lunes, agosto 14, 2006

Contado de reojo.

Esta historia sucedía en el rabillo de mi ojo. Estaba protagonizada por un Oso Panda Milenario que comía orzuelos. Había alguien más que se safó de miraditas y chismorreos y por eso no se habla de él en la epópeya de la historia universal. Solo salió en la prensa el día que publicaron la esquela de su entierro.
Pero en esta historia había un alfiler viciado a pinchar globos de cumpleaños y un huracán que lo envidió y arrasó todo un país para tan solo apagar las velas de un pastel. En esta historia también se conocieron una mancha de petroleo y un vestido blanco de novia por estrenar. Y todo el oro del mundo se volvió a fundir para fabricar tan solo dientes de oro y tu sonrisa ahora era tan perfecta que parecía la dentadura de un caballo de carreras. El Sol, por su parte, era una chispa aunque esto también sucedía en el resto de historias conocidas, además, de estar dermatológicamente testado por el color blanquecino de tu piel. En esta historia había incluso una mosca aplastada en el parabrisas de un avión, como un escupitajo de mascar tabaco no era más que una pequeña mancha diminuta en un cristal, como un antojo en forma de mosca aplastada, como una mancha en la mirada ultrasónica de un avión o un bichito de esos que flotan en tu retina, casi como que te salga un orzuelo en un ojo.
Y se la comió el Oso Panda.

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