el cuerpo de ella instantáneamente entra por las pupilas de sus ojos, a razón de diez billones de partículas de luz por segundo. Una vez que dejaron atrás la pupila de cada ojo, las partículas viajan por unas lentes ovaladas, atraviesan una sustancia transparente y gelatinosa que llena el globo del ojo, y aterrizan en la retina. Aquí la luz es acumulada por cien millones de células.

Las células en la trayectoria de las manchas brillantes reflejadas reciben un gran aluvión de luz; las células que están en las sombras de la escena reflejada reciben muy poca luz. Los labios de la mujer, por ejemplo, relucen y reflejan luz de alta intensidad en una pequeña región de células ubicadas en el noreste de la parte trasera de la retina del hombre. Por otro lado, los bordes alrededor de la boca son bastante oscuros y, entonces, las células vecinas a la región del noreste reciben mucho menos luz.

Cada partícula de luz termina su viaje en el ojo al encontrarse con una molécula retinal, constituida por 20 átomos de carbono, 20 de hidrógeno y uno de oxígeno. En su estado inactivo cada molécula retinal está ligada a una proteína y está torcida entre el undécimo y el quinceavo átomos de carbono. Pero cuando la luz la golpea, como está ocurriendo ahora en cerca de 30000 billones de moléculas retinales cada segundo, la molécula se endereza y se separa de su proteína. Luego de varios pasos intermedios, la molécula vuelve a torcerse a la espera de una nueva partícula de luz. Mucho menos de una milésima de segundo ha transcurrido desde que el hombre vio a la mujer.

Disparadas por la danza de las moléculas retinales, las células nerviosas o neuronas, responden. Primero en el ojo y luego en el cerebro. Una neurona, por ejemplo, ya se ha puesto en acción. Proteínas en su superficie cambian repentinamente sus formas, bloqueando el flujo de átomos de sodio cargados positivamente presentes en el fluido corporal circundante. Este cambio en el flujo de átomos cargados eléctricamente produce un cambio en el voltaje que estremece a la célula. Luego de una distancia de una fracción de milímetro, la señal eléctrica alcanza el extremo de la neurona, alterando la liberación de moléculas especificas, las cuales migran una distancia de una diezmilésima de milímetro hasta que alcanzan la próxima neurona, trasmitiéndole las noticias.

Los brazos de la mujer cuelgan libremente, su cabeza está levemente inclinada hacia la derecha y su cabello cae sobre sus hombros. Esta información y mucho, mucho más está exactamente codificado en los pulsos eléctricos en varias neuronas de los ojos del hombre.

En otras pocas milésimas de segundo, las señales eléctricas alcanzan las neuronas del ganglio, las que se agrupan en el nervio óptico detrás del ojo y llevan sus datos hacia el cerebro. Aquí, los impulsos corren hacia la corteza visual primaria, una capa de tejido altamente plegada de alrededor de dos milímetros de espesor y diez centímetros cuadrados de área, conteniendo unas cien millones de neuronas en media docena de capas. La cuarta capa recibe las señales en primer lugar, realiza un análisis preliminar y transfiere la información a neuronas de otras capas. En cada etapa, cada neurona puede recibir señales desde miles de otras neuronas, combina las señales –algunas se cancelan entre sí- y envía el resultado a otro millar de neuronas.

Treinta segundos después –cuando ya billones de partículas de luz reflejadas en el cuerpo de la mujer han entrado a los ojos del hombre y han sido procesadas– la mujer dice hola. Inmediatamente, moléculas de aire son empujadas unas hacia otras, para después ser apartadas y luego nuevamente amontonadas, Este movimiento, parecido al de un resorte, comienza en las cuerdas vocales de la mujer y viaja hacia los oídos del hombre (a unos seis metros de distancia) en dos centésimas de segundo.

Dentro de cada uno de los oídos del hombre, el vibrante aire cubre rápidamente la distancia hasta el tímpano. El tímpano, una membrana oval de alrededor de un centímetro de diámetro y que forma un ángulo de 55 grados con el piso del canal auditivo, comienza a temblar y transmite su movimiento a tres pequeños huesos. A partir de allí, las vibraciones sacuden el fluido en la cóclea, parecida a un caracol con dos vueltas y media.

Dentro de la cóclea los tonos son descifrados. Aquí, una tenue membrana ondula al compás del fluido y a lo largo de esta membrana basilar hay delgados filamentos de variados espesores, como cuerdas de un arpa. La voz de la mujer, desde la distancia, está tocando el arpa. Su hola comienza en un registro bajo y luego incrementa su tono hacia el final. En una precisa respuesta, los filamentos más gruesos de la membrana basilar vibran primero, seguidos luego de los filamentos más delgados. Finalmente, decenas de miles de bastoncitos adheridos a la membrana basilar trasmiten sus particulares estremecimientos al nervio auditivo.

Las noticias del hola de la mujer, traducido eléctricamente, corren a lo largo del nervio auditivo y entran al cerebro del hombre, a través del tálamo, a una región especializada de la corteza cerebral para su posterior procesamiento. Eventualmente, una gran fracción de los billones de neuronas del cerebro del hombre se dedica a analizar los datos visuales y auditivos recién adquiridos. Compuertas de sodio y potasio abren y cierran sin cesar. Corrientes eléctricas se apresuran a lo largo de fibras neuronales. Moléculas fluyen del extremo de un nervio al próximo.

Todo esto es conocido. Lo que es desconocido es porqué, luego de un minuto, el hombre camina hacia la mujer y sonríe.

1 comentario:

Anónimo dijo...

se hace pesao y se echa de menos a las endorfinas.