jueves, enero 18, 2007

Cosas que no le cuento ni a mi urólogo I.

Mi cuerpo segrega uans enzimas que hacen que no vaya a morir nunca -yo lo se- pero no lo digo porqué no quiero que me diseccionen, aun menos que me viviseccionen, aunque puede que esto último ya lo hayan hecho.
Gracias a mi don de la immortalidad puedo hacer planes a largo terminio, a pesar de que rara vez pienso en lo que voy a hacer más allá de los próximos cinco minutos. En todo caso, además de tener en cuenta de que tengo por delante toda la eternidad, también hay que añadir que tengo libre el día de mi entierro. Circumstancia que sin embargo me fastidia un poco ya que me hubiera gustado saber que se siente en el día más importante de tu vida, siendo el protagonista total, como si se celebraran de repente tus cumpleaños todos de golpe y la gente pensara mucho en ti o se alegrara secretamente de no volver a verte jamás.
Presentar mi cadaver impoluto en un feretro de buena calidad y saber que desde mi punto de vista es el mundo el que se muere ese día.

3 comentarios:

Xi dijo...

Siembre quedará el resquicio de fingir la muerte. Como Huidobro. Y saber que, ya que vas a estar viva para siempre, al menos sabes a los funerales de quiénes no querrás ir.

Si se vive para siempre, ¿no se vive, a fin de cuentas, demasiado próximo a la muerte?

Un abrazo cronopio.

Grace en el País de Las Maravillas dijo...

Se me ha venido a la mente la voz de Nacho Vegas cantando "todo el mundo, todo el mundo fantasea con una muerte dramática..."

Imposivle dijo...

Como decia cierto escritor: al escribir siempre queda el consuelo de que la gente que lo lea algun dia moriran y después los hijos de sus hijos y luego la cultura donde existieron y la raza a la que pertenecieron, despues desaparecerá el planeta en que habitaron y finalmente el universo en que todo sucedió.
Con lo que mirado desde una perspectiva lo suficientemente amplia no quedarán testigos.