sábado, abril 16, 2005

Salpimentado y listo para zarpar.

A la deriba de un jacuzzi, engañado como un caracol, hubieran podido cocerme y no me habría dado cuenta. Parece ser que a mi, como a las langostas, nos gusta que nos hierban vivas.
Y siempre ahí en medio, jacuzzi, los japoneses intentando reordenar el mundo para hacer de este un lugar más placentero, mezclando elementos de difícil reconciliación (agua-aire) en busca del grial de una nueva coca-cola. Del feng-shui de unos calcetines, al origami de crear mundos ficticios a partir de un papel. Entonces, el arroz tres duricias de la vida se pasa, ya todo es nostalgia recordando esos anegados campos de espigas de arroz, tan cosechable, tan grano engendro de vida, guarecedor de hambrunas, portador de hidratos de carbono, de fibra, de fécula y del sueño de un futuro mejor, aun a pesar de yubitsumes, harakiris, tsumanis o del mismísimo sushi.

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