viernes, abril 07, 2006

Grafomanía dixit.

A él le hubiera gustado escribir directamente sobre su piel palabras guarras. Pero resultó que eso era ya una pequeña perversión sexual existente. Quería ir más allá, tatuarla toda hasta convertir la aguja hipodérmica en la más exquisita pluma, marcar esa obra de arte con su firma en el tobillo. No permitir que ninguna palabra pudiera ser borrada con jabón.
O, tal vez, sin tantas pretensiones, escribir nuestra historia en la frente del más sabio de los calvos (o, en su defecto, del más calvo de los sabios) empezando por encima de las cejas, subir por esa amplísima frente cruzando toda la cocorota hasta terminar en el redondel de la coronilla. Quemarle el peluquín.
Ojalá, que todo lo que te digo te llegara con tanta fuerza como si estuviera escrito en la carcasa de un misil que te cae des del cielo. Sin que dispongas ahora de esos dos segundos de decalaje para captar la ironía, con tan solo apenas un nanosegundo antes de la gran explosión.
Quizá complicarlo aun más y escribirte cartas de amor con el pie izquierdo, a oscuras, con tinta invisible, mientras salto a la comba.
Debería ser capaz de arrasar una selva entera para fabricar el papel de una carta de amor. Verter la carga de un petrolero sobre las más virgenes playas para recoger la tinta necesaria. Extinguir una especie de aves para arrancar una pluma y escribirte con ella el más bello poema de pajaritos piolando en un arbol al lado de la playa.
Luego, hacer explotar el universo (a poder ser sin ensuciar) con el único fin de que no la puedas leer.

1 comentario:

Unknown dijo...

perverso