viernes, mayo 13, 2011

Afectaciones fenológicas.

Tan afectada por la fenología de las estaciones del año o por los ciclos noche-día que no podía por más que sucumbir ante los fenómenos metereológicos tales como la lluvia. Y, sobretodo, esa concreta expresión climatológica de la naturaleza tan metáfora de nuestra lacrimogena tristeza de seres humanos. Tanto que ya no sabe si es la lluvia quien la pone triste o si, en cambio, es ella quien con su estádo nostálgico y taciturno la convoca. Y, a pesar de isóbaras y anticiclones, queda mimetizado ser humano y naturaleza para sincronizar un modo existencial propicio para la melancolía.
Y así ella siente como si le lloviera por dentro y se anegara su corazón mientras oye ahí afuera la cadencia sublime de la lluvia cayendo sobre las aceras, sobre el asfalto, sobre las hojas de los arboles y el capot de los coches aparcados junto a la acera. Y es como si lloviera sobre toda la faz de la tierra en ese instante: sobre las montañas más altas y sobre los oceanos, sobre los campos de cosechas y sobre las selvas, pero también en todos y cada uno de los más áridos desiertos del planeta por solidaridad con sus sentimientos. Una lluvia torrencial e infinita y telúrica que hace crecer el curso de los ríos y desborda los pantanos y hace subir el nivel del mar hasta cotas tan extremas que las más altas montañas pronto se ven convertidas en islotes en medio de ese diluvio universal.
Es como si lloviera para siempre y desde siempre, como si el mundo entero fuera una clepsidra que marca el tiempo del universo y su unidad básica de medición fuera la lágrima.
Como si todas las estrellas del cosmos estuvieran hechas de agua y cayeran centrípetamente a través de la bóveda celestial sobre nuestras cabezas en una lluvia húmeda y mojada que nos devolviera al medio del que procedemos cuando eramos animales anfibios y acuáticos con aletas y agallas y el aire era nuestro espacio sideral y quizá por eso ahora ella se ahoga de oxígeno y siente como si sus pulmones no sirvieran para respirar en este mundo de aire en que se encuentra atrapada mientras oye ahí afuera el repiquetear de las gotas de lluvia contra el cristal.
Y se siente pez atrapado en su pecera de vidrio, sumido en su tristeza branquicéfala de ojos vacuos que no saben llorar porque las lágrimas, que no saben soñar porque sus deseos, que no tienen memoria porqué porque su pasado, que no pueden amar porque su destino, que no saben respirar porque sus pulmones, que no pueden ser felices porque afuera la lluvia y más allá las cimas de las montañas insulares y sobre las aceras y el capot de los coches y las gotas contra el cristal y las isóbaras y la clepsidra del tiempo y la tristeza branquicéfala y las estrellas cayendo centrípetamente y el universo taciturno y melacólico y las metáforas torrenciales e infinitas y su delirio anfibio y su melancolía repiqueteando contra el cristal y los pantanos lacrimógenos y las gotas de lluvia cayendo sobre toda la faz de la tierra y la fenología.

2 comentarios:

David Martínez dijo...

Me ha causado una gran impresión general, aunque me parece mejorable en partes. Sobre todo a nivel estructural, creo que se le puede sacar más partido. Me ha gustado mucho como empieza el último parrafo, con esas frases a medio hacer.

Imposivle dijo...

o.k. david, podría ser...
pero yo sigo pensando que le va bien a este texto esta estructura desestructurada.
pero quien sabe...