sábado, octubre 15, 2011

Odiantes.

Hace tanto que se odian que ya no notan la diferencia entre ese sentimiento que se profesan y el amor. Como no la notan tampoco la padecen y siguen viviendo su vida sin percatarse de que todo a transmutado a través de la senescencia de lo cotidiano hasta convertir la complicidad en alta traición, la confianza en incomodidad, la compañía mutua en hartazgo del uno hacia el otro. Y se apoyan en coreografías como el sexo o los protocolarios besos, el la consuetudinaria salida al cine los miércoles o la cena en el restaurante los sábados noche. Quizá la pantomima del apelativo cariñoso carcomido por el tiempo y las caricias a deshora como un extraño ritual que pierde su sentido ontológico y queda tan solo como folclore.
Hace tanto tiempo que se miran a los ojos sin ver nada. Tan solo ese vacío oculto detrás de las pupilas antes amadas que ahora son contenedor cáustico de todos los defectos del otro acumulados en la memoria a lo largo de la convivencia común. La melancolía de haber formado algún día una simbiosis común de la que ahora tan solo queda el cochambroso reducto del plural mayéutico de un nosotros muerto: la grabación conjunta de sus voces en el mensaje del contestador, los objetos mutuamente regalados por el otro en el día de sus respectivos cumpleaños, los hipotéticos nombre que hubieran puesto a sus hijos que ahora saben que ya nunca tendrán cuando se dan cuenta que no tan solo se ha tergiversado su pasado común sino también cualquier expectativa de futuro que hayan podido albergar.
Y tan solo les queda este presente amargo que dilata las horas y les cubre de silencio o de palabras que suenan vacias y también de otras que resuenan en sus mentes pero prefieren callar. Porque ni siquiera comparten el odio que les une, egocentricamente sumidos cada uno por separado en la amargura de aguantar al otro.
Y planean un viaje juntos y comentan que podrían comprarse un perro y le buscan nombres.
Se saben tan distantes ya que nada les importa. Se oyen desde lejos, se miran en direcciones opuestas, se tocan como alejandose el uno del otro y nada les incumbe. Todo sucede porqué ha sucedido ya y puede que siga sucediendo pero nada de ello les concierne. Los hechos los hechos cotidianos del día a día transcurren en ellos sin immutarles lo más mínimo.
Tan solo el odio respectivo que les une les atañe.
Y uno odia la forma en que el otro mueve las manos al hablar y el otro odia la manera en que pronuncia el otro tal palabra.
Se odian tanto y desde hace tanto que casi parece que se quieran. Y como ya no sienten casi la diferencia entre el odio y el amor no la padecen. También porque pueda ser que no la haya. Son víctima de la polarización de dos signo sopuestos de un mismo sentimiento. Y seguirán juntos mientras esten enamorados el uno del otro odiándose recíprocamente.

No hay comentarios.: