martes, enero 16, 2007

Té quiero.

Como cada tarde, cuando la camarera de la que estaba secretamente enamorado le preguntaba que quería, él, sin ni tan siquiera mirarla a los ojos siempre le respondía lo mismo: té quiero.
Su petición un tanto robótica y con algo de hipérbaton mostraba de forma velada la ambiguedad de sus deseos. Pero ella, envuelta en un halo de cotidianidad y absoluta indiferencia, procedía a traerle sin más esa prodigiosa taza de té que tanto les unía y a la vez les distanciaba.
Con el tiempo, el seguiría siendo tan solo un cliente de gustos fijos de esos a los que cuando veía entrar por la puerta ya sabía lo que iban a pedir y que, por tanto, podía servirselo a la mesa directamente. Sin embargo, quien sabe si por cortesía o por qué a todo el mundo le gusta mantener viva la llama de algun amor secreto, ella jamás dejó de preguntarle que quería.
Te quiero.

3 comentarios:

Ale dijo...

hasta que llegó una tarde que en respuesta a la habitual pregunta contestó; té quería

Imposivle dijo...

hasta los amores eternos se acaban cualquier tarde de estas

•º·•ShÔw)V(êThé®aiN•·º• dijo...

qué lindo.