miércoles, mayo 18, 2005

Gotelé.

Sonará el toque de queda del armaguedon y caerán los satélites al suelo como fruta madura. En esa hora crepuscular en que las rejas de los escaparates ondean a media hasta ¿Sabes ya de cuantos bits está hecho el policromatismo de tus ojos? La palabra microondas ya no tiene traducción al volapuk, el prota de la peli siempre muere al final o resta immortal, joven perenne, Dorian Grey enquilosado en sus poses horteras para dejar constancia en su corte de pelo hortera que todo fluye: el rio de Heráclito, los surcos en las arrugas de la cara, el manantial de reductos humanos por las alcantarillas, el plasma que lega a las postrimerias tu alambique nasal.
Pero hay unas gotitas llenas de futuro porque van todas cargadas de pasado hasta el sobrequipaje. Que son radioactivas al contacto con el caldo de cultivo de la génesis de tus entrañas. Por su esencia pringosa es lo único que se aferra al instante, conquista mundos y mata muerte. Con sus microscópicos dientes de marfil muerde el instante presente hasta incrustarse, si degota en la sabana a mordisquitos sulfúricos te hace una botana. A su poder regenerador y purulento sacrificamos nuestros enclenques cuerpos de tiña. Las sobras del ayer pudriendose en la nevera. Amamos tanto a nuestras gotitas que envejecemos para que ellas puedan ir al cole, luego a la universidad y puedan tener empleos dignos con los que parir más gotitas parricidas.
¿Quien cerrará la puerta de mi ataud? ¿Que eso que susurrará antes de sellar el feretro? ¿A quien he de sobornar para que halla flores en mi entierro?
No os suicideis des del precipicio de un lagrimal, pestañas mias, no me abandones piel muerta del contorno de mis uñas, que cese el gotelé de ese grifo mal cerrado a media noche que a cambio vendo a mi hijo no nato a quien jamás pensé ponerle mi nombre.

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