lunes, noviembre 26, 2007

El afable Sr. Brandel.

En todos y cada uno de los días de su vida lo primero que hace el Sr. Brandel, nada más levantarse por la mañana, es ocuparse de regar y cuidar su hermoso jardín.
Hoy, como cualquier día, luego de haber podado un poco las hortensias y de haber dejado preparado el desayuno a su mujer, saldrá a la calle con su sempiterna sonrisa y su habitual gabardina marrón. Al cruzarse con alguno de sus vecinos -mirandoles fijamente a los ojos- les espetará la mejor de sus muecas de alegría y no escatimará en buenosdías, hastaluegos, quealegrías y demás salutaciones varias mientras se dirige a la cafetería "Arco Iris" donde desayuna y lee el periodico cada mañana.
Al entrar en la cafetería "Arco Iris" saludará a la Sta. Anabel, la camarera, que le devuelve el saludo con un guiño de ojo desde detrás de la barra mientras de dispone a preparar, sin que haga falta que se lo pidan, el café con leche que desde hace años el Sr. Brandel toma junto con dos tostadas con mantequilla y mermelada de frambuesa en la mesa del fondo junto a la ventana. El Sr. Brandel, de repente, también hace un guiño de ojo, aun a pesar de que la Sta. Anabel ya no puede verlo pues está de espaldas a él haciendo uso de la cafetera.
Mientras desayuna el Sr. Brandel aprovecha para leer el periodico. Pasa las paginas, una a una, con marcado desden hasta llegar finalmente a la contraportada. Entonces, introduce una mano en el bolsillo de su gabardina marrón y saca unas tijeras de podar. Mira a su alrededor y depués de unos instantes empieza a recortar los cupones correspondientes a una vajilla de porcelana que guarda celosamente para regalar a su mujer.
Camino de vuelta a casa, lo detienen una pareja de enamorados que le piden si puede sacarles una fotografía junto a una hermosa fuente de aguas que brollan harmoniosas y tinteneantes. Ofrendandoles una generosa sonrisa acompañada además de otro guiño de ojo accede amablemente a hacerles dicha fotografía. Alabando la buena estética de los fotografiados y excusandose en una cierta prisa se despedirá diligente con varios adioses y un ufano y fastuoso quelesvayabien.
Se presentará en casa con un ramo de hortensias. Su mujer está distraída frente al televisor. Él, sin dejar en ningún momento de sonreir, la saluda cariñosamente: hola, querida. Te he traído una sorpresa.
Entonces, ella entornará su cabeza hacia él y al verle ahí de pie con el ramo de hortensias en la mano izquierda, la otra mano en el bolsillo de la gabardina y guiñandole el ojo repetidamente le corresponderá y mientras se acerca a él con fines libidinosos aparece un duro bulto por debajo de la tela de su gabardina marrón.

El afable Sr. Brandel (versión omnisciente).

En todos y cada uno de los días de su vida lo primero que hace el Sr. Brandel, nada más levantarse por la mañana, es ocuparse de regar y cuidar su hermoso jardín debajo del cual hay enterrados varios cadaveres.
Hoy, como cualquier día, luego de haber podado un poco las hortensias y de haber dejado preparado el desayuno a su mujer, saldrá a la calle con su sempiterna sonrisa y su habitual gabardina marrón en la que hoy esconde en uno de sus bolsillos unas macabras tijeras de podar. Al cruzarse con alguno de sus vecinos -mirandoles fijamente a los ojos desde una ira profunda arraigada en un odio visceral hacia todos y cada uno de ellos- les espetará de forma hipócrita la mejor de sus muecas de alegría y no escatimará en buenosdías, hastaluegos, quealegrías y demás salutaciones varias mientras se dirige a la cafetería "Arco Iris" donde desayuna y lee el periodico cada mañana.
Al entrar en la cafetería "Arco Iris" saludará a la Sta. Anabel, la camarera, que le devuelve el saludo con un guiño de ojo desde detrás de la barra mientras de dispone a preparar, sin que haga falta que se lo pidan, el café con leche que desde hace años el Sr. Brandel toma junto con dos tostadas con mantequilla y mermelada de frambuesa en la mesa del fondo junto a la ventana. Pero hoy él no quería pedir eso, quería pedirle a Anabel que le preparara otra cosa -cualquier otra cosa- no quería resultar tan rutinario y previsible delante de esa mujer a la que, a pesar de su nariz aguileña y su aliento carajillero, ansiaba violar salvajemente y luego deshollar toda la piel de su cuerpo con un pelapatatas. Toda esa eccitación-odio interno desencadena en la aparición de un tic nervioso que le hace guiñar un ojo, aunque ella no pueda verlo ya que está de espaldas a él haciendo uso de la cafetera.
Mientras desayuna el Sr. Brandel aprovecha para leer el periodico. Pasa las paginas, una a una, prestando especial atención a los titulares sobre guerras, asesinatos, secuestros, estafas y demás comportamientos humanos que le van corroyendo por dentro aunque el intente aparentar un fingido desdén hasta llegar finalmente a la contraportada. Entonces, introduce una mano en el bolsillo de su gabardina marrón y saca las tijeras de podar con intención de sacarse los ojos de las orbitas de cuajo para no poder leer nunca más. Mira a su alrededor y ve a alguna de las personas que forman parte de esa humanidad atroz que el tanto odia. Piensa que antes de sacarse los ojos debería -al menos- clavarle sus justicieras tijeras de podar en medio del esternon al mayor número posible de clientes de la cafetería "Arco iris". Después de unos instantes se sobrepone y empieza a recortar los cupones correspondientes a una vajilla de porcelana que guarda celosamente para regalar a su mujer con el fin de algun día poder estampársela en la cabeza.
Camino de vuelta a casa, lo detienen una pareja de enamorados que le piden si puede sacarles una fotografía junto a una hermosa fuente en cuyas aguas que brollan harmoniosas y tinteneantes desearía ahogar a ambos. Sin embargo,ofrendandoles una generosa sonrisa acompañada además de otro guiño de ojo debido al tic nervioso que ahora le sobrecoge cada vez que desea la muerte de alguien accede amablemente a hacerles dicha fotografía. No obstante y como sorda catarsis a sus ansias de degollarles brutalmente con sus sanguinolientas tijeras de podar deliberadamente enfocará para que en la fotografía aparezcan con las cabezas cortadas, por lo que, alabando la buena estética de los fotografiados y excusandose en una cierta prisa, se despedirá diligente con varios adioses y un ufano y fastuoso quelesvayabien.
Se presentará en casa con un ramo de hortensias recién talladas de encima mismo de la insospechada tumba de su última esposa. Su mujer, a la que tanto odia desde hace años y a la que no pasa un segundo de su vida sin desear clavarle una estaca en el corazón, está distraída frente al televisor. Él, sin dejar en ningún momento de sonreir, porque ya no puede borrar esa estúpida sonrisa de su cara, la saluda cariñosamente: hola, querida. Te he traído una sorpresa.
Entonces, ella entornará su cabeza hacia él y al verle ahí de pie con el ramo de hortensias en la mano izquierda, la otra mano en el bolsillo de la gabardina y guiñandole el ojo repetidamente le corresponderá y mientras se acerca a él con fines libidinosos aparece como un duro bulto por debajo de la tela de su gabardina marrón las sedientas tijeras de podar que el aferra con fuerza dispuesto a utilizarlas.

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