martes, enero 05, 2010

El bar de la esquina en la que vuela el tiempo.

La esquina en la que vuela el tiempo rige el devenir de la historia. Uno la dobla apenas sin darse cuenta y, de repente, ya es tarde. Su paso por ese sitio aporta un ínfimo bagaje al devenir de la humanidad -dejándola en realidad intacta- y el devenir prosigue instigado a continuar sucediendo a través de la esquina en la que vuela el tiempo.
Algunos dicen que la esquina en la que vuela el tiempo es un concepto que aglomera a todas las esquinas de todas las calles del mundo. Y otros, sin embargo, defienden que hay una única esquina y que si esta fuera localizada y debidamente balizada se podría detener este flujo incesante de días, meses y años para concentrar todo el tiempo en una única y radiante eternidad.
Pero en estos tiempos que corren es muy difícil distinguir una esquina de otra y la gente transita incesantemente de aquí para allá. Y es tarea harto complicada encontrar esa esquina de la que tan solo se sabe que se juntan en ella dos calles paralelas y que hay instalado un bar del que se entra pero no se sale. O al menos uno no recuerda haber salido. Aunque al día siguiente se despierte en su casa ignorando como ha llegado hasta allí, con la terrible sospecha de que su casa con su respectiva calle, su propio barrio y toda la ciudad están dentro mismo del bar de la esquina donde vuela el tiempo. Que, incluso, el mundo entero esté contenido en el interior de dicho bar. Y puedas acceder hasta él perdiendo la mirada en el espejo del lavabo.
Y así es como en la esquina donde vuela el tiempo se separán dos mundos ulteriores y nadie sabe con certeza en cual de los dos se encuentra. Porqué, además de ser casi identicos a excepción de que uno es uno y el otro es el otro, también cabe la posibilidad de volver a encontrar dentro del mundo que hay dentro el bar de la esquina donde vuela el tiempo el propio bar. En el que si uno vuelve insensatamente a entrar una y otra vez puede que dentro halle de nuevo el mundo entero en el que se encuentre otra vez el mismo bar y así sucesivamente.
Así que si desoyendo cualquier consejo alguien decide entrar en el bar de la esquina donde vuela el tiempo es posible que encuentre sentado en la barra sombrío y triste al mismo tipo. Bebiendo una jarra infinita de cerveza. O, en todo caso, una misma jarra que ha sido convenientemente rellanada de forma indefinida. O, tal vez, la jarra de cerveza sea la misma y es la persona que está sentada frente a ella el que ha sido continuamente relevado. En todo caso, la conversación de dicho individuo atañe siempre al pasado, pues sabe que no tiene futuro, y sus recuerdos van desde lo más reciente en el tiempo alejándose hacia el pasado paulatinamente hasta que, si alguien tiene la suficiente paciencia como para escucharlo, llegue finalmente al primer recuerdo de su vida. Entonces dejará de hablar. O irá retornando a través de sus recuerdos en orden cronológico inverso hasta regresar al presente y de ahí levantarse y retomar su futuro.
De momento, si te sientas a su lado te verás obligado a invitarle con la esperanza vana de que la próxima ronda la pague él. Pronóstico que pronto ves desvanecerse pues sus sorbos son tan lentos, tan vástamente intercalados e imperceptibles que se prolongan en demasía a través del tiempo. Con lo que pronto se te hará tarde y habrás de abandonar tu taburete. Y más vale que lo hagas, porqué si permaneces ahí cuando haya terminado de hablar y pida otra cerveza; esta será para ti. Y deberás ocupar su lugar para que cuando vuelva a entrar alguien a través del umbral de la puerta del bar de la esquina donde vuela el tiempo pueda encontrarse al final de la barra la persona que dicen que siempre está ahí bebiendose una cerveza infinita.

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