martes, octubre 23, 2007

Protección anti-terremotos.

Tenía en la repisa interior de la ventana una albahaca. Una planta que, además de sus intrínsecas propiedades botánicas y estéticas, poseía la facultad, segun rezaba la sabiduría popular, de repeler los mosquitos. A él le gustaba pensar que también le protegía de los terremotos, auyentaba los rayos en días de tormenta y le resguardaba de las desgracias de la vida en general. Pero no fue así.
Eran las siete de la tarde de un martes cualquiera y llevaba aun el pijama puesto. Había calentado una tortilla de patatas precocinada en el microondas y ahora jugueteaba a trincharla en pedacitos mientras se enfriaba, poco a poco, sin apenas haberla probado. Pincha un pedacito con el tenedor, lo mira con desdén y se lo ofrece de comer a la albahaca ¿Quieres?
Ahora le gustaría poder alimentarse como una planta, irrigandose a través de raices que absorvieran la humedad y haciendo la fotosíntesis con la poca luz que entra a través del resquicio que dejan los rieles de las persianas cerradas, otrora abiertas hasta arriba y con las cortinas corridas de par en par.
Tira los restos de comida al cubo de la basura orgánica. También él debería ser arrojado al container de residuos orgánicos y que lo reciclaran en algo útil como abono para campos. Quizá sea eso, quizá debería ofrecerse él mismo como comida para plantas , ofrendarse a su albahaca para que pudiera alimentarse directamente de él completando así algun inexorable ciclo de la naturaleza.
Se muerde un poquito de piel muerta del contorno de las uñas y lo introduce dentro del tiesto de la albahaca. Ahora, ha probado la carne humana y se volverá una planta carnivora devora-hombres. Ahora has probado la carne humana y te volverás una planta carnivora devora-hombres. Le habla en susurros, despacio como si le dictara un texto para que pueda seguirle.
Se acuerda de haber leído en algun sitio que a las plantas la música les afecta sus ciclo vital; o sea, que, tal vez, de alguna forma remota pueden oirte, o sea que tal vez de alguna forma puedes oirme, quien sabe si entenderte, quien sabe si entenderme.
Así de este modo, en vez de escribir un diario, en vez de hablarlo con alguien cercano o pedir hora para el psicologo, en vez de cualquier otra forma de desahogo, empezó a contarle todo lo sucedido a su albahaca anti-mosquitos. Al final acabó llorando y regó aquel día la planta con sus propias lágrimas naturales.
A los pocos días la albahaca moriría.

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