lunes, octubre 24, 2011

La luna menguante.

La luna está menguante en el cielo nocturno a través del cristal. Luna de los enamorados, luna de Corintio, luna de Petrarca que inspiró a los poetas y alumbró a los amantes perdidos en noches de pasión.
Y mienten los documentales cuando narran como te formaste a través de la colisión de un meteorito contra el planeta Tierra, Diosa Selene. Porqué tu has de ser siempre el perpetuo símbolo del amor en la noche, el trémulo reflejo de ti misma en los arroyos de antaño a los que se asomó también Narciso a observar su rostro y morir ahogado en él. Porqué tu serás siempre la luna que hechiza a los hombres y los transmuta en bestias y jamás aquella que pisó aquel astronauta dejando la cicatriz de su huella en tu faz para siempre.
Serás aquella que jamás muestra su cara oculta y guarda secretos. Serás la luna cosmicómica que se acercó tanto a la Tierra que se podía llegar a ella subiendo por una escalera y no esa luna despechada que se aleja de nosotros a razón de cuatro centímetros al año.
Porqué tu has de ser siempre la luna que persigue a los caminantes a través de su reflejo en el mar por toda la orilla y no el geómetrico paralaje de nuestra visión con respecto al horizonte. Serás la luna gibosa que en noches nubladas cumple los deseos de aquellos que la invocan y no el quinto satélite más grande del sistema solar. Serás la que define el tiempo de los hombres y rige las mareas sin saber absolutamente nada de fuerzas gravitatorias o calendarios lunares. La luna de los lunáticos a cuyo influjo sucumben los suicidas y no aquella que da vueltas a la Tierra esclava de fuerzas centrífugas.
La luna de Julio Verne, de Wells y de Philip K. Dick y no la de Neil Armstrong. La luna de los profetas y no la de los astrónomos. La de los astrólogos y no la de los cosmólogos.
La luna mitológica que produce catástrofes con sus eclipses y no esa taimada luna que describe su movimiento de traslación bajo las leyes de kepler y cuyos eclipses son predichos con milenios de antelación. La luna de los poetas y los mitómanos que resplandecía en el primer círculo concéntrico del cosmos y no la que Copérnico o Galileo acecharon con sus horribles telescopios. La luna de los amantes y no el pérfido cuerpo celestial que rota sobre si mismo y oscila alrededor de la Tierra. Tan solo la enamorada luna particular y única que poseen los amantes en medio de la noche.


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