miércoles, febrero 01, 2006

Sin coartada para los asesinatos.

Otra noche solo en casa, sin coartada para los asesinatos. Precintado del mundo exterior por el pestillo de la puerta, envasado al vacío con la manta del sofá. Pasan las horas como en un taxímetro de la vida, que luego las vas a deber y el mundo se ve como mirando con un microscopio a través de un telescopio. Confinado en un sinfín de callejones sin salida, custodiado tras puertas falsas, sitiado por una basta extensión de plazas de párking para minusvalidos vacías.
Pero fijate en su cabeza ovoidea -o aovada- está pertrechando el olvido y ya no recuerda la tabla del ocho, luego se olvidará de los dinosaurios, como si jamás hubieran existido. Y los nomos de jardín y los hombres invisibles (tan fácil es dudar de su existencia).
Y ahora mirale, es el gran tuteador, que le pregunta la edad a la muerte. Y su discurso, a pesar de carecer de sobriedad porque tu lo embriagas, amén de esos chupitos de un supuesto digestivo, emana consonancia y magnificencia, aun a pesar de prescribirse por la medicina indigena maorí como un portentoso remedio contra el insomnio.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Intuyo por lo leído (76% de tu blog)* que tu proyección kármica te merece 3.725,82 toneladas de besos tiernos y 1.890 decalitros (redondeando) de bruscos. Su división en deudas y la raíz cuadrada de éstas en discernimientos.
Hay más pero saberlo te costaría 4,32 metros de mi vergüenza.

* me lo suministro como si fueran los caprichos de la última compra en el súper.

Imposivle dijo...

me parecen unas cantidades justas. Siempre me gusta saberlo todo, pero me costaría un tetrabrick de un litro de mi propia verguenza preguntarlo

Unknown dijo...

intuyo también que en otra vida fuiste zurdo y que en la siguiente te tocará querer ser bailarina. eso si eres valiente, si no creo que te dedicarás a vender uniformes.
aún me queda vergüenza.