martes, febrero 13, 2007

Oración matutina para la soledad.

Autoinvoco a mi corazón pedestre de hormigón armado contra el día de hoy. Que haga que no me enamore de la primera que pase meneando sus caderas por el efecto pendular sinérgico del vacío que habita en su cabeza. De la gravedad cero, encefalograma llanura herma, efecto hinvernadero de su antimateria gris. Bonitas cáscaras, pero huecas. Todo carcasa sin tic-tac. La nada absoluta enfundandose un traje de piel que -no hay que olvidar- se arruga con los años y las sonrisas.
A la piedra pomez que benero como símbolo máximo del amor pido que mis sentimientos, en caso de poseerlos, no afecten a mi felicidad. Que sea feliz porqué el cielo es azul, porqué el canto de los pájaros se confunde con las risas de los niños y el Sol brilla en el cielo y hace florecer las flores en Primavera y se ponga de moda llevar sombreros de colores y baja el precio del barril de Brent.
No porqué tu, o yo. O sienta una nostalgia lejana o encuentre el amor verdadero.
Apelo a mi caja torácica de aleación de titaneo, oscura caja negra indestructible a las catastrofes, coraza de heroe crepuscular protección antibalas las 24 horas del día para que me resguarde, aunque sea solo por el día de hoy, de arritmias ventriculares, de latidos inconexos al buen funcionamiento cardiovascular, de las sístoles por guiños de ojos, de las diástoles por sonrisa ajena, del pum-pum de un encuentro casual urdido por el destino.
Que haga el dios de las piedras y las crostas que no me enamore hoy.

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