martes, noviembre 06, 2007

La vida de Sckrojjchmpf Durkkelman.

Al día siguiente de nacer S. Durkkelman empezaba un largo puente de cinco días con lo que su padre, Zacarias Durkkelman, nada más tener noticias del feliz alumbramiento se dirigió, raudo y veloz, hacia las oficinas del registro civil, que cerraban al mediodía, porqué no podía soportar la idea de que su hijo pasara los primeros días de su vida sin-tener-un-nombre-puesto. Debido a los nervios del nacimiento de su primogénito hacía casi veinticuatro horas que no comía nada, por lo que, aun a pesar de ir muy justo de tiempo, pasó por la cafetería del hospital y se llevó el último bocadillo que quedaba en el expositor, uno de mortadela, para comérselo más tarde en cuanto tuviera un momento.
Cuando llegó a la oficina del registro civil se encontró con una pequeña cola en la ventanilla en la que, debido a la impaciencia y el hambre, el tiempo parecía casi detenerse, a la vez que, paradojas de la vida, acuciaba veloz hacia la hora del cierre des del reloj de pared hortera que suele presidir este tipo de oficinas. Así que, atentando contra cualquier protocolo de comportamiento en colas de organismos gubernamentales y contra su propio decoro personal, sacó el bocadillo de mortadela del bolsillo de su chaqueta y empezó a dar buena cuenta de él. De este modo, fue avanzando la cola mientras él -a hurtadillas- iba aliviando el hambre a grandes mordiscos con tan mala suerte que le tocó su turno en el mismo instante que se llevó a la boca el último y más grande bocado de pan con mortadela.
Incapaz de tragar ese enorme trozo de bocata y sorprendido por una falsa dignidad que le impedía ponerse a masticar delante de la ventanilla de tamaña institución del estado, empezó a entregar los documentos pertinentes y permaneció impávido hasta que el funcionario le preguntó: ¿nombre del recién nacido?

Sckrojjchmpf Durkkelman, nunca supo muy bien porqué, adoraba los bocadillos de mortadela, hasta el punto que, desde su más tierna infancia, si le preguntabas te podía asegurar que esa era su comida favorita.
Durante su juventud tuvo varias novias, aunque ninguna podría haber puesto sin faltar a la verdad que poseía don de gentes y buena presencia en un currículum estándar. Ya en esa época obtuvo los más grandes honores universitarios de su vida al ser reconocido, tras una votación a puerta cerrada en la que hubieran podido influir motivaciones sarcásticas, como ayudante de bedel del mes de Marzo. Le encantaban los documentales sobre animales, sobretodo los que se inmiscuían en la vida secreta de las colonias de insectos. Anhelaba con gran fruición convertirse en abeja zángana en su próxima reencarnación. Le gustaba mucho leer hasta el punto que cuando cruzaba por delante de un mendigo, tenía que volver a pasar tantas veces como hiciera falta leyendo de refilón -tal como se leen los carteles de los pobres- hasta poder concluir la lectura. También le gustaba mucho escuchar música por su auriculares debidamente camuflados durante un tiempo detrás de una incipiente melena, unas frondosas patillas y, a veces, incluso, un jersey de cuello alto para asistir a entierros, bodas o reuniones de vecinos en las que pudiese verse atrapado en el rellano de la escalera. Sin embargo, todavía tenía que descubrir cual sería su canción favorita.

El día que conoció a Remilda Voings, justo cuando esta entraba por la puerta de la lavandería y en el preciso instante en que él empezó a descubrir que la ropa de colores vivos no debe mezclarse con la ropa blanca a elevadas temperaturas, sonaba por el hilo musical el "Himno nacional de Hungría". Y fue entonces, mientras ella sonreía coqueta al ver la ropa íntima de Sckrojjchmpf tornada en un elegantísimo rosa amapola, que él supo que esa era la mujer de su vida y, por ende, el "Himno nacional de Hungría" sería desde ese instante su canción favorita.
Al día siguiente quedarían para ir al cine. Llegaron tarde y la única película que empezaba a esa hora era "Suspiros de caracol", un presunto remake de un film en blanco y negro sobre la vida de unas nadadoras de natación sincronizada.
A pesar de ser un bodrio intragable, esta sería para Sckrochjjmpf su película favorita durante el resto de su vida.
Siguieron años felices en los que se casó con Remilda Voings después de un largo noviazgo y una liposucción abdominal para que esta cupiera en el vestido nupcial usado por su bisabuela.
Realizó varios trabajos temporales, uno de ellos tan efímeramente eventual que duró apenas quince minutos al negarse a ponerse pajarita alegando motivos ético-religiosos, hasta que, al fin, pudo hacer realidad su sueño de ser actor; si bien, el personaje que interpretó era el cadáver de un tipo muerto por peste tifoidea en una fosa común y, para más inri, en una de las secuencias se le escapa un estornudo. También le gustaría mucho viajar, viajó a lo largo y ancho del mundo, también a lo hondo, ya que se cayó en un pozo y tardaron tres días en rescatarlo. Otra de sus peculiaridades era que le gustaba sentarse en el sentido contrario a la marcha cuando iba en trenes y autobuses. Su color favorito era el naranja; y sin embargo, le gustaba el verde para las paredes, el beige para vestir y el azul para los ojos de las personas amadas.
Prefería el invierno al verano, ir a la montaña antes que a la playa y en la interminable dicotomía entre los altramuces y los pistachos se decantaba tímidamente del lado de los pistachos.

Ahora, Sckrochjjmpf Durkkelman no recuerda que su comida favorita es el bocadillo de mortadela, que su canción favorita es el "Himno nacional de Hungría", ni que su película favorita es "Suspiros de caracol", ese bodrio intragable. Desde hace unos años padece alzheimer y no recuerda que es Sckrochjjmpf Durkkelman. Sin embargo, cuando Remilda Voings, que no se aleja ningún día de su lado, lo llama por su nombre: Sckrochjjmpf. Él, a veces, entorna su cabeza emocionado esperando ver aparecer al propio Sckrochjjmpf del cual posee algún recuerdo y que, a pesar de no acordarse de que es él mismo, piensa que es un tipo que le cae bastante bien.

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