lunes, mayo 10, 2010

Desayuno melancólico.

A veces te levantas por la mañana y piensas: que todo va mal. Y tan solo te consuela el hecho de que, probablemente, aun vaya todo a peor. En esos días regresa a tu memoria como un vuelo de golondrinas el recuerdo de ese antiguo amor. Te preguntas que habrá sido de ella o que hubiera sido de vosotros, para, en realidad, preguntarte que ha sido de ti.
Las mañanas aciagas en que te sucede todo esto sueles desayunar en casa preparándote parsimoniosamente y con todo el protocolo pertinente un buen tazón de leche con cacao. Así que, al poco, te encuentras observando como gira el tazón lentamente dentro del microondas, tan sumamente suave que no se ve afectado ni por fuerzas centrifugas, ni centrípetas. Tu cabeza, en cambio, da vueltas alrededor de tu soledad y se pregunta que ha sido de los buenos amigos, aquellos en los que podías confiar, aquellos que no debían fallarte nunca. Pero resulta que son esos mismos en los que no debiste confiar, esos que te han fallado, quizá no tan buenos amigos como pudieras prever ¡Ping! El sonido del microondas te avisa de que la leche ya está caliente. Con el tazón ya sobre la mesa añades azúcar y cacao y lo remueves ausente hasta crear un pequeño maelstrom de grumos que se van fundiendo, poco a poco, al mismo tiempo que tu te vas sumergiendo en los errores del pasado. El desapego familiar, las gris rutina de los días, los estudios aparcados con provisionalidad crónica, las ausencias, la inopia del destino, la abulia del porvenir. Todo mezclándose en la termodinámica del tazón de leche con cacao de un desayuno melancólico.
Ahí es cuando te diriges al armarito de los dulces y coges unas magdalenas. Pero como hace más de una semana que el paquete estaba abierto están duras. Decides, entonces, coger mejor unas galletas: están blandas. Y entonces empiezas a sospechar que todo anda mal, que todo está en tu contra y que el universo en pleno se ha conchabado contra ti cuando ves que las magdalenas con el tiempo se ponen duras a pesar de que a ti te gustan blandas y, en cambio, las galletas, que a ti te gustan duras y crujientes, con el paso de los días, se ponen blandas. Y nada te consuela que sepas unas sean higroscópicas porqué absorben la humedad del aire y las otras eflorescentes la dejan escapar. Porqué nada te ampara en esta mañana sombría de bollería caduca y tazones de leche que giraron sin ser afectados por fuerzas centrífugas, ni centrípetas en electrodomésticos que, a veces, hacen ping, de maelstroms de grumos de cacao que traen recuerdos del pasado y leyes inquebrantables de la termodinámica que dejan tibio un tazón de leche con cacao de un desayuno melancólico sin nada decente que mojar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

siempre podrás mojar un dedo en el colacao.

estos dos últimos posts me han encantado.

un abrazo.

Imposivle dijo...

y untar la mantequilla directamente sobre la pagina de sucesos del periódico y lamer