jueves, junio 16, 2011

Los dedos de los pies.

Los dedos de los pies sospechan mi presencia, lo sospecho. Los siento expectantes a mis movimientos sabedores de mis puntos flacos, conocedores de algunos de mis más hondos secretos y les veo capaces de usar todo lo que saben -e, incluso, todo lo que inventan- en mi contra.
Taciturnos y maquiavélicos aprendices pentacéfalos poseedores todos y cada uno de ellos de una terrible personalidad individual se pasan casi todo el día -ociosos andarines- conspirando contra mi. Esperando el momento en que agazapados en su espera latente salten y me devoren o me lastimen de mil formas diferentes, algunas de ellas tan sutiles que ni tan siquiera ellos saben y que tampoco yo llegaría nunca a notar.
Malditos sean cuando piensan entre ellos de forma telepática cuanto me odian, cuanto desean mi desdicha que en el fondo -y ellos lo saben- también sería la suya propia. Y pertrechan planes para arrebatar mi gloria mientras se contraen y se expanden a veces al unísono, a veces en abanico o dominó. Y murmuran amenazas ininteligibles desde aquí en las que amanezco asfixiado a la mañana siguiente lleno -según el parte de la comisaría- de extrañas huellas podológico-dactilares. La policía sospecha de la mafia o de algún extraño ser amorfo.
Pero yo soy más veloz y precavido y ya he escrito esta carta que dejo sobre el mueble del recibidor a la atención del señor juez en la que especifico que vivo amenazado y paso las noches en vilo mientras los veo sobresalir por el otro extremo de la sabana mirandome fijamente con sus infinitas uñas que en apenas un descuido por mi parte pasarían a desgarrar mi fina piel o a arrancarme el corazón de cuajo. Malditos gusanos asesinos que anhelan comerse mis pulmones en medio de la noche y devorar mi hígado y saciar su delirio con el manjar de mis ojos. Corruptos organismos putrafactos que sueñan con mi destrucción o desaparición definitiva para así alzarse, por fín, vanidosos y coquetos hasta declararse en rebeldía y proclamar así su independencia y entidad propia o que en todo caso se admita que llevan injertado un ser humano al final de su ser.

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